Dostoevsky. El adolecente (Spanish. Подросток).
Primera parte. Capítulo X

Primera parte: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Segunda parte: 1 2 3 4 5 6 7 8 9
Tercera parte: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13
Notas
Indice de los personajes

ÍTULO X

I

é a las diez y media y durante mucho tiempo no creí en mis ojos: sobre el diván donde había dormido la víspera, estaba sentada mi madre, y al lado de ella la infortunada vecina, la madre de la suicida. Las dos estaban cogidas de la mano y conversaban en voz baja, sin duda para no despertarme, y las dos lloraban. Me levanté y me precipité a abrazar a mi madre. Toda radiante, me besó y me hizo tres veces la señal de la cruz con la mano derecha. No habíamos pronunciado ni una palabra, cuando la puerta se abrió: Versilov y Vassine entraron. Mi madre inmediatamente se levantó, llevándose a la vecina. Vassine me tendió la mano; Versilov no me dijo una palabra y se dejó caer en la butaca. Mi madre y él estaban allí seguramente desde hacía algún tiempo. Su rostro estaba tenso y preocupado.

-Lo que más lamento - le explicaba lentamente a Vassine, continuando sin duda la conversación comenzada - es no haber podido arreglar todo eso ayer tarde. Esta terrible historia no habría sucedido sin duda! Apenas ella se escapó de mi casa, decidí por mi parte seguirla hasta aquí y sacarla de su error, pero ese asunto imprevisto y urgente, que además habría podido muy bien aplazar hasta hoy... a incluso durante una semana, ese lamentable asunto ha impedido todo y todo lo ha estropeado. Las cosas que pasan!

-Tal vez no hubiera usted conseguido convencerla. Aparte de usted, había ya mucho rencor acumulado - observó incidentalmente ~ Vassine.

ía triunfado. Seguramente habría triunfado. Tenía incluso una idea en la cabeza, enviar en mi lugar a Sofía Andreievna. La idea me atravesó el espíritu, pero no hizo más que atravesarlo. Sofía Andreievna habría triunfado y la desgraciada estaría todavía viva. No, jamás me meteré... en "buenas acciones..." Para una vez que me he metido! Y yo que pensaba que era aún de mi tiempo, y que comprendía a la juventud moderna! Sí, vuestros viejos cerebros han envejecido ya antes de madurar. A propósito, hay una cantidad espantosa de hombres que, por costumbre, continúan considerándose de la joven generación porque todavía ayer lo eran, y no se dan cuenta de que están ya para el arrastre.

-Aquí ha habido un equívoco, una confusión demasiado evidente - observó Vassine atinadamente -. Su madre dice que después de la terrible ofensa de la casa pública ella había algo así como perdido la razón. Añada a eso las demás circunstancias, la primera ofensa del comerciante... todo habría podido producirse en otros tiempos exactamente de la misma forma y no caracteriza en absoluto, según yo, a la juventud de hoy.

ás bien impaciente la juventud de hoy, sin hablar, claro es, de esa mediocre comprensión de la realidad que es propia sin duda de la juventud de todos los tiempos, pero más aún de la juventud de hoy... Dígame, y qué ha pintado en esto el señor Stebelkov?

-El señor Stebelkov es la causa de todo. - Era yo el que intervenía en la conversación -. Sin él, no habría sucedido nada; ha echado aceite al fuego.

ó, pero no me miró. Vassine hizo una mueca de desagrado.

-Me reprocho también una circunstancia ridícula - continuó Versilov sin apresurarse y arrastrando las palabras -. Me parece que, de acuerdo con mi mala costumbre, me he permitido con ella una especie de alegría, una risita ligera, en una palabra, no he sido bastante cortante, seco y sombrío, tres cualidades que, según creo, son también muy apreciadas por nuestra joven generación... En una palabra, le he dado motivo para tomarme por un Céladon ambulante.

-Todo lo contrario -interrumpí de nuevo violentamente -, la madre asegura que usted ha producido una excelente impresión precisamente por su seriedad, incluso su severidad, su sinceridad. Éstas son sus mismas palabras. La difunta, poco después de marcharse usted, ha hecho su elogio precisamente en ese sentido.

í?-balbució Versilov, lanzándome al fin una mirada furtiva -. Tome, pues, ese papel, es indispensable para el caso -.. - dijo, tendiendo un trocito minúsculo de papel a Vassine.

ó, y, viendo que yo miraba con curiosidad, me lo dio a leer. Era una nota, dos líneas irregulares garrapateadas con lápiz y probablemente en la oscuridad:

"Mamá, mi querida mamá, perdóneme por haber fracasado en el comienzo de mi vida. Su Olia que le ha causado dolor."

-Se ha encontrado esta mañana - explicó Vassine.

-Qué billete tan singular! - exclamé, asombrado.

é es singular? - preguntó Vassine.

-Es que se puede, en un instante como ése, escribir en ese estilo humorístico?

Vassine me miró con aire inquisitivo.

-Este humor es singular - continué -, es jerga escolar... Y bien, quién, pues, en un momento así y en una nota a su infortunada madre, a su madre a quien ella amaba, se ve bien claro, puede escribir: "por haber fracasado en el comienzo de mi vida"?

é no? - Vassine continuaba sin comprender.

í no hay el más mínimo humor - observó al fin Versilov -. La expresión sin duda es impropia, chirría, ha podido nacer en efecto de alguna jerga escolar o de cualquier germanía, como tú has dicho, o bien hasta puede provenir de cualquier novela de folletín, pero la difunta, al emplearla, no ha observado seguramente que no encajaba en el tono y, créame, la ha empleado en esa terrible nota con completa inocencia y seriedad.

-Eso es imposible; ella terminó sus estudios y salió con la medalla de plata.

ó Vassine.

-De ninguna manera - le respondió Versilov levantándose y cogiendo su sombrero -. Si la generación actual es menos literaria, posee sin ninguna duda... otros méritos - añadíó con una seriedad desacostumbrada -. Además, "mucho" no es "todo". Usted, por ejemplo, yo no le acusaré de poseer un acervo literario insuficiente, y sin embargo usted es un hombre joven todavía.

"fracasado en el comienzo"! - hice notar sin poder contenerme (77 ).

Versilov le tendió silenciosamente la mano a Vassine. Éste cogió también su gorra para salir con él y me gritó:

ó sin prestarme atención. Yo tampoco tenía tiempo que perder: era preciso a todo precio correr en busca de un alojamiento, ahora más que nunca! Mi madre no estaba ya allí, había salido, llevándose a la vecina. Me encontré en la calle de un humor excelente... Una sensación nueva e inmensa nacía en mi alma. Además, como por azar, todo me salió bien: encontré extraordinariamente pronto un alojamiento perfectamente conveniente; volveré a hablar después de él, por ahora terminemos con lo esencial.

Era poco más de la una cuando volví a casa de Vassine para recoger mi maleta. Lo encontré precisamente en casa. Al verme gritó con aire gozoso y sincero:

ánto me alegra que me haya encontrado! Iba a salir! Tengo que comunicarle una cosa que, estoy seguro, le interesará mucho.

é.

-Ah, qué aspecto tan alegre tiene! Dígame, no sabe usted nada de cierta carta que estaba en casa de Kraft y que cayó ayer en manos de Versilov, a propósito de la herencia que le ha sido adjudicada? El testador explica en ella su voluntad en un sentido opuesto a la decisión del tribunal. Esta carta está escrita hace mucho tiempo. En una palabra, no sé exactamente lo que hay dentro, pero, no sabe usted nada de ella?

-Claro que sí! Kraft me llevó anteayer a su casa... desde la casa de esos señores, para entregarme esa carta, y fui yo quien se la entregó ayer a Versilov.

í? Es justo lo que pensaba. Figúrese que el asunto de que hablaba ahora mismo aquí Versilov, y que le impidió venir ayer tarde a sacar de su error a esa muchacha, bien!, ese asunto ha sido suscitado por esa carta. Versilov se dirigió ayer tarde a casa del abogado del príncipe Sokolski, le ha remitido esa carta y ha renunciado a toda la herencia. A estas horas esta renuncia ha revestido ya forma legal. Versilov no hace un donativo, reconoce en este acto el justo derecho de los príncipes.

ía la carta. Más aún: yo le había dicho a Kraft que eso sería deshonroso y me lo había repetido incluso en el restaurante, me había dicho que "contaba con tener que tratar con un hombre puro y no con ése", pero aparte de mí, es decir, en lo más profundo de mi corazón, consideraba que era imposible obrar de otra forma más que suprimiendo radicalmente el documento. Es decir, que yo veía en eso la cosa más normal del mundo. Si, luego, yo hubiera acusado a Versilov habría sido a propósito, en apariencia solamente, es decir, para conservar sobre él mi superioridad. Pero ahora, al saber la hazaña de Versilov, sentía un entusiasmo sincero y completo; lamentaba y condenaba mi cinismo y mi indiferencia en cuanto a la virtud y alcé instantáneamente a Versilov a una altura infinita sobre mí. Estuve a punto de abrazar a Vassine.

-Qué hombre! Qué hombre! Quién habría hecho otro tanto? - exclamaba yo en mi exaltación.

ían hecho... y que este paso es sin discusión altamente desinteresado...

-"Pero"?... Acabe, Vassine, hay un "pero"?

í, hay un "pero". El paso de Versilov, a mi juicio, es un poco rápido, y un poco menos franco - dijo Vassine sonriendo.

-Sí. Él quiere concederse, como si se dijera, un "pedestal". Pues, en todo caso, se habría podido hacer igual sin perjudicarse a sí mismo. Si no la mitad, al menos una cierta parte de la herencia podría ahora todavía volver a Versilov, incluso con la lealtad más puntillosa, tanto más cuanto que el documento no tenía valor decisivo y el proceso estaba ganado. Éste es el parecer del abogado de la parte contraria; acabo de hablar con él. La decisión no habría sido menos hermosa, y únicamente por deseo de vanidad ha resultado de otra forma. Sobre todo el stñor Versilov se ha excitado y se ha apresurado demasiado. No dijo él mismo ahora que habría podido aplazarla una semana...?

-Ya sabe usted, Vassine! No tengo más remedio que estar de acuerdo con usted, pero... prefiero ver las cosas a mi manera! Esto me gusta más!

ón de gusto. Es usted quien me ha provocado, yo no pedía nada mejor que callarme.

-E incluso aunque haya un "pedestal", de todas formas es mejor así! - continué -. El pedestal tiene a gala ser un pedestal, no por eso es menos una cola muy estimable. Es a pesar de todo un "ideal" y, si ciertas almas de hoy no lo tienen, eso no es un progreso; con una pequeña deformación, si usted quiere, pero prefiero que exista! Y seguramente usted piensa otro tanto, Vassine, amigo mío, Vassine, mi quetido Vassine! En una palabra, yo me he entusiasmado, naturalmente, pero usted me comprende bien. De otra forma, usted no sería Vassine. De todas formas, le cojo a usted y lo abrazo, Vassine!

ía?

ía inmensa! Pues este hombre "estaba muerto y ha resucitado, estaba perdido y ha sido encontrado"! Vassine, soy un mal muchacho y no lo merezco a usted. Es desde luego eso lo que me hace darme cuenta en ciertos momentos de ser otro completamente distinto, más educado y más profundo. Por haberle lanzado anteayer su elogio en pleno rostro (lo hïce únicamente porque usted me había humillado y abrumado), lo he detestado durante dos largos días! Mé prometí, esta misma troche, no venir jamás a verle y, si vine ayer por la mañana, fue únicamente por rabia, comprende usted bien?, por rabia. Sentado en esta silla, solo, criticaba su habitación y a usted mismo y a todos sus libros y a su patrona; me esforzaba en rebajarlo y burlarme de usted...

útil el contármelo...

-Ayer por la tarde, habiendo deducido de una de sus frases que usted no comprende a las mujeres, yo estaba encantado de poder cogerle por ahí. Al momento, a propósito del "fracaso del comienzo", estuve otra vez encantado locamente al cogerle en falta, y todo eso porque yo había hecho su elogio el otro día...

ó al fin Vassine (continuaba sonriendo, sin asombrarse lo más mínimo) -. Pero es lo que pasa siempre, a casi todo el mundo, y hasta es el primer móvimiento. Sólo que nadie lo confiesa, y además no hace falta confesarlo, porque eso pasa y no entraña ninguna consecuencia.

í? Y usted, al decir eso, está tranquilo? Pero, con semejantes ideas, la vida es imposible!

ún usted:

ás querida me es la ilusión que nos alza
que mil bajas verdades (78).

-Eso sí que es verdad! - exclamé -. Esos dos versos encierran un axioma sagrado!

é nada: no pretendo de ninguna forma decidir si esos versos son verdaderos o no. La verdad, como siempre, debe de estar en alguna parte en el medio: es decir, en un caso una santa verdad, y en otro una mentira. No hay más que una cola que sé bien: que durante mucho tiempo aún esta idea seguirá siendo uno de los grandes puntos de litigio entre los hombres. Hago observar, en todo caso, qué usted tiene ahora deseos de bailar. Pues bien, baile! El ejercicio es bueno, y yo estoy precisamente esta mañana abrumado de trabajo... Además ya estamos retrasados!

-Me voy, me voy! Una palabra solamente - grité, cogiendo ya mi maleta -. Si alguna vez me he "lanzado al cuello de alguien", es únicamente porque usted me ha comunicado la noticia, desde mi llegada, con una alegría tan sincera y porque usted se ha sentido "dichoso" al yo encontrarle en casa, y eso después de la historia del "fracaso en los comienzos". Esa síncera alegría ha vuelto por completo mi "joven corazón" a favor de usted. Pues bien!, adiós, trataré de no venir más durante el mayor tiempo posible, y sé que eso le será extremadamente agradable. Lo leo en sus ojos. Y además eso será una cosa excelente para los dos...

Parloteando así y asfixiándome casi con ese divertido coterreo, levanté mi maleta y salí con ella para mi nuevo alojamiento. Lo que me complacía sobre todo era que Versilov se hubiese enfadado tan pronto conmigo y se negara a hablarme y a mirarme. Una vez depositada mi maleta, volé a casa de mi viejo príncipe. Esos dos días sin él me habían sido, lo confieso, un poco penosos. Además ya él debía estar enterado de la conducta de Versilov.

II

ía muy bien que se alegraría al verme y, lo juro, incluso sin Versilov, habría ido a buscarle hoy mismo. Yo estaba solamente asustado, ayer y ahora mismo, por la idea de que me encontraría con Catalina Nicolaievna. Pero ahora no tenía ya miedo de nada.

ó con alegría.

ílov! Ha visto usted! - comencé en seguida abordando lo esencial.

-t, mi querido amigo, es tan noble, tan educado! Hasta Kilian (el funcionario de abajo) ha quedado impresionado! Es una locura por su parte, pero es magnífico, es una hazaña! Hay que saber apreciar el ideal!

ónde estabas? Quería decididamente ir a verte, pero no sabía dónde encontrarte... Sin embargo no podía ir a casa de Versilov... aunque hoy, después de todo... Fíjate, amigo mío: he aquí lo que le ha permitido triunfar de las mujeres, rasgos de este género, estoy seguro...

ósito, antes de olvidarlo... Se lo tenía reservado precisamente para usted. Ayer, un indigno golfillo, injuriando a Versilov en mi presencia, lo trató de "profeta para buenas mujeres". Qué expresión tan rara! La expresión misma? Se la reservaba para usted...

-" Profeta para buenas mujeres! " Ah, ah, ah! Pero eso le va tan bien! ... o más bien eso no le va en absoluto! Puf!, pero está bien dicho... o más bien no está dicho nada, pero...

-Eso no importa, eso no importa, no se preocupe; no considere más la frase!

ú lo creeras tal vez... En resumen, te cunfiaré un secretito. Te has fijado el otro día en esa Olimpia? Creerás que siente una debilidad por Andrés Petrovitch, hasta el punto, creo, de alimentar algo...?

é, adoptando una postura amenazadora, en mi indignación.

-Mon cherás tú tienes razón desde tu punto de vista. A propósito, amigo mío, qué es lo que te sucedió la otra vez, delante de Catalina Nicolaievna? Vacilaste... creí que ibas a caerte, a iba a lanzarme para sostenerte.

-No es el momento de hablar de eso. Bueno, en una palabra, me sentí confuso por completo, por cierta razón...

ún. Usted sabe que ella no es amiga de Versilov:.. luego, todos esos asuntos, bueno!, me he turbado. Vamos, dejemos eso para después!

-Dejemos, dejemos, ya me gustaría a mí... En resumen, soy muy culpable ante ti, y hasta, tú te acuerdas de eso, gruñí algo entonces... Pero he aquí al príncipe Serioja!

Vi entrar a un oficial joven y hermoso. Lo examiné con ojo ávido porque no le había visto jamás hasta entonces. Digo hermoso, porque era lo que todo el mundo decía de él, pero había en ese joven y bello rostro un no sé qué muy poco seductor. Lo anoto aquí como la primera impresión recibida en la primera ojeada que lancé sobre él y que siempre he conservado. Era delgado, de buena estatura, castaño. Su tez era brillante, pero tirando un poco a amarilla, y la mirada decidida. Sus hermosos ojos oscuros parecían ligeramente severos, incluso cuando estaba perfectamente tranquilo. Pero su mirada decidida era precisamente desagradable porque se olía. que esta decisión le costaba demasiado barata. En fin, no sé cómo expresarme... Sin duda su fisonomía era capaz de pasar bruscamente de la severidad a la amabilidad o a una expresión asombrosamente dulce y acariciadora, y eso con una indiscutible sinceridad. Esta sinceridad atraía. Un rasgo más: a pesar de su amabilidad y de su sinceridad, esa fisonomía no estaba jamás alegre; incluso cuando el príncipe reía de buena gana se sentía a pesar de todo que no debía de tener en su casa una verdadera alegría, ligera y luminosa... Pero es extremadamente difícil describir un rostro. Por lo que a mí toca soy absolutamente incapaz de hacerlo. El viejo príncipe se precipitó en hacernos trabar conocimiento, según su tonta costumbre.

íncipe se volvió hacia mí con una expresión doblemente respetuosa, pero se veía que mi nombre le era totalmente desconocido.

-Es el... pariente de Andrés Petrovitch - murmuró mi insoportable príncipe. (Cuán insoportables son a veces estos viejecitos, con sus costumbres! )

íncipe adivinó en seguida.

ído hablar hace mucho tiempo... - dijo rápidamente -. He tenido el gran placer de conocer, el año pasado, en Luga, a su hermana, Isabel Makarovna... Ella me habló también de usted---.

Yo mismo me quedé sorprendido: una alegría sincera brillaba en su rostro.

ítame, príncipe - balbuceé, llevándome a la espalda los brazos -, debo decirle sinceramente, y me alegra que sea en presencia de nuestro querido príncipe, que deseaba mucho encontrarle a usted, y muy recientemente, ayer aún, yo tenía ese deseo, pero con una intención muy distinta. Lo digo francamente, usted seguramente se asombrará. En resumen, yo quería provocarle por la injuria que le hizo usted hace dieciocho meses, en Ems, a Versilov. Y aunque usted tuviera que rechazar mi desafío porque no soy más que un escolar y un adolescente todavía menor de edad, se lo lanzaría de todas formas, cualesquiera que fuese su respuesta y lo que usted pudiera hacer... Y todavía hoy, lo confieso, tengo la misma intención. ..

El viejo príncipe me dijo más tarde que yo había pronunciado esta frase muy noblemente.

ó en el rostro del príncipe.

ó con aire importante -. Si le he dirigido esas pocas palabras con toda mi buena voluntad, la razón está en los verdaderos sentimientos que experimento ahora hacia Andrés Petrovitch. Lamento no poder comunicarle en este mismo momento todas las circunstancias, pero, se lo aseguro por rni honor, desde hace mucho tiempo considero mi desgraciado acto de Ems con el más profundo pesar. Al volver a Petersburgo he resuelto conceder todas las satisfacciones posibles a Andrés Petrovitch, es decir, pedirle perdón con toda franqueza, literalmente en la forma que fije él mismo. Influencias muy altas y muy poderosas han sido la causa de este cambio de opinión. El que hayamos tenido un proceso no ha influido en nada en mi decisión. Su forma de obrar ayer conmigo me ha emocionado, por decirlo así, y en este mismo momento, créame, no me he. repuesto todavía. Bueno!, debo prevenirle que he venido a casa del príncipe para comunicarle un hecho de extremada importancia: hace tres horas, es decir, exactamente en el momento en que se redactaba ese acta con el abogado, el hombre de confianza de Andrés Petrovitch ha venido a buscarme y me ha transmitido de su parte un desafío... un desafío en regla por la historia de Ems...

-Él le ha desafiado! - exclamé, y sentí que se me saltaban las lágrimas y me subía la sangre a la cara.

í, me ha desafiado; he aceptado en seguida el desafío, pero he resuelto, antes del encuentro, dirigirle una carta exponiéndole el juicio que me merece mi acción y mi pesar por aquel terrible error... pues no fue más que un error, desgraciado, fatal error! Le haré notar que mi posición en el regimiento me hace correr un gran riesgo: una carta como esa en la víspera de un duelo me hace víctima de la opinión pública... comprende? Pero a pesar de eso yo estaba decidido. Sólo que me ha faltado tiempo para remitirle la carta, pues, una hora después del reto, he recibido una nueva carta de él en la que me rogaba que le excuse por haberme importunado, que olvide el reto, y añadiendo que lamentaba "ese acceso pasajero de cobardía y de egóísmo", éstas son sus propias palabras. Me facilita así considerablemente el paso... la carta. No la he enviado aún, pero he venido justamente para decir una palabra al príncipe. Y créame, he sufrido personalmente reproches de mi propia conciencia infinitamente más que cualquier otro... Le satisface esta explicación, Arcadio Makarovitch, al menos por el momento? Me hará usted el honor de creer en mi perfecta sinceridad?

ía una franqueza indiscuíible que no me esperaba de ninguna forma. No aguardaba por cierto nada semejante. Balbucí no sé qué en respuesta y le tendía mis manos; él las estrechó alegremente entre las suyas. Luego se llevó al príncipe aparte y habló cinco minutos con él en su habitación.

-Si quiere usted proporcionarme un gran placer - me dijo en voz alta y franca al salir de casa del príncipe -, vamos a ir juntos y le enseñaré la carta que le envío a Andrés Petrovitch y, al mismo tiempo, la que he recibido de él.

Consentí con gran placer. Mi príncipe se empeñó ardorosamente en acompañarme hasta la puerta y me llamó también, un momento, a su habitación.

-é dichoso soy, qué dichoso soy! ... Hablaremos de todo esto después. A propósito, tengo aquí en mi cartera de mano dos cartas, una que hay que llevar en mano y explicar personalmente, otra para el Banco, y aquí también...

Y me dio dos recados que pretendía que eran urgentes y exigían, según él, mucho trabajo y atención. Se trataba de ir allí, de remitir una carta, de firmar, etc.

é astuto es usted! - exclamé, cogiendo las cartas -. Le juro que todo eso no es más que una falsa propuesta y que no hay absolutamente nada que hacer. Estos dos recados los ha inventado usted a propósito para hacerme creer que le soy útil y que no robo mi sueldo!

-Mon enfantñas. Son dos recados de verdad urgentes... - exclamó de pronto enterneciéndose infinitamente -, mi querido jovencito! - Me puso las manos sobre la cabeza -. Te bendigo lo mismo que a tu destino... Sé siempre tan puro de corazón como hoy... Sé bueno y bello cuanto te sea posible... Amemos todo lo que es bello... bajo los aspectos más variados... Vamos, enfin, enfin, rendons grâce... et je to bénis!

ó y sollozó sobre mi cabeza. Lo confieso, estuve a punto de llorar yo también; al menos abracé sinceramente y con placer a mi original anciano. Cambiamos miles de besos.

III

El príncipe Serioja (quiero decir Sergio Petrovitch, así lo nombraré de ahora en adelante) me llevó a su casa en un elegante coche y comencé por admirar la magnificencia de su apartamiento. O más bien, sin hablar de magnificencia, era un apartamiento como el que posee "la gente bien": habitaciones altas y vastas, luminosas (vi dos, las otras estaban cerradas); muebles que, sin recordar de ninguna forma a Versailles o a la Renaissance, eran blandos, confortables, suntuosos, muy elegantes; alfombras, maderas esculpidas y estatuillas. Sin embargo, todo el mundo decía de ellos que eran miserables, que no tenían nada. Yo había permitido que me dijeran no obstante que ese príncipe lanzaba la pólvora a los ojos en todo sitio donde podía: aquí, en Moscú, en su antiguo regimiento, en París, que era jugador y que tenía deudas. En cuanto a mí, yo llevaba un redingote descolorido y además cubierto de plumas, porque había dormido completamente vestido, y una camisa de cuatro días. Por cierto que este redingote casi no estaba ya presentable, pero, una vez en casa del príncipe, me acordé de la recomendación de Versílov de que me encargara un traje nuevo.

úrese- que me he pasado la noche sin desnudarme, con motivo de un suicidio - dije con aire distraído.

ó pronto atención, le conté brevemente la historia. Lo que más le preocupaba sin embargo era su carta. Yo encontraba raro que él no hubiese ni siquiera sonreído, ni esbozado el menor gesto en ese sentido cuando le anuncié hacía un momento, de sopetón, que quería provocarlo a un duelo. Sin duda yo había sabido obligarle a no reírse, pero eso no era menos extraño por parte de un hombre semejante. Nos sentamos uno enfrente del otro en medio de la habitación, delante de una inmensa mesa de escritorio, y me enseñó su carta a Versilov, ya lista y puesta en limpio. Ese documento se parecía mucho a todo lo que acababa de expresarme en casa de mi príncipe; estaba escrito hasta con calor. Yo no sabía aún, es verdad, qué pensar definitivamente de esta franqueza aparente y de estas disposiciones hacia el bien, pero comenzaba ya a dejarme seducir, pues, en suma, que razón tenía para no creer en eso? Quienquiera que fuese el hombre, y cualesquiera los rumores que corriesen sobre él, no podia menos de tener buenas inclinaciones. Miré también la última nota de Versilov, siete líneas, para renunciar a su reto. Él había en efecto hablado claramente y con todas sus letras de su "cobardía" y de su "egoísmo", pero esa nota se distinguía en su conjunto por cierta altura... o más bien se sentía en todo este paso no sé qué desdén. Me guardé bien de decirlo.

é piensa de esta renuncia? -pregunté -. No cree que él tenga miedo?

-Seguro que no! - sonrió el príncipe, pero con una sonrisa muy seria.

ás preocupado. Yo conocía demasiado bien el valor de este hombre. Naturalmente es una idea mía... una disposición de espíritu que me es particular...

í calurosamente -. Un tal Vassine dice que en esta historia de carta y de renuncia a la herencia hay un "pedestal"... deseado. Según yo, estas cosas no se hacen por exhibición, sino que corresponden a un sentimiento profundo, íntimo.

ñor Vassine - dijo el príncipe.

í, usted ha debido de verlo en Luga (79).

Nos miramos de pronto y recuerdo haber enrojecido un poco. En todo caso, él interrumpió la conversación. Yo estaba completamente decidido a hablar. La idea de, un encuentro que yo había tenido la víspera me incitaba a formularle algunas preguntas, sólo que no sabía cómo expresarlas. Y en general no me sentía muy a mi gusto. Lo que me chocaba también era su buena educación, su urbanidad, la naturalidad de sus modales, en una palabra, todo el lustre que esa gente adquiere casi al salir de la cuna. Yo había notado en su carta dos faltas gramaticales groseras. En general, en encuentros parecidos, no me rebajo jamás, al contrario, me hago cortante, lo que a veces puede ser malo. Pero en el caso presente yo estaba impulsado además por la idea de que estaba cubierto de plumas, si bien exageré un poco y caí en la familiaridad.,. Había observado muy poco a poco que el príncipe me examinaba a veces muy fijamente.

-Diga, príncipe - lancé de repente -, no encuentra ridículo, en su fuero interno, que un "mocoso" como yo haya querido provocarle a un duelo, y sobre todo por una ofensa hecha a un tercero?

á permitido ofenderse. No, no veo en eso nada de ridículo.

-Y a mí me parece que es espantosamente ridículo... desde el punto de vista de otro... es decir, naturalmente no del mío. Tanto más cuanto que yo soy Dolgoruki, y no Versilov. Y si usted no dice la verdad, si le quita importancia a las cosas por conveniencias mundanas, entonces, me engaña también en todo lo demás?

-No, no veo en eso nada de ridiculo - repitió con gran seriedad -. Usted no puede dejar de sentir en sí mismo la sangre de su padre! ... Sin duda, es usted aún joven y... no sé... pero me parece que un menor no tiene derecho a batirse, y no se tiene derecho a aceptar su desafío... según los reglamentos... Pero, si usted quiere, no puede haber en esto más que una objeción seria: si usted lanza su desafío sin que lo sepa el ofendido cuya injuria quiere usted vengar, manifiesta por eso mismo, en cuanto a él, una cierta falta de respeto. No es verdad?

ó a anunciar a alguien. Al verle, el príncipe, que sin duda lo esperaba, se levantó sin acabar su discurso y avanzó rápidamente a su encuentro, de tal forma, que el otro habló a media voz y yo no oí nada.

úseme - me dijo el príncipe -, vuelvo en un minuto.

ó. Me quedé solo. Recorrí a grandes zancadas la habitación de arriba abajo, reflexionando. Cosa extraña, me gustaba y no me gustaba del todo. Había un no sé qué que no habría sabido decir, pero que me chocaba. "Si no se mofa de ninguna forma de mí, entonces, sin duda alguna, es terriblemente franco; pero, si se mofase de mí, entonces... me parecería más inteligente. . . " Esta idea extraña me atravesó el espíritu. Me aproximé a la mesa y releí la carta a Versilov. Distraído así, no sentí pasar el tiempo y cuando volví en mí advertí súbitamente que el minuto del príncipe duraba ya un buen cuarto de hora. Me sentí ligeramente turbado; me puse de nuevo a andar arriba y abajo, al fin cogí mi sombrero y, lo recuerdo, decidí marcharme: si veía a alguien, mandaría a buscar al príncipe y, cuando viniera, me despediría de él asegurándole que tenía un asunto urgente y no podía esperar más. Me pareció que sería lo más digno, pues yo estaba un poco atormentado por la idea de que, al abandonarme así tanto tiempo, me mostraba cierto desdén.

ón se encontraban en las dos extremidades de una misma pared. Como yo había olvidado por cuál habíamos entrado, o más bien por distracción, abrí una de ellas y de pronto vi, en una habitación larga y estrecha, sentada en un diván, a mi hermana Lisa. No había nadie más y ella debía de esperar a alguien. Pero apenas tuve tiempo de asombrarme cuando oí la voz del príncipe que hablaba en voz alta y volvía a su despacho. Volví a cerrar rápidamente la puerta, y el príncipe, que entraba por la otra, no advirtió nada. Recuerdo que se deshizo en excusas, habló de no sé qué Ana Fedorovna... Pero yo estaba tan sorprendido y turbado que no comprendí casi nada y balbucí que debía obligatoriamente volver a mi casa, después de lo cual salí a pasos precipitados. Este príncipe tan bien educado debió evidentemente considerar mi conducta con curiosidad. Me acompañó hasta la antesala hablando siempre, mientras yo no respondía nada y no lo miraba.

IV

Una vez en la calle, torcí a la izquierda y anduve al azar. Todo se confundía en mi cabeza. Caminaba lentamente y creo que había andado no poco trecho, unos quinientos pasos, cuando sentí de pronto que me daban un golpecito suave en el hombro. Me volví y vi a Lisa: me había alcanzado y me había dado suavemente con la sombrilla. Había en su mirada radiante una alegría loca, y un asomo de malicia.

é contenta estoy porque hayas cogido por este lado! De otra forma no lo habría encontrado en todo el día!

ápida.

ómo jadeas!

-He corrido tanto para alcanzarte!

ú a quien he visto hace un momento?

-Dónde?

-En casa del príncipe... el príncipe Sokolski...

é, y anduvimos una decena de pasos. Lisa estalló en risas.

-Era yo, seguro que era yo! Escucha un poco! Pero tú me has visto, me has mirado a los ojos y yo te he mirado también. Por qué me preguntas si era yo? Qué carácter tan extraño! Has de saber que sentí unas ganas terribles de reír cuando me miraste a los ojos; tenías un aspecto demasiado raro.

ía contener la risa. Sentía que todo mi enojo me abandonaba.

-Pero, cómo diablos te encontrabas allí?

é Ana Fedorovna?

-Stolbieieva. Cuando vivíamos en Luga pasé en casa de ella días enteros. Ella nos recibía, a mamá y a mí, y venía también a nuestra casa. Ella no iba, por decirlo así, a casa de nadie más. Es una pariente lejana de Andrés Petrovitch, y también de los príncipes Sokolski. Debe de ser poco más o menos abuela del príncipe.

-Entonces, ella vive en casa del príncipe?

íncipe quien vive con ella.

én es el apartamiento?

-De ella. Hace ya un año que todo el apartamiento es de ella. Ella misma no está en Petersburgo más que desde hace cuatro días.

én...

-Quiero creerlo; además tiene los medios. Nosotros también somos buenos! Mira un poco: qué día!, qué buen tiempo!, qué hermosa estás hoy, Lisa! Pero en el fondo no eres más que una niña terrible.

íme, Arcadio, esa muchachita de ayer...

-Ay!, qué lástima, Lisa! Qué lástima!

é lástima! Qué destino! Tú sabes? Es malo por nuestra parte estar tan alegres mientras que su alma vuela ahora en las tinieblas en una oscuridad sin fondo, con su pecado y su resentimiento... Arcadio, quién tiene la culpa de su pecado? Ah, qué terrible! Piensas alguna vez en esas tinieblas? Ah, qué miedo tengo de la muerte!, y qué mala es! No me gusta la oscuridad; ah, este sol, cuánto mejor es! Mamá dice que es malo tener miedo... Arcadio, tú la conoces bien a mamá?

ía bastante poco, Lisa, la conozco bastante poco.

-Ah, qué criatura es! Tú debes, tú debes conocerla! Hace falta sobre todo comprenderla...

ía, y ahora te conozco por completo. En un minuto he pentrado en ti por completo. Lisa, te esfuerzas en vano en tener miedo de la muerte, debes ser orgullosa, audaz, valiente. Vales más que yo, infinitamente más que yo! Te quiero locamente, Lisa. Ah, Lisa! La muerte puede venir cuando quiera; por el momento, vivamos, vivamos! Lamentemos la pérdida de esa desgraciada, pero bendigamos la vida. No tengó razón? Tengo mi "idea", Lisa. Lisa, sabes que Versilov ha renunciado a la herencia?

ómo no iba a saberlo? Nos hemos abrazado mamá y yo.

-Tú no conoces mi alma, Lisa, tú no sabes lo que era para mí ese hombre...

-Vamos, lo sé todo!

ú lo sabes todo? Seguro! Tienes alma; incluso más que Vassine. Mamá y tú tenéis ojos penetrantes, quiero decir la mirada, no los ojos, me confundo... Muy a menudo soy un imbécil, Lisa:..

-Pues bien!, llévame, Lisa. Qué bueno es mirarte hoy! Pero, sabes que eres adorable? No había visto nunca tus ojos... Acabo de verlos por primera vez... Dónde los has cogido hoy, Lisa? Dónde los has comprado? Cuánto has pagado por ellos? Lisa, yo no tenía amigos, y luego considero esta "idea" como una tontería; pero contigo no es una tontería... Quieres que seamos amigos? Comprendes bien lo que quiero decir?

-Y, sabes?, sin contrato, sin condiciones, seremos amigos por las buenas.

í, completamente por las buenas. Sólo hay una condición: si un día nos acusamos el uno al otro, si estamos descontentos de algo, si estamos de mal humor, si incluso nos olvidamos de todo, bien no nos olvidaremos jamás de este día ni de esta hora! Démonos palabra. Prometamos acordarnos eternamente de este día en que nos hemos paseado juntos, cogidos de la mano, y en que tanto nos hemos reído, y hemos tenido tanta felicidad... Sí? Dices sí?

í, Lisa, sí, te lo juro. Pero, Lisa, me parece que te oigo por primera vez... Lisa, tú has leído mucho?

-No me habías hecho todavía esta pregunta! Fue ayer, cuando me equivoqué en una palabra, la primera vez que te dignaste prestarle a esa atención, querido señor, señor Filósofo.

-Por qué no hablabas tú, tú misma, si yo he sido tan bestia?

ás inteligente. He visto a través de usted desde el principio, Arcadio Makarovitch. Y pronto me dije: él vendrá, terminará seguramente por venir. Y he preferido concederle el honor de dar el primer paso: "No - me decía yo -, te toca a ti ahora correr detrás de mí. "

-Ah!, así ha sido la cosa, pequeña coqueta! Bueno!, Lisa, confiésalo francamente, te has reído mucho de mí este mes?

ículo, abominablemente ridículo, Arcadio! Y, sabes?, tal vez te he amado este mes sobre todo por eso, porque eres tan original. Pero con frecuencia eres un mal original, digo eso para que no te enorgullezcas. Pero, sabes quién se ríe todavía de ti? Mamá se ha reído, nos hemos reído juntas: " Qué original! ", nos cuchicheábamos, " qué original de todas formas! " Y tú, tú te figurabas durante todo ese tiempo que estábamos allí temblando ante ti.

é piensas de Versilov?

él ahora. No es el día, verdad?

-Tienes razón. No, eres terriblemente inteligente, Lisa! Eres seguramente más inteligente que yo. Bueno! Espera un poco, terminaré con todo esto y luego te diré quizás una cosa...

é has fruncido las cejas?

ás decirlo francamente: no me gusta que se me toque con el dedo ciertos lugares cosquillosos de mi alma... o más bien que se haga exhibición de ciertos sentimientos para que todo el mundo los admire. Es vergonzoso, no es verdad? Por eso prefiero algunas veces fruncir las cejas y no decir nada. Tú eres inteligente, debes comprender.

én soy así. Te comprendo perfectamente y, sabes?, mamá también es así.

ólo con que pudiésemos vivir mucho tiempo aquí! Cómo! Qué es lo que has dicho?

-Pero si no he dicho nada.

-No me estás mirando?

ú también me estás mirando. Te miro y te quiero.

La acompañé de vuelta casi hasta la casa y le di mi dirección. Al dejarla, la besé por primera vez en mi vida...

V

Y todo esto habría estado bien; no había más que una sombra: una idea triste se agitaba en mí desde la noche y no me salía del alma. Era que, cuando la víspera por la tarde había encontrado delante de nuestra puerta a esa desgraciada, yo le había dicho que también yo me iba de la casa, del nido, que se abandonaba a los malvados para fundar su propio nido para sí mismo, y que Versilov tenía muchos bastardos. Estas palabras de un hijo sobre su padre habían seguramente confírmado sus sospechas a propósito de Versilov y su impresión de que él había querido ofenderla. Yo acusaba a Stebelkov, y era tal vez yo quien había arrojado aceite al fuego. Terrible idea, terrible aún hoy... Pero entonces, esa mañana, yo había intentado en vano comenzar a atormentarme, me parecía que no era más que una tontería: "Vamos, había ya sin mí mucho rencor acumulado", me repetía de tiempo en tiempo. " Bah, eso pasará! Me tranquilizará! Compensaré eso de una manera a otra... con cualquier buena acción... Tengo todavía cincuenta años delante de mí! "

ándose

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Notas
Indice de los personajes

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