Dostoevsky. El adolecente (Spanish. Подросток).
Primera parte. Capitulo VII

Primera parte: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Segunda parte: 1 2 3 4 5 6 7 8 9
Tercera parte: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13
Notas
Indice de los personajes

I

ón ignoraba en absoluto si debía avergonzarme o enorgullecerme por haber cumplido mi deber. Si yo hubiese sido un poco más experimentado, habría debido adivinar que la menor duda en semejante asunto hay que interpretarla en el sentido malo. Pero estaba desorientado por otras circunstancias: no comprendía por qué tenía que alegrarme, pero el caso era que me hallaba presa de un regocijo loco, a pesar de mis dudas y del claro convencimiento que tenía de haber sufrido allá abajo un rotundo fracaso. Incluso las injurias rabiosas de Tatiana Pavlovna me parecían divertidas y graciosas, y no me enfadaban lo más mínimo. Aquello era sin duda porque, a pesar de todo, yo había roto mis cadenas y por primera vez me sentía en libertad.

ía también que había estropeado mis asuntos: cómo obrar ahora con respecto a la carta sobre la herencia? La cuestión se tornaba aún más tenebrosa. Seguramente iban a creer que yo quería vengarme de Versilov. Pero mientras estábamos en el salón, durante todos aquellos debates, yo había resuelto someter la cuestión a un arbitraje y elegir como árbitro a Vassine o, si no era posible, a algún otro, y ya sabía a quién. Un día, exclusivamente para eso y por única vez, iría yo a casa de Vassine, pensaba; seguidamente desapareceré para todo el mundo y por mucho tiempo, para varios meses, desapareceré incluso y sobre todo para Vassine; veré si acaso solamente, de cuando en cuando, a mi madre y a mi hermana. Todo aquello era algo muy desordenado; yo me daba cuenta de que alguna cosa estaba ya hecha, pero no como habría sido preciso, y... estaba contento; lo repito, a pesar de todo, me sentía dichoso.

Entonces decidí acostarme más temprano, previendo una larga caminata para el día siguiente. Además de buscar un alojamiento y trasladar mis cosas, tendría que tomar ciertas decisiones que resolví ejecutar de una forma a otra. Pero la jornada no debía acabarse sin imprevistos y Versilov consiguió sorprenderme de una manera asombrosa. Él no venía nunca, absolutamente nunca, a mi buhardilla. Ahora bien, todavía no llevaba yo una hora en mi cuarto cuando oí sus pasos en la escalera: me llamó, para que le alumbrara. Cogí una vela y, tendiendo hacia abajo una mano que él agarró, le ayudé a trepar arriba.

-Merciío, no he subido aquí ni una sola vez, ni siquiera cuando alquilé la casa. Tenía mis temores sobre lo que esto pudiera ser, pero no preveía semejante perrera. - Se detuvo en medio de mi buhardilla, mirando en torno con curiosidad -: Es un ataúd, un verdadero ataúd!

ía en efecto un cierto parecido con el interior de un ataúd, y admiré incluso la exactitud de su definición. El cuartito era estrecho y largo; al nivel de mi hombro, no más alto, comenzaba el ángulo de la pared y del techo, que podía tocar con la palma de la mano. Versilov, en el primer instante, se mantuvo instintivamente encorvado, por miedo a chocar con la cabeza en el techo, pero no chocó, y acabó por sentarse con bastante tranquilidad en mi diván, donde ya estaba hecha mi cama. Por mi parte, no me senté y me quedé mirándole con el más profundo asombro.

ía si tomar el dinero que le has entregado por lo pensión de este mes. Teniendo en cuenta semejante ataúd, no solamente no tienes nada que pagar, sino que, por el contrario, somos nosotros los que estamos en deuda contigo. No he estado nunca aquí y... me cuesta trabajo imaginar que se pueda vivir en sitios semejantes.

-Ya estoy acostumbrado. Pero a lo que no me acostumbro es a verle a usted en mi habitación después de lo que ha pasado abajo.

í!, te has mostrado bastante grosero abajo. Pero... también yo tengo mis motivos particulares, que lo explicaré, aunque en el fondo mi presencia no tenga nada de extraordinario; incluso lo que ha pasado abajo entra también en el orden natural de las cosas; pero explícame un detalle, te lo ruego: lo que nos has contado allá abajo y para lo cual nos preparaste tan solemnemente, era todo lo que tenías la intención de revelarnos o de confiarnos? No había otra cosa que tuvieras que decirnos?

-Es todo. O más bien admitamos que sea todo.

-Entonces es poco, amigo mío. A juzgar por tu exordio y por la manera como nos invitaste a reír, en una palabra, viendo las ganas que tenías de hablar, yo esperaba muchísimo más.

é le va a usted en esto?

í es porque tengo el sentimiento de la medida... Para qué tanto alboroto? Ahí no se ve la medida por ninguna parte. Un mes de silencio y de preparativos, para dar a luz una nadería!

--Mis intenciones eran hacer un largo relato, pero me avergüenzo por lo que ya he dicho. Todo no puede contarse en palabras, hay cosas de las que vale más no acordarse. Ya he dicho bastante, y de todos modos usted me ha comprendido.

ío, no se da más que a los elegidos; el imbécil siempre está satisfecho con lo que ha dicho y además siempre dice más de lo que hace falta; gente así gusta de lo excesivo.

-Como por ejemplo yo, hace poco, abajo? También yo he dicho más de lo que era preciso. He reclamado a "todo Versilov"; es infinitamente más: no tengo necesidad alguna de Versilov.

ío, quieres recuperar el tiempo perdido. Te arrepientes, y como arrepentirse significa entre nosotros lanzarse inmediatamente sobre alguien, estás bien decidido a no fallarme otra vez. He venido demasiado pronto, tu fuego no está todavía apagado y además soportas mal las críticas. Pero siéntate, te lo ruego, tengo algo que comunicarte. Gracias, así está mejor. Por lo que has dicho a tu madre al salir, se desprende claramente que conviene más, de todas maneras, que nos separemos. He venido a aconsejarte que lo hagas lo más dulcemente posible y sin alboroto, para no apenar y asustar todavía más a tu madre. Simplemente el verme subir aquí le ha hecho ya bien: está convencida de que todavía podemos hacer la paz y que todo continuará como en el pasado. Creo que si pudiésemos los dos reír ruidosamente una o dos veces, sembraríamos la alegría en sus corazones tímidos. Estos corazones son sencillos, pero amantes, sinceros a ingenuos. Por qué no mecerlos un poco, si se puede? Bueno, ése es el primer punto. He aquí el segundo: por qué tendríamos que separarnos forzosamente con sed de venganza, rechinar de dientes, maldiciones y todo lo demás? Sin duda, no vamos a colgarnos el uno del cuello del otro, pero hay medios de separarse respetándose, por decirlo así, mutuamente. No te parece?

ías! Le prometo irme sin escándalo alguno, y ya eso es bastante. Se atormenta usted por mi madre? Me parece sin embargo que la tranquilidad de mi madre le importa a usted muy poco. Eso no son más que palabras.

-No me crees?

-Me habla usted verdaderamente como a un niño.

ío, estoy dispuesto a pedirte mil perdones, tanto por todas las cosas que me imputas, como por todos tus años de infancia y así sucesivamente. Pero, , qué resultaría de eso? Eres lo bastante inteligente para no desear colocarte en una postura tan tonta. Sin hablar de que ni siquiera conozco muy bien el carácter de tus reproches: de qué me acusas en el fondo? De no haber nacido Versilov? No es eso? Te ríes con aire despreciativo y lo defiendes con la mano. Entonces, no es eso?

éalo usted. Crea que no encuentro ningún honor en llamarme Versilov.

ás, no sería preciso queto respuesta fuese democrática? Pero entonces, de qué me acusas?

-Tatiana Pavlovna acaba de decirme todo lo que yo quería saber y que hasta entonces no he podido comprender: que usted no ha hecho de mí un zapatero, y por consiguiente que le debo agradecimiento. No llego a comprender en qué soy ingrato, ni siquiera ahora que se me ha dado la lección. No será la altiva sangre de usted la que está hablando?

ás que todas tus salidas de tono de hace un momento, en lugar de caer sobre mí, a quien tú las destinabas, no han hecho más que acongojarla y atormentarla a ella. Me parece sin embargo que tú no eres quién para juzgarla. Porque en qué es ella culpable delante de ti? A propósito, explícame además esto, amigo mío: por qué motivo y con qué intención has propalado, en la escuela y en el Instituto y durante toda to vida, y hasta en los oídos del primer recién llegado, porque me lo han dicho, que tú eras un hijo natural? Me he enterado de que lo hacías con un cierto placer. Ahora bien, eso no es más que una estupidez y una innoble calumnia: tu eyes Dolgontki, hijo legítimo de Makar Ivanytch (61) Dolgoruki, persona respetable, notable por su inteligencia y por su carácter. Si has recibido una instrucción superior, es en efecto gracias a tu ex señor Versilov, pero qué se desprende de ahí? Primeramente, al proclamar tu ilegitimidad, cosa que es una calumnia, has revelado al mismo tiempo el secreto de tu madre; por yo no sé qué falso orgullo has arrastrado a tu madre por el fango, exponiéndola al juício del primer recién llegado. Pues bien, amigo mío, he ahí lo que no tiene nada de nobleza, tanto más cuanto que tu madre no es personalmente culpable de nada: es un carácter de una pureza perfecta, y si no es Versilova, es únicamente porque tiene todavía a su marido.

-Basta! Estoy enteramente de acuerdo con usted y creo hasta tal punto en su inteligencia, que espero que cesará en esas reprimendas que no han hecho más que durar demasiado. Usted que gusta tanto de la medida... Hay una medida en todo, incluso en ese amor súbito por mi madre; pues bien, prefiero que me díga otra cosa: si ha decidido usted venir a buscarme para pasar conmigo un cuarto de hora o una media hora (sigo sin saber por qué, pero admitamos que sea por la tranquilidad de mi madre) y si por añadidura encuentra usted tanto placer en charlar conmigo a pesar de lo que ha sucedido abajo, entonces, hábleme más bien de mi padre, de ese Makar Ivanov (62), el errante; quisiera que fuera usted el que me hablase de él; desde hacía mucho tíempo tenía la intención de pedirle a usted esto. Al separarnos, tal vez por mucho tiempo, me gustaría mucho también obtener de usted una respuesta a esta otra pregunta: es posible que en estos veinte años no haya usted podido actuar sobre los prejuicios de mi madre, y ahora también sobre los de mi hermana, con la suficiente fuerza para disipar con la influencia civilizadora que usted tiene las tinieblas primitivas del ambiente en que ellas han vivido? Oh. no es que yo quiera hablarle de la pureza de ella! Ella siempre le ha sido a usted infinitamente superior desde un punto de vista moral, le ruego que me perdone, pero... no es más que un cadáver infinitamente superior. No hay vida más que para Versilov; todo el resto en torno a él, todo lo que con él tiene relación vegeta con la condición absoluta de tener el honor de nutrirlo con sus energías, con sus jugos vitales. Y sin embargo ella ha estado viva, ella también, en otros tiempos, no es así? Usted encontró en ella algo que amar, verdad? Ella ha sido mujer, no?

ío, si quieres saberlo, ella no lo ha sido jamás - me respondió él haciendo una mueca a su manera de otras veces, mueca de la que yo había guardado tan bien el recuerdo y que me irritaba tanto; es decir, que se creía estar tratando con la bonachonería más sincera, siendo así que no había en él más que una burla profunda, hasta el punto de que a veces yo no podía comprender nada por su fisonomía -. No, ella no lo ha sido nunca. Una mujer rusa nunca es mujer.

-Conque ésas tenemos! Quién iba a esperar encontrarse con un eslavófilo? (63 ).

ó a reír.

í estaba demasiado claro que había venido a buscarme no para charlar ni para calmar a mi madre, sino con intenciones completamente distintas.

II

-Tu madre y yo hemos vivido todos estos veinte años en el silencio - así fue como comenzó él su charla (extremadamente ficticia y poco natural) - y todo lo que hubo entre nosotros transcurrió también en silencio. El rasgo principal de este vínculo de veinte años ha sido el silencio. Creo que ni siquiera una sola vez hemos disputado. Sin duda, yo me he ausentado con frecuencia, dejándola sola, pero siempre he acabado por volver. Nous revenons toujoursése es el gran carácter de los hombres; eso proviene de la magnanimidad que nos es propia.. Si el matrimonio fuese una cosa que dependiera únicamente de las mujeres, ni siquiera un matrimonio se sostendría; humildad, sumisión, rebajamiento, y al mismo tiempo firmeza, fuerza, fuerza verdadera, he ahí el carácter de tu madre. Y fíjate, es la mejor de todas las mujeres que yo haya encontrado jamás. Tiene fuerza, de eso soy yo testigo: he visto cuanto sostenía esa fuerza. Desde el momento en que se trate, no diré de convicciones (convicciones verdaderas no vendrían al caso), sino de lo que en ellas se llama convicciones y de lo que, por consiguiente, es para ellas sagrado, están dispuestas a afrontar todos los tormentos... Pues bien, tú puedes sacar tus conclusiones por ti mismo. Es que yo me parezco a un verdugo? He ahí por qué he preferido callarme casi siempre, y no solamente porque eso sea más fácil, y no me arrepiento, lo confieso. De esta manera todo se ha arreglado por sí mismo, humanamente y ampliamente, tanto que no me atribuyo por eso el menor mérito. Diré a este respecto, entre paréntesis, que sospecho de ella un poco que no haya creído nunca en mi humanitarismo y que por tanto siempre haya estado temblando. Pero, temblando y todo, nunca se ha prestado a ninguna clase de cultivo. Esta gente así sabe arreglárselas, y nosotros no vemos más que fuego. En general saben mucho mejor que nosotros arreglar sus pequeños asuntos. Pueden continuar viviendo a su manera en las situaciones más contrarias a su naturaleza y seguir siendo ellas mismas en tales situaciones; nosotros, en cambio, no somos tan hábiles.

é gente se refiere usted? No le comprendo bien.

-Al pueblo, amigo mío, estoy hablando del pueblo. Ha demostrado su gran fuerza tan vivaz y su amplitud histórica, y eso a la vez moralmente y políticamente. Pero, volviendo a nosotros, diré de tu madre que no siempre ha estado silenciosa; ella habla a veces, y habla con la suficiente claridad como para demostrarle a uno de manera contundente que se ha estado perdiendo el tiempo soltándole discursos, aunque uno se haya llevado cinco años preparándola poco a poco con anticipación. Y además, las objeciones más inesperadas. Obsérvalo una vez más y fíjate bien: no digo de ninguna manera que sea tonta; al contrario, hay una especie de inteligencia e incluso muy notable; pero tal vez tú no creerás en esa inteligencia...

é no? En lo que no creía es en que usted crea realmente en su inteligencia en lugar de aparentarlo.

-Sí? Me tomas por un camaleón? Amigo mío, te consiento quizá demasiado... como a mi niño mimado... Pero dejemos esto por ahora.

ábleme usted de mi padre; dígame la verdad, si es que puede.

ú sabes, es un siervo doméstico que ha tenido deseos, como se dice, de una cierta fama...

él.

-Al contrario, amigo mío, al contrario. Y, si quieres saberlo, me alegro mucho de verte con humor tan complicado. Te juro que en estos momentos estoy en disposiciones muy propensas al arrepentimiento y que, precisamente hoy, en este instante, por milésima vez quizá, lamento inútilmente todo lo que sucedió hace veinte años. Dios me es testigo de que todo aquello pasó completamente por casualidad... y además, en lo que de mí ha dependido, de una manera humana; al menos según la idea que yo me hacía por aquel entonces de la virtud del humanitarismo. Oh!, es que entonces todos nosotros ardíamos en el deseo de hacer el bien, de servir a la sociedad y a la idea, condenábamos los títulos, nuestros derechos hereditarios, las fincas a incluso, al menos algunos de nosotros, el Monte de Piedad... Te lo juro. Éramos pocos, pero nos hablábamos mucho, y te lo aseguro, a veces incluso obrábamos bien.

-Amigo mío, de antemano estoy de acuerdo contigo en todo; a propósito, la historia del hombro la sabes por mí, y por consiguiente abusas en este momento de mi sinceridad y de mi confianza; concédeme que aquel hombro no era tan malo para esa primera visita, sobre todo para aquella época; entonces yo lo ignoraba. Tú, por ejemplo, es que nunca has cometido cursilerías en la vida práctica?

ído en el sentimentalismo, y me he avergonzado mucho, una vez vuelto aquí, ante la idea de que usted pensaría que lo había hecho adrede. Es bien verdad; en ciertos casos se esfuerza uno inútilmente en ser sincero, se hace teatro de uno mismo; pero en lo de hoy, abajo, lo juro, todo era completamente. natural.

á bien eso. Lo has definido con una buena frase: "Se esfuerza uno inútilmente en ser sincero, se hace teatro de uno mismo." Pues bien, eso es exactamente lo que pasó conmigo: en vano hacía teatro conmigo mismo; la verdad era que sollozaba con toda sinceridad. No niego que Makar Ivanovitch habría podido tomar aquel hombro por un colmo de irrisión, si él hubiese tenido un poco más de inteligencia; pero su lealtad perjudicó entonces a su perspicacia. Lo que ignoro es si me tuvo entonces lástima o no; me acuerdo de que yo tenía un gran deseo de que se me compadeciera.

í yo-, y ahora, al decir estas palabras, se está usted burlando. De uná manera general, todas las veces que usted me ha hablado, durante este mes, lo ha hecho usted burlándose. Por qué ha obrado así cada vez que me ha hablado?

-Tú crees? -respondió él dulcemente-. Eres muy susceptible.. Si me río, no me río de ti, o por lo menos no me río de ti únicamente, tranquilízate. Pero en este momento no me estoy riendo, y entonces... en una palabra, hice todo lo que pude y, créeme, no en provecho mío. Nosotros, quiero decir la gente bien, por oposición al pueblo, nosotros éramos entonces incapaces de obrar en provecho nuestro. Al contrario, nos hacíamos el mayor daño posible, y sospecho que en eso era justamente en lo que consistía, entre nosotros, "el interés superior que es también el nuestro", en un sentido más elevado, se entiende. La generación avanzada de hoy día es infinitamente más interesada que nosotros. Por tanto se lo expliqué todo a Makar Ivanovitch, con una extraordinaria franqueza, incluso antes de que ocurriera el pecado. Admito hoy que muchas de aquellas cosas no tenían por qué ser explicadas, sobre todo con semejante franqueza; sin hablar de humanitarismo, aquello habría sido más cortés; pero, váyase usted a contener, cuando, ebrio de bailes, se tienen ganas de hacer un paso bonito! Quizás aquéllas eran las deficiencias de lo bello y del bien: todavía no he podido resolver la cuestión. En fin, es un tema demasiado profundo para una conversación superficial como la nuestra. En todo caso lo juro que ahora me muero algunas veces de vergüenza ante tal recuerdo. Le ofrecí tres mil rublos. Él se callaba, era yo sólo el que hablaba. Me figuraba que tenía miedo de mí, es decir, de mi derecho señorial, y me empeñé con todas mis fuerzas en animarlo, me acuerdo muy bien. Le exhorté a que me expresara todos sus deseos sin temer nada, a incluso con todas las críticas posibles. A título de garantía, le di mi palabra de que, si rehusaba mis condiciones, es decir, los tres mil rublos, la liberación (para él y para su mujer, naturalmente), y un viaje a donde Cristo dio las tres voces (sin su mujer, naturalmente), él no tenía más que decírmelo francamente y yo lo liberaría acto seguido, le devolvería la mujer y les regalaría a los dos aquellos mismos tres mil rublos, y entonces no serían ya ellos los que se irían al cuerno, sino yo, que me iría a pasar tres años en Italia, solo y arrepentido. ía llevado a Italia a é? Aquel Makar comprendía demasiado bien que yo obraría como yo le había dicho; pero continuó guardando silencio, y solamente cuando quise por tercera vez echarme a sus pies, retrocedió, hizo un gesto de desinterés y salió, incluso con un cierto descaro que no dejó de asombrarme, te lo aseguro. Me vi entonces por casualidad en un espejo, y jamás olvidaré el espectáculo. En general, cuando ellos no dicen nada, es cuando la cosa resulta más temible. Y aquél era de un carácter sombrío y, lo confieso, no solamente no me inspiraba confianza cuando entraba en mi casa, sino que yo le tenía un miedo horrible: en aquel ambiente hay caracteres, y en abundancia, que encierran en sí mismos, por así decirlo, la personificación de la inconveniencia, y eso es de temer más que los golpes. Sic ánto arriesgué en aquellos momentos, cuantísimol Por ejemplo, se hubiera puesto a gritar como un loco, a lanzar aullidos, aquel Urías de pueblo. Qué habría sido de mí, pobre David, y qué habría podido yo hacer? He ahí por qué puse en primer lugar, antes que nada, los tres mil rublos; era algo instintivo, pero, por fortuna, me equivoqué: aquel Makar Ivanovitch era algo muy diferente...

-Dígame, hubo pecado? Acaba usted de decirme que llamó usted al marido incluso antes del pecado.

-Entonces, hubo pecado. Acaba usted de decir que se equivocó en cuanto a él, que era una persona muy diferente... Qué era entonces?

é era? Ah!, todavía lo ignoro. Pero desde luego algo muy diferente, y mira, muy comedido; llego a esta conclusión porque con posterioridad me sentí tres veces más culpable delante de él. Al día siguiente, él consintió en el viaje, sin palabras, se entiende, y sin olvidar una sola de las compensaciones ofrecidas.

ó el dinero?

ómo! Has de saber, amigo mío, que en ese punto hasta llegó a asombrarme. Naturalmente, yo no llevaba encima los tres mil rublos. Saqué de mi bolsillo setecientos rublos y se los entregué, para empezar. Qué crees? Me exigió los dos mil trescientos rublos restantes en forma de pagaré y, para más seguridad, a la orden de un comerciante. Seguidamente, dos años más tarde, armado de aquel documento, reclamó su dinero por medio de los tribunales y con los intereses, de forma que me asombró una vez más, tanto más cuanto que el buen hombre estaba de vuelta de una jira para la construcción de una iglesia para el buen Dios; hace ya veinte años que vagabundea de esa manera. No comprendo para qué un errabundo tiene necesidad de llevar tanto dinero consigo... el dinero es una cosa tan mundana... Naturalmente, en aquellos momentos se los ofrecí con toda sinceridad, y, por así decirlo, arrastrado por el primer ardor, pero más tarde, después de haber pasado tantas horas, yo podía naturalmente cambiar de opinión... pensaba que por lo menos me perdonaría... o más bien nos perdonaría, a ella y a mí, que esperaría por lo menos un poco. Pues bien, ni siquiera esperó. ..

é aquí una observación indispensable: si se diera el caso de que mi madre sobre viviese al señor Versilov, se quedaría literalmente bajo los pies de los caballos hasta el fin de sus días, a no ser por aquellos tres mil rublos de Makar Ivanovitch, duplicado desde hace mucho tiempo por los intereses y que él le ha dejado íntegramente hasta el último rublo por testamento, el año pasado. Ya él había calado a Versilov en aquella época.)

ía que Makar Ivanovitch se había alojado varias veces en casa de ustedes y que se quedaba siempre en las habitaciones de mi madre, no es así?

-Sí, amigo mío, y, lo confieso, al principio me asustaban terriblemente aquellas visitas. Durante todo este tiempo, estos veinte años, él ha venido en total seis o siete veces; las primeras veces, si yo estaba en casa, me escondía. Incluso, al principio, yo no comprendía nada: qué quiere decir esto? Por qué viene aquí? Pero más tarde, por ciertas señales, me pareció que eso no era tan estúpido por su parte. Seguidamente, por casualidad, tuve la curiosidad de ir a mirarle y, te aseguro, saqué de él una impresión muy original. Era ya su tercera o cuarta visita; en la época en que acababan de nombrarme mediador de paz y en la que, como de encargo, creía mi deber estudiar cómo era Rusia. Aprendí de él infinidad de cosas. Además, encontré en su persona algo qua yo no esperaba de ninguna manera encontrar: bondad de alma, igualdad de carácter y, lo que es todavía más asombroso, casi alegría. Ni la menor alusión éndida para hablar concretamente y en términos admirables, es decir, sin esos aires profundos de los siervos domésticos, que, te lo confieso, a pesar de todas mis ideas democráticas, no puedo aguantar, y sin todos esos rusismos sacados por los pelos que emplean en las novelas y en el escenario los "verdaderos rusos" (64). Además de eso, muy pocos discursos sobre la religión, a menos que fuese uno el que hablase de eso, a incluso relatos muy agradables en su estilo sobre los monasterios y la vida monacal, si uno se interesaba por aquello. Y sobre todo respeto, ese respeto modesto, ese respeto que es indispensable para la igualdad suprema, sin el cúal, a mi juicio, es imposible llegar ni siquiera a la primacía. Precisamente así, por esta carencia de toda susceptibilidad, es como se obtiene el supremo buen tono y como se manifiesta el hombre que se respeta verdaderamente y que está dentro de su condición, cualquiera que ella sea y cualquiera que pueda ser su destino. Esta facultad de respetarse en su condición es extremadamente rara en este mundo, por lo menos tan rara como la verdadera dignidad personal... Ya lo verás tú mismo, cuando hayas vivido un poco. Pero lo que más me impresionó a continuación, precisamente a la larga y no al principio (agregó Versilov), es que este Makar es una persona extremadamente imponente y, te lo aseguro, de una extraordinaria belleza. Sin duda es viejo, pero

sencillo y grave; incluso he llegado a sorprenderme de que mi pobre Sofía hubiese podido preferirme entonces; y eso que estaba ya en la cincuentena, pero no era menos gallardo, y delante de él yo tenía el aspecto de un pisaverde. Por lo demás, me acuerdo de que estaba ya cano como la nieve y lo estaba también cuando se casó con ella... Quizá fue eso lo que actuó.

ía las maneras más repugnantes del gran mundo: después de haber pronunciado (cuando no había medio de hacerlo de otra manera) algunas palabras muy inteligentes y muy bellas, acababa de pronto y adrede con una estupidez por el estilo de aquella sobre los cabellos blancos de Makar Ivanovitch y su influencia sobre mi madre. Lo hacía aposta y sin duda, sin que él mismo supiera por qué, por una estúpida costumbre mundana. Al oírlo, se hubiera dicho que hablaba muy seriamente, siendo así que él mismo hacía muecas o se reía.

III

No comprendo por qué, pero de pronto me sentí presa de una terrible irritación. En general, me acuerdo con gran disgusto de algunas de mis salidas de tono en aquellos momentos; de repente me levanté de la silla.

ía a usted dejarme solo?

ó ligeramente y se puso en pie:

ío, te comportas conmigo sin ceremonia alguna. En fin, hasta la vista. La amistad no es cosa que pueda imponerse. Me permitiré solamente hacerte una pregunta: de verdad quieres abandonar al príncipe?

-Ah!, ah!, ya sabía yo que usted venía con otras intenciones...

íncipe porque yo tendría algún interés en ello. Pero, amigo mío, no crees tú también que te he hecho venir de Moscú porque yo tenga en eso algún provecho? Oh, qué susceptible eres! Al contrario, todo eso es por tu bien. Y hoy que mi fortuna está restablecida, querría que nos permitieses de vez en cuando, a tu madre y a mí, acudir en tu ayuda...

-Yo no le quiero a usted, Versilov.

"Versilov"! A propósito, lamento mucho no haberte podido dejar este nombre, porque en resumen en eso es lo que consiste toda mi falta, si es que hay falta. No es así? Pero, insisto una vez más, yo no podía casarme con una mujer ya casada, compréndelo tú mismo.

í sin duda por qué quiso usted casarse con una mujer sin marido, no es así?

úlsión sacudió su rostro.

-Te refieres a Ems. Escucha, Arcadio, hace un momento te has permitido una salida de ese género, señalándome con el dedo en presencia de tu madre. Pues bien, es preciso que lo sepas, tu mayor error estriba en eso. De esa historia con la difunta Lidia Akhmakova tú no sabes ni una palabra; tampoco sabes hasta qué punto tu madre participó en todo eso. Si, aunque ella no estuviese allí conmigo. Y si alguna vez he visto a una mujer virtuosa, fue, desde luego, entonces, al mirar a tu madre; pero basta, todo esto permanece aún en el secreto, y tú, tú hablas de lo que no sabes y a base exclusivamente de murmuraciones.

ía el príncipe que es usted muy aficionado a las jovencitas sin experiencia.

íncipe ha dicho eso?

í, mire, quiere que le diga exactamente por qué ha venido usted a verme? No he hecho más que preguntarme todo el tiempo cuál era el secreto de esta visita, y creo haberlo descubierto por fin.

ía ademán de marcharse, pero le detuve y volvió la cabeza hacia mí, esperando.

ía la cosa, que la carta de Tuchard a Tatiana Pavlovna, caída entre los papeles de Andronikov, se había encontrado después de la muerte de éste, en casa de María Ivanovna en Moscú. He visto no sé qué crisparse de repente en el rostro de usted, y solamente en este instante, al notar, una vez más, esa misma crispación en su rostro, he adivinado: allá abajo se le ocurrió a usted una idea en aquel momento; si una carta de Andronikov se ha descubierto ya en casa de María Ivanovna, por qué la otra no había de estar allí también? Andronikov ha podido dejar cartas extremadamente graves y necesarias, no es así?

-Y tú crees que he venido para hacerte hablar, no?

Palideció intensamente.

í a la mujer; y cuánto odio hay en tus palabras, en esa suposición grosera!

á precisamente para espiarla por lo que quiere usted que me quede en casa del príncipe?

ás extremadamente lejos por tu nuevo camino. No será ésa tu "idea"? Continúa, amigo mío, tienes un talento indudable para detective. Cuando uno está dotado de un determinado talento, es preciso cultivarlo.

ó para tomar aliento.

í un enemigo suyo!

-Amigo mio, en casos semejantes nadie expresa sus últimos pensamientos. Uno los guarda para sí. Y ahora, alúmbrame, to to ruego. Por más que to esfuerces en ser enemigo mío, no to serás hasta el punto de querer que me rompa la crisma. Tiens, mon ami!, figúrate - continuó sin dejar de bajar -que durante todo este mes to he estado tomando por un buen muchacho. Tienes una voluntad tal de vivir, una sed tal de vivir, que, si se to diesen tres vidas, creo que aún no tendrías bastante. Está escrito en to rostro. Pues bien, la mayoría de las veces, la gente así son buenos muchachos. Me he equivocado de medio a medio!

IV

ía decir hasta qué punto se me encogió el corazón cuando volví a encontrarme solo: era como si me hubiese cortado, lleno de vida, un trozo de mi propia carne. Sería incapaz de decir ahora, naturalmente, y también era incapaz entonces, por qué de repente me había arrebatado, por qué lo había ofendido hasta tal punto, tan fuertemente y con tanta intención. Cómo había palidecido! Aquella palidez, no era la expresión del sentimiento más puro y más sincero, de la pena más profunda, más bien que la de la cólera y la del resentimiento? Siempre me pareció que había instantes en que me quería muchísimo. Por qué, por qué no habría de creerlo hoy? Tanto más cuanto que muchísimas cosas se han explicado completamente desde aquel entonces.

ía indignado de repente y lo había plantado en la puerta quizá como consecuencia de aquella suposición súbita de que él había venido a buscarme con la esperanza de saber si no quedaban en casa de María Ivanovna otras cartas de Andronikov. Que él estuviese obligado a buscar aquellas cartas y que las buscase, yo lo sabía; pero quizás en aquel mismo minuto había cometido yo un error espantoso. Y quién sabe si quizá soy yo el que, por ese error, le he hecho pensar más tarde en María Ivanovna y le he inspirado la idea de que podía ser ella quien tuviera las cartas.

ña: una vez más, había él repetido palabra por palabra mi pensamiento (sobre las tres vidas), el que yo le había expresado hacía poco a Kraft y en los mismos términos. Una coincidencia de palabras no es más que una casualidad, pero, a pesar de todo, cómo conoce él el fondo de mi naturaleza!, qué clarividencia!, qué adivinación! Pero, si él comprende tan bien una cosa, por qué no comprende en absoluto la otra? Es posible creer que él no estaba fingiendo, sino que era realmente incapaz de adivinar que no era de la nobleza de Versilov de lo que yo tenía necesidad, que no era mi nacimiento lo que yo no podía perdonarle, sino que me hacía falta Versilov en persona, toda mi vida me había hecho falta, el hombre todo entero, el padre, y que aquel pensamiento se me había entrado en la sangre? Un hombre tan fino puede ser tan obtuso y tan grosero? Y si no lo era, para qué entonces hacerme rabiar, para qué fingir?

Primera parte: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
1 2 3 4 5 6 7 8 9
Tercera parte: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13
Notas
Indice de los personajes