Dostoevsky. El adolecente (Spanish. Подросток).
Tercera parte. Capitulo VI

Primera parte: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Segunda parte: 1 2 3 4 5 6 7 8 9
Tercera parte: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13
Notas
Indice de los personajes

I

érdese una vez más que yo tenía la cabeza un poco vacilante. De no ser así, yo habría hablado y obrado de otra manera. En aquel establecimiento, en una sala trasera, se podía en efecto comer ostras, y nos instalamos en una mesa cubierta por un mal mantel sucio. Lambert pidió champaña; una copa llena de un vino frío color de oro apareció delante de mí, mirándome con aire atractivo; pero yo estaba descontento.

ás me ofende es que te figures que puedes todavía darme órdenes como en casa de Tuchard, siendo así que aquí eres tú el esclavo de todos.

-Imbécil! Vamos, brindemos!

í; si, por to menos, disimulases que quieres hacerme beber...

ás diciendo tonterías y estás borracho. Es preciso seguir bebiendo, y te sentirás más alegre. Vamos, coge tu cops, cógela.

ómo es eso de "cógela"? Voy a irme, eso es todo.

Y en efecto, iba a levantarme. Le entró una gran cólera.

í: os he visto, murmurabais juntos. Pues bien, no eres más que un imbécil. A Alphonsine se le revuelve el estómago cuando él se le acerca... -Es repugnante. Ya te contaré lo que vale.

-Ya me lo has dicho. A cada momento tienes en la boca a Alphonsine. Eres terriblemente estrecho.

-Estrecho? - No comprendía -. Ahora se han puesto de acuerdo con el picado de viruelas. Por eso los he despedido. Son indecentes. Ese picado de viruelas es un canalla, va a pervertirlos. Yo, por el contrario, exigía que se comportasen siempre noblemente.

é, cogí maquinalmente la copa y bebí un trago.

ú, tú tienes miedo de ellos, no es así? - continué enrabiándolo (y ciertamente yo era entonces todavía más repulsivo que él) -. Andreiev te ha tirado el sombrero y tú le has dado veinticinco rublos de recompensa.

-Sí, pero me los pagará. Se rebelan, pero ya los domaré...

ás que yo. Todas tus esperanzas descansan ahora únicamente en mí. No?

-Sí, mi pequeño Arcadio, eso es una gran verdad: tú sigues siendo mi único amigo. Lo has dicho muy bien!

é hacer con un hombre tan grosero? Era totalmente inculto, y tomaba una burla por un elogio.

ías evitarme disgustos si fueses un buen camarada, Arcadio - prosiguió mirándome tiernamente.

-Cómo es eso?

-Tú to sabes muy bien. Sin mí, no eres más que un imbécil, y lo seguirás siendo siempre, mientras que yo en cambio puedo darte treinta billetes de a mil y, yendo a medias, tú te figuras lo que eso produciría? Considera un poco lo que eres: no tienes nada, ni nombre, ni familia. Y así, de golpe y porrazo, será la fortuna. Con una suma semejante, puedes empezar una carrera.

é estupefacto con el procedimiento. Suponía que él iba a recurrir a la astucia, y he aquí que se metía de lleno en el asunto, en plan infantil. Resolví escucharlo, por largueza de espíritu (138) y... por loca curiosidad.

ú no comprenderás quizá esto, pero consiento en escucharte porque tengo amplitud de espíritu - declaré firmemente, y me bebí otro trago.

Lambert, inmediatamente, volvió a llenar la copa.

í, Arcadio: si un individuo como Bioring se hubiese permitido decirme injurias y golpearme delante de una dama a la que adoro, bueno, no sé lo que yo habría hecho. Tú, en cambio, te has aguantado y me repugnas: no eres más que un poltrón.

ómo te atreves a decir que Bioring me ha pegado? - exclamé ruborizándome -. Soy más bien yo quien le ha pegado a él, y no él a mí.

-No, es él quien te ha pegado, y no tú.

-Pero él te rechazó a empellones y ordenó a los criados que te despidieran con malos modos... Y ella, que estaba en el coche mirándote y riéndose de ti! Ella sabe que no tienes padre y que se te puede hacer tragar todo.

é, Lambert, pero en este momento estamos hablando como escolares, y me da vergüenza por ti. Quieres solamente irritarme, y lo haces de una manera tan grosera, tan descaradamente, que se diría que te las estás entendiendo con un muchachillo de dieciséis años. Te has puesto de acuerdo con Ana Andreievna! - exclamé temblando de cólera y sin dejar de beber maquinalmente, a sorbitos.

ájara! Nos dará carrete a ti y a mí y al mundo entero. Te esperaba porque a ti te será más fácil ponerte de acuerdo con la otra.

-Qué otra?

ñora Akhmakova. Lo sé todo. Tú mismo me has dicho que ella tiene miedo de la carta que tú conservas...

é carta? ... Estás mintiendo... La has visto? -balbucí todo conmovido.

-La he visto. Es guapa. Très belle

é que la has visto. Pero también sé que no te has permitido hablarle, y no quiero tampoco que te permitas hablar de ella.

-Eres todavía joven y ella se ríe de ti, eso es todo. Había una de esas virtudes allá en Moscú: oh, cómo arrugaba la nariz! Y bien, cuando se la amenazó con contar todo se puso a temblar y en seguida se mostró obediente. Y conseguimos lo uno y lo otro; comprendes?: el dinero y lo demás. Ahora ella está de nuevo en el mundo, inabordable, vuela alto, diablo!, y qué tren de vida! Y si tú vieras en qué cuchitriles ha pasado eso! Tú todavía no has conocido eso. Si supieras que esos cuchitriles no las asustan...

í sin poder aguantarme.

-Están corrompidas hasta la médula de los huesos. No sabes de lo que son capaces! Alphonsine ha vivido en una de esas casas: pues bien, estaba asqueada!

ía - confirmé de nuevo.

ú tienes lástima...

-Lambert, eres un miserable, eres un maldito - exclamé comprendiendo de pronto y echándome a temblar -. He visto todo eso en sueños. Tú estabas allí con Ana Andreievna... Oh, eres un maldito miserable! Es que te figurabas que yo soy hasta ese punto miserable? Lo he visto en sueños porque yo sabía ya que me dirías todo eso. Y, en fin, las cosas no pueden ser tan sencillas, para que me hables tan franca y simplemente!

-Ah, se pone furioso! Ta, ta, ta - dijo Lambert riendo y triunfal -. Y bien, mi pequeño Arcadio, ya sé todo lo que necesitaba. Por eso te esperaba. Escúchame: la amas y quieres vengarte de Bioring. Eso es lo que yo quería saber. Lo sospechaba ya mientras te esperaba. é, cela change la question! Y eso resulta tanto mejor cuanto que ella también te ama. Además, no puedes hacer otra cosa, has escogido lo más seguro. Y luego has de saber, Arcadio, que tienes un amigo: yo, de quien puedes hacer lo que quieras. Este amigo te ayudará y te casará. Encontraré todo lo que haga falta, lo haré salir de debajo de la tierra, mi pequeño Arcadio. A cambio, le darás en seguida a tu antiguo camarada treinta billetitos para consolar su pena. Eh? Te ayudaré, no te preocupes. En esta clase de negocios, conozco todos los trucos. Te darán toda la dote, y hete aquí rico, con una bonita carrera en perspectiva. . .

ás bien, yo veía claramente que él creía a pies juntillas en la posibilidad de casarme, que incluso adoptaba aquella idea con entusiasmo. Naturalmente, yo veía también que me ponía la trampa como a un niño (desde luego, ya lo veía por aquel entonces); pero la idea de aquel casamiento con ella me había traspasado tan enteramente, que, aun asombrándome de que Lambert pudiera creer en semejante ocurrencia, yo mismo le había prestado crédito irresistiblemente, sin dejar de darme cuenta por un solo instante de que la cosa era manifiestamente irrealiznble. No sé cómo se conciliaba todo aquello.

í.

é no? Tú le enseñas el documento, ella te coge miedo y se casa contigo, para no perder el dinero.

Resolví no frenar a Lambert en sus, pillastrerías, porque las desplegaba tan ingenuamente ante mí, que ni siquiera sospechaba que de pronto yo pudiese indignarme. Sin embargo murmuré que no querría casarme exclusivamente por la fuerza:

é por la fueza. Cómo puedes ser tan vil como para creerme capaz de eso?

á de ella misma; no serás tú, será ella. Ella cogerá miedo y se casará contigo. Y también se casará contigo porque te ama - añadió Lambert, corrigiéndose.

ás inventando. Te burlas de mí. Cómo sabes tú que ella me quiere?

é. También Ana Andreievna lo supone. Te hablo en serio y te digo la verdad: Ana Andreievna lo supone. Más tarde te contaré todavía algo más, cuando vengas a verme, y ya verás que ella te quiere. Alphonsine ha estado en Tsarskoie; también ella se ha informado por su parte...

-Y qué es lo que ha podido averiguar allí?

-Vamos a casa; ella misma te lo contará, será más agradable para ti. Y además, es que tú no vales tanto como otro cualquiera? Eres guapo, estás bien educado...

í, estoy bien educado - susurré, respirando apenas.

El corazón me latía como si fuera a romperse, y, naturalmente, el vino no era la única causa.

-Eres guapo, estás bien vestido.

í, estoy bien vestido.

í, soy bueno.

é, entonces, no iba ella a consentir? Bioring, a pesar de todo, no la tomaría sin dinero, y tú, en cambio, puedes privarla de su dinero, por tanto ella tendrá miedo. Te casas y, al mismo tiempo, te vengas de Bioring. Tú mismo me dijiste, aquella noche, cuando estabas helado, que ella está enamorada de ti.

-Cómo?, te he dicho yo eso? Seguramente no hablé así.

í, sí, lo dijiste.

ía delirando. Fue entonces cuando te hablé también del documento?

í, me dijiste que tenías esa famosa carta. Y entonces yo pensé: Cómo es posible que, teniendo esa carta, pierda el tiempo de esta manera?

-Todo eso no son más que figuraciones! No soy lo bastante estúpido para creérmelo - balbucí -. Primeramente, la diferencia de edad. Además, yo no tengo nombre.

á contigo. Es imposible obrar de otra manera cuando se puede perder tanto dinero. Ya arreglaré yo eso. Además, ella te quiere. Mira, el viejo príncipe está muy bien dispuesto hacia ti; tú sabes las relaciones que puedes conseguir gracias a su protección. En lo que al nombre se refiere, hoy no hace falta ninguna: en cuanto tengas dinero, lo único que necesitas es avanzar, a irás lejos, y dentro de diez años tendrás tantos millones, que temblará toda Rusia: qué necesidad tendrás entonces de nombre? En Austria se puede comprar un título de barón. Una vez casado, átala corto. Con ellas, es preciso saber manejarlas. Una mujer enamorada prefiere que se la trate con dureza. A la mujer le gusta que el hombre tenga carácter. Tú le mostrarás el tuyo después de haberla asustado con la carta. Ella pensará: "Tan joven y ya tiene carácter!"

Me quedé en mi asiento como aturdido. Con ninguna otra persona me habría dejado arrastrar a una conversación tan estúpida. Pero no- sé qué sed deliciosa me empujaba a prolongarla. Por lo demás, Lambert era demasiado estúpido y demasiado vil para que pudiera uno ruborizarse delante de él.

-No, mira, Lambert - dije de pronto -, será -todo tu que tú quieras, pero hay en eso muchas cosas absurdas. Si te hablo, es porque somos camaradas y no tenemos por qué avengonzarnos el uno del otro. Pero con ninguna otra persona me habría yo rebajado hasta este punto. Y sobre todo, por qué afirmas con tanta seguridad que ella me quiere? Hace un momento has hablado acertadamente en cuanto se refiere a la fortuna. Pero, mira, Lambert, tú no conoces el gran mundo: allí dentro todo transcurre en el plan más patriarcal, es el régímen de los clanes, por así decirlo, y ahora que ella no conoce todavía cuáles son mis capacidades ni a qué puedo llegar en la vida, a pesar de todo, se avergonzará de mí. Pero no lo ocultaré, Lambert, que hay en efecto un punto que puede hacer concebir esperanzas. Mira: ella podría casarse conmigo por agradecimiento, porque así la libraría yo del odio de un hombre. Y a ella le da miedo, miedo de ese hombre.

él, entonces?

ó de pronto con una extraordinaria curiosidad.

-Oh, no! - exclamé -. Qué terrible y qué idiota eres al mismo tiempo, Lambert! Es que iba yo a querer casarme con ella si él la amase? El hijo y el padre!, sería, de todas formas, una vergüenza. Él a quien quiere es a mamá; a mamá, lo he visto a punto de abrazarla, y yo que me figuraba antes que a quien quería era a Catalina Nicolaievna! Ahora comprendo muy bien que él pudo quererla antes, pero que desde hace tiempo la detesta... Él quiere vengarse, y ella tiene miedo por eso, porque, mira, Lambert, él es terrible cuando empieza a vengarse. Se vuelve medio loco. Cuando odia a alguien, es capaz de todo.

"Son odios de antiguas familias, por altas razones de principios. En nuestra época, se escupe a todos los principios; en nuestra época, no hay ya principios, sino únicamente casos particulares. Ah!, Lambert, tú no comprendes nada: eres bruto como un alcornoque; te hablo ahora de estos principios y desde luego tú no comprendes lo más mínimo. Eres terriblemente inculto. Te acuerdas cómo me pegabas? Ahora yo soy más fuerte que tú, lo sabes?

-Mi pequeño Arcadio, vamos a mi casa! Pasaremos la tarde juntos, beberemos todavía otra botellita y Alphonsine cantará acompañándose con la guitarra.

é. Escucha, Lambert, yo tengo mi "idea". Si eso no cuaja no me caso, me retiraré dentro de mi idea; tú en cambio no tienes idea ninguna.

ás eso después, vamos!

-No iré! - y me levanté -. No quiero, y no iré. Iré a tu casa, pero tú no eres más que un bribón. Te daré treinta mil rublos, de acuerdo, pero yo soy más puro que tú y más noble... Veo muy bien que quieres engañarme. Pero en cuanto a ella, te prohibo incluso pensar: ella está por encima de todos nosotros, y tus planes son una porquería tal, que incluso me asombro por ti, Lambert. Quiero casarme, eso es un asunto distinto, pero no tengo necesidad de capital, desprecio el capital. No aceptaré, ni siquiera aunque ella me ofreciese su fortuna poniéndose de rodillas... Casarme, casarme, eso es una cosa completamente distinta. Y mira, lo has dicho muy bien. es preciso atarlas corto. Amar, amar apasionadamente, con toda la grandeza de alma de que es capaz el hombre y que una mujer no podrá tener jamás, por ser déspota, eso es lo que está bien. Porque, mira, Lambert, a la mujer le gusta el despotismo. Tú, Lambert, tú conoces a las mujeres, pero en todo lo demás eres asombrosamente estúpido. Y, mira, Lambert, no eres en realidad tan repugnante como pareces, eres simplote. Yo te quiero. Ah, Lambert! Por qué eres tan bribón? Sería tan agradablc vivir contigo! Mira, Trichatov es muy agradable.

Estas últimas frases sin ilación fueron balbuceadas ya en la calle. Oh!, me acuerdo de los menores detalles: hace falta que el lector vea cómo; con todos mis entusiasmos, todos mis juramentos y mis promesas de volver al bien y de buscar la belleza, pude entonces caer tan fácilmente y en semejante cieno. Y, lo juro, si no estuviese perfecta y enteramente convencido de que soy ahora otro hombre y de que he adquirido la costumbre de la vida práctica, a ningún precio haría semejantes confesiones.

íamos salido del establecimiento, y Lambert me sostenía rodeándome ligeramente la cintura. De pronto, volví los ojos hacia él y vi. en su mirada fija, escrutadora, terriblemente atenta y perfectamente sobria, casi la misma expresión que la mañana en que estuve a punto de quedarme helado y en que me condujo, ciñéndome con el brazo exactamente de la misma manera, hasta un coche, escuchando con sus ojos y con sus oídos mis balbuceos sin ilación. Las personas atrapadas por la bebida, pero que no están completamente ebrias, tienen de pronto instantes de entera lucidez.

é a tu casa a ningún precio! -dije con ilación y con firmeza, mirándolo con aire burlón y rechazando su brazo,

-Vamos, vamos. Le diré a Alphonsine que haga té.

Él estaba profundamente convencido de que yo no me escaparía. Me rodeaba y me sostenía con satisfacción, como a su víctima, y bien que le era yo necesario precisamente aquella tarde y en aquel estado. Más adelante se verá el porqué.

é! - repetía yo -. Cochero!

Justamente pasaba un trineo y salté dentro.

ónde vas? Qué haces ahí? - aulló Lambert con un miedo terrible, sujetándome por la pelliza.

-Y no trates de seguirme! - exclamé -. No corras detrás de mí.

ó de las manos de Lambert.

ás! - gritó detrás de mí con una voz malvada.

-Iré, si quiero. Soy libre! - le grité desde el trineo, vuelto hacia él.

II

ó, sin duda porque no halló otro vehículo a mano, y pude escaparme de él. Pero me hice llevar únicamente hasta la Siennaia; allí, me levanté y despedí el trineo. Tenía ganas locas de caminar a pie. No sentía ni fatiga, ni una gran embriaguez. Tenía solamente una especie de entusiasmo, un aflujo de fuerzas, una capacidad extraordinaria para cualquier empresa, una infinidad de ideas agradables en la mente.

ón latía con rapidez y con fuerza: oía cada uno de los latidos. Y todo me resultaba tan agradable, tan fácil! Al pasar ante el puesto de guardia de la Siennaia (139), tuve unas ganas locas de acerçarme al centinela y abrazarlo. Era el deshielo, la plaza estaba negra y olía mal, pero todo me agradaba, incluso la plaza.

Ahora voy a seguir por la Perspectiva Obukhov, me decía yo. En seguida doblaré a la izquierda y desembocaré en el Semenovski, cambiaré de pronto de dirección y seguiré caminando, porque es delicioso, todo es delicioso. Llevo la pelliza desabrochada, pero nadie me la quita, dónde están entonces los ladrones? Dicen que hay ladrones en la Siennaia, que se acerquen! Tal vez les daré mi pelliza. Qué falta me hace? Una pelliza es una propiedad. La propiété, c'est le volé hermoso es todo! Qué cosa más buena que sea ahora el deshielo! De qué sirve la helada? No debería haber nunca helada. Se siente uno satisfecho diciendo así tonterías. Caramba!, qué le he dicho a Lambert sobre los principios? Le dije que no hay principios, sino únicamente casos particulares. He mentido, requetementido! Aposta para deslumbrarlo. Es un poco vergonzoso, pero es igual, repararé eso. No te avergüences, no te atormentes, Arcadio Makarovitch! Arcadio Makarovitch, usted me agrada. Incluso me agrada mucho, mí joven amigo. Es una lástima que sea usted un pequefio, un pequeñito bribonzuelo... y... y... ah!... ah!...

ón se sintió nuevamente invadido de embriaguez.

-Señor! Qué es lo que él ha dicho? Ha dicho que ella me quiere. Oh!, el muy pillo, ha mentido. Era para que fuese a pasar la noche en casa de él. En realidad, puede que no sea eso. Ha dicho que Ana Andreievna también lo cree por su parte... Ja, ja! Es que Daria Onissimovna ha podido enterarse de algo: siempre está metiendo la nariz por todas partes. Y por qué, a pesar de todo, no he ido a casa de él? Me lo habría contado todo. Hum!, él tiene su plan; yo presentía todo esto hasta en los menores detalles. Un sueño. Está bien concebido, señor Lambert, únicamente que está usted mintiendo, que esto no pasará así. Pero quizá sí! Quizá sí! Es que no podría él conseguir que me casara? Es muy capaz. Es ingenuo y tiene fe. Es estúpido y audaz como todos los hombres de negocios. La estupidez y la audacia reunidas son una gran fuerza. Confiesa que has tenido miedo de Lambert, Arcadio Makarovitch. Y qué necesidad tiene él de gente honrada? Lo dice con toda seriedad: no hay un solo hombre honrado en este mundo. Pero, y tú, entonces? Vamos!, qué estoy diciendo? Es que los hombres honrados no son necesarios para los pillos? En la pillería la gente honrada es más necesaria que en cualquier otra parte. Ja, ja, ja, en tu completa inocencia, tú no sabías todavía esto, Arcadio Makarovitch! Señor! Y si verdaderamente consigue casa. rme!

í una tontería (puesto que hace mucho tiempo que ha pasado), debo confesar que, desde hacía mucho tiempo, yo quería casarme, o más bien no quería y eso no sucedería jamás (y eso no sucederá jamás, doy mi palabra), pero más de una vez y mucho tiempo antes, yo había pensado lo agradable que sería casarse, un número incalculable de veces, sobre todo al dormirme por las noches. Aquello había empezado cuando yo tenía dieciséis años. Tenía en el Instituto un camarada de mi edad, Lavroski, un muchacho muy agradable, tranquilo y bonito, que, por lo demás, sólo tenía eso de particular. Yo - no le hablaba casi nunca. De repente nos encontramos un día solos, sentados el uno al lado del otro; él estaba muy pensativo y me dijo de pronto:

-Ah, Dolgoruki!, qué opina usted, si fuéramos ya hombres casados? Porque, qué mejor época para casarse que ahora? Y, sin embargo, es tan imposible!

í de acuerdo con toda mi alma, porque también yo tenía ya entonces el mismo sueño. A partir de entonces nos encontramos varios días seguidos y siempre hablábamos de lo mismo, a escondidas por decirlo así. Más tarde, no sé cómo pasó, pero nos separamos y dejamos de hablarnos. Pues bien, fue entonces cuando me puse a soñar. Sin duda era inútil mencionarlo, pero he querido solamente indicar hasta qué punto se remontan a veces las cosas en el pasado...

ás que una objeción seria, pensaba yo, continuando mi marcha. Oh!, sin duda una miserable diferencia de edad no es obstáculo, pero he aquí: ella es tan aristócrata, y yo Dolgoruki a secas! Es un feo asunto. Hum! Versilov bien podría, al casarse con mamá, pedirle al Gobierno permiso para adoptarme... en recompensa de los servicios del. padre... Él ha servido, por tanto ha prestado servicios. Él era mediador de paz... Vamos, que el diablo me lleve! Qué ignominia!

Lancé esta exclamación y, bruscamente, por tercera vez, me detuve, como aplastado en- el sitio. Un sentimiento doloroso de humillación ante la idea de que hubiera podido formar un deseo tan vergonzoso como el de cambiar de apellido mediante la adopción, esa traición a toda infancia, todo aquello aniquiló en un instante todas mis disposiciones precedentes, toda mi alegría se disolvió en humo. No, no se lo diré a nadie, pensé, ruborizándome terriblemente; si me he rebajado tanto, es que... estóy enamorado y soy un idiota. No, si hay un punto sobre el que Lambert tenga razón, es cuando dice que ahora ya no hay necesidad de todas esas tonterías, y que en nuestra época lo esencial es el hombre, y después su dinero. O más bien, no el dinero, sino el poder. Con esa fortuna, me entrego a mi "idea", y dentro de diez años toda Rusia se estremecerá y yo me vengaré de todo el mundo. A qué guardarle a ella tantos miramientos? En eso también Lambert tiene razón. Ella tendrá miedo y se casará conmigo con la mayor facilidad. Dará su consentimiento de la manera más simple y más trivial del mundo, y se casará conmigo. " No puedes figurarte lo fácil que es eso!" Era la frase de Lambert que me volvía a la memoria. Y es verdad, confirmaba yo, Lambert tiene razón en todos los aspectos. Tiene mil veces más razón que yo y que Versilov y que todos esos idealistas. Él sí es un realista. Ella verá que tengo carácter y dirá: " Es que tiene carácter! " Lambert es un pillo y no piensa más que en sacarme los treinta mil, pero, a pesar de todo, es mi único amigo. No hay otra amistad posible; son gentes prácticas las que han imaginado todo esto. Y en cuanto a ella, ni siquiera la humillo. Es humillarla esto? En to más mínimo. Todas las mujeres son iguales. Existe una sola mujer sin bajeza? Por eso es por lo que tienen necesidad del hombre. Han sido creadas para la sumisión. La mujer es vicio y escándalo, el hombre nobleza y generosidad. Será así hasta la consumación de los siglos. Me propongo hacer use del "documento"; pues bien, eso no significa nada. Eso no será obstáculo ni para la nobleza ni para la generosidad. No existen Schiller en el estado puro; los han inventado. Poco importa que haya un defecto si el fin es magnífico. En seguida todo será lavado y repasado. De momento es todo sencillamente largueza de espíritu, es vida, es la verdad práctica. He aquí cómo se llaman las cosas hoy día!

Oh!, lo repito una vez más: que se me perdone que transcriba aquí todo este delirio de borracho, sin perdonar ni una sola línea. No es más que la quintaesencia de mis ideas del momento, pero me parece sin embargo que son las palabras mismas que empleé. Tenía que transcribirlas, puesto que escribo para juzgarme. Qué habría que juzgar sino esto? Puede haber en la vida nada más serio? El vino no era una justificación.

Soñando así, y todo hundido en mis imaginaciones, no noté que había llegado por fin a casa, quiero decir a la vivienda de mamá. Ni siquiera me di cuenta de cómo había entrado; pero acababa de poner los pies en nuestra minúscula antecámara cuando comprendí de golpe que había pasado en nuestra casa algo extraordinario. Se hablaba alto en las habitaciones, se lanzaban gritos y se oía a mamá que lloraba. En el umbral, estuve a punto de ser derribado por Lukeria, que pasaba en torbellino de la habitación de Makar Ivanovitch a la cocina. Me quité la pelliza y entré en el cuarto de Makar Ivanovitch, donde todo el mundo se había reunido.

í Versilov y mamá. Mamá estaba recostada en sus brazos; y él la estrechaba fuertemente contra su corazón. Makar Ivanovitch estaba sentado, según su costumbre, en su taburete, pero como sin fuerzas, mientras que Lisa le sostenía penosamente el hombro para impedirle que cayera; estaba claro que siempre tenía tendencia a caer. Vivamente, di un paso hacia él, me sobresalté y adiviné: el anciano estaba muerto.

ía todavía como siempre. Lisa estaba sola con él; estaba sentada a su lado y le contaba sus penas, mientras que él, como la víspera, le acariciaba la cabeza. De repente, fue asaltado por un temblor (contaba Lisa), quiso levantarse, quiso gritar, pero volvió a caer en silencio sobre el lado izquierdo.

ón! - dijo Versilov.

Lisa profirió un grito que puso en pie a toda la casa, acudió todo el mundo, y todo aquello acababa de pasar tal vez un minuto antes de mi llegada!

ó Versilov -, corre inmediatamente a casa de Tatiana Pavlovna! Seguramente debe de estar en su casa. Que venga en seguida. Coge un coche. Date prisa, te lo suplico!

é nada que se pareciese a una pena auténtica, a lágrimas; sólo lloraban mamá, Lisa, y Lukeria. Por el contrario, lo he retenido perfectamente, lo que me chocaba en su rostro era una excitación extraordinaria, una especie de entusiasmo. Corrí a cases de Tatiana Pavlovna.

í ningún coche, sino que hice todo el camino al trote, sin detenerme. Tenía el espíritu turbado, pero, aun así, casi entusiasta. Comprendía que acababa de suceder un acontecimiento radical. Mi embriaguez había desaparecido completamente, hasta la última gota, y con ella todas las ideas innobles cuando llamé en casa de Tatiana Pavlovna.

ó la finesa:

-La señora ha salido! - y quiso volver a cerrar inmediatamente.

-Cómo que ha salido? - dije yo, colándome a viva fuerza en la antecámara -. Pero es imposible! Makar Ivanovitch ha muerto!

ómo? - resonó bruscamente el grito de Tatiana Pavlovna a través de la puerta cerrada de su salón.

-Muerto! Makar Ivanovitch ha muerto! Andrés Petrovitch le ruega que vaya en seguida.

-Mientes...!

ó, pero la puerta no se abrió más que una pulgada.

é hay de eso? Cuenta!

él estaba ya muerto. Andrés Petrovitch dice que es el corazón.

é haces ahí parado?

Yo veía claramente, a través de la puerta entreabierta, que alguien acababa de salir desde detrás de la cortina que disimulaba la cama de Tatiana Pavlovna y se había colocado en lo profundo de la habitación, detrás de Tatiana Pavlovna. Maquinalmente, instintivarnente, yo había puesto la mano sobre el cerrojo y no dejaba ya que la puerta volviera a cerrarse.

álica, que hizo instantáneamente que todo temblara en mi alma; en su pregunta se notaba un acento emocionado; conmovido.

í- dijo Tatiana Pavlovna apartándose de pronto de la puerta -, si es así, arrégleselas usted misma como quiera. Usted es quien lo ha querido!

Se escabulló precipitadamente, atrapando al vuelo un chal y una corta pelliza, y se precipitó hacia la escalera. Nos quedamos solos. Me quité la pelliza, di un paso y cerré la puerta.

í como la otra vez, cuando el día de la entrevista, el rostro claro, la mirada clara y, como la otra vez, me tendió las dos manos. Fue como si me hubiesen cortado las piernas en el sitio, y caí literalmente a sus pies.

Yo iba a echarme a llorar, no sé por qué. No sé ya cómo hizo que me sentara cerca de ella; me acuerdo solamente, en un recuerdo sin precio, que estábamos sentados lado a lado, juntas las manos, hablándonos precipitadamente: ella me hacía preguntas sobre el viejo y sobre su muerte y yo le iba dando detalles, de forma que se habría podido creer que yo lloraba por Makar Ivanovitch, siendo así que eso habría sido el colmo de lo absurdo; y sé que ella no habría podido suponer jamás en mí una vulgaridad tan infantil. En fin, me recobré de repente y me dio vergüenza. Supongo ahora que entonces lloraba únicamente de entusiasmo, y creo que ella lo comprendió muy bien, por lo que, en cuanto a ese recuerdo, estoy muy tranquilo.

De improviso me pareció muy extraño que me interrogase en tal forma sobre Makar Ivanovitch.

ía?-pregunté con asombro.

ás, pero desempeñó un papel en mi vida. Le oí contar muchas cosas suyas en otros tiempos al hombre que ahora temo. Usted sabe a quién me refiero.

-Sé solamente que ese hombre estuvo mucho más cerca de su corazón de lo que usted me ha confesado - dije, sin saber qué era lo que yo quería expresar con eso, pero con acento de reproche y con less cejas fruncidas.

él ha abrazado hace un momento. a su madre de usted? La ha abrazado? Lo ha visto usted con sus propios ojos? - continuaba ella interrogándome, sin escucharme,

-Sí, lo he visto, Y puede creer que todo eso era perfectamente sincero y generoso - me apresuré a confirmar, viendo su alegría.

ó -. Ahora ya está libre! Ese anciano admirable le tenía la existencia encadenada. Con su muerte, se verá renacer en él el deber y... la dignidad, como ya pasó una vez. Como él es generoso sobre todas las cosas, cálmará el corazón de su madre de usted, a la que quiere más que a nadie en el mundo, y él mismo se calmará al fin, y, gracias a Dios!, ya era hora.

-Sí, me es muy querido, aunque no en el sentido que a él le gustaría ni en el que usted lo toma.

-Pero ahora, es por él o es por usted misma por quien teme? - pregunté repentinamente.

íciles, dejémoslas.

émoslas, por supuesto; solamente que yo no sabía nada de todo eso y quizá de muchas otras cosas. En fin, usted tiene razón: ahora todo ha cambiado y, si alguien ha resucitado, soy yo el primero de todos. En el pensamiento, estoy de lo más bajo delante de usted, Catalina Nicolaievna, y quizá no hace ni una hora he cometido una bajeza contra usted, también como acto, pero sepa que, sentado aquí ahora a su lado, no experimento el menor remordimiento. Es que ahora todo ha desaparecido, todo ha cambiado; y el hombre que hace una hora meditaba contra usted una bajeza, es un hombre al que conozco y al que no quiero conocer.

-Cálmese! - sonrió ella -, se diría que delira un poco.

é yo -. Lo mismo da ser leal que ser bajó: usted es inaccesible como el Sol... Dígame cómo ha podido salir a mi encuentro después de todo lo que ha pasado. Pero, si supiese usted lo que ha habido hace una hora, no más de una hora! Qué sueño estaba a punto de realizarse!

é todo - dijo ella con una dulce sonrisa -. Hace un momento usted ha querido vengarse de mí, usted juró perderme, y, sin embargo, seguramente habría matado o molido a golpes al que se hubiese atrevido a pronunciar una sola palabra contra mí en su presencia.

Sin duda, ella sonreía y bromeaba; pero era únicamente un efecto de su extrema bondad, porque en aquel momento toda su alma estaba llena, según me di cuenta después, de una inmensa preocupación personal y de un sentimiento tan fuerte y tan poderoso, que ella no podía hablar conmigo y responder a mis preguntas huecas a irritantes más que de la manera como se responde a veces a las preguntas pueriles y tercas de un niñito para verse libre de él. Lo comprendí de repente y me dio vergüenza, pero ya no podía detenerme.

é, sin poderme dominar -, no, no he matado al que hablaba mal de usted; al contrarió, incluso le he dado la razón.

-Oh!, por el amor de Dios, no me cuente nada, es inútil, no hace falta -- y tendió la mano para detenerme, incluso con una cierta expresión de sufrimiento en el rostro.

ía levantado de un brinco y estaba en pie delante de ella para declarárselo todo, y, si lo hubiese hecho, lo que pasó a continuación no habría sucedido, porque desde luego yo habría terminado por confesárselo todo y por devolverle el documento. Pero de repente ella se echó a reír:

útil, no tengo necesidad de nada, no hacen falta detalles! Todos sus crímenes los conozco. Me apuesto cualquier cosa a que ha querido usted casarse conmigo o algo parecido y que acaba de ponerse de acuerdo allí con uno de sus auxiliares, uno de sus antiguos condiscípulos... Ah, creo que he adivinado! - exclamó mirándome gravemente.

-Cómo... cómo ha podido usted adivinar? - balbucí como un imbécil, estupefacto.

ás de eso. - Hizo de nuevo un ademán con la mano, con una impaciencia manifiesta-. A mí también me gusta soñar, y si supiera usted a qué procedimientos recurro en mis sueños, cuando nada me retiene! Ya está bien, no hace usted más que turbarme. Me alegra mucho que Tatiana Pavlovna haya salido; yo tenía mucho interés en verlo a usted y, en presencia de ella, no podríamos hablar como lo estamos haciendo. Me parece que soy culpable ante usted de lo que ha sucedido ahora. Sí? Es eso?

él. Qué habrá usted pensado de mí? He reflexionado todo este tiempo, todos estos días, en cada instante he estado reflexíonando y he tenido esa sensación. (No le mentía.)

-Ha hecho mal atormentándose así; comprendí demasiado bien al momento cómo se había producido todo. Usted le confesó buenamente en su alegría que estaba enamorado de mí y que yo... lo dejaba hablar. Por algo tiene usted veinte años. Es que usted lo quiere más que a nada en el mundo, buscaba en él un amigo, un ideal, no? Lo comprendí, pero ya era demasiado tarde. Sí, desde luego, yo me he equivocado también: habría debido llamarlo a usted en seguida y calmarlo, pero yo estaba de mal humor, y dije que no se le recibiera más en la casa; entonces es cuando sucedió la escena delante de la puerta, y luego aquella noche: Y, sabe?, durante todo ese tiempo, lo mismo que usted, he acariciado él sueño de verlo a escondidas, sólo que no sabía cómo llevarlo a la práctica. Y, en cuanto a usted, qué és lo que yo más temía? Pues bien, era que usted creyese en cuentos relativos a mí.

-Jamás! - exclamé.

ás me gusta de usted es su juventud y también, tal vez, esa sinceridad... Porque soy un carácter extremadamente serio. Soy la más seria y la más triste de las mujeres modernas, sépalo... Ah, ah, ah! Vamos a charlar juntos de nuevo, ahora no estoy a mis anchas, estoy demasiado emocionada y... creo que estoy histérica. Pero, al fin, al fin, él me dejará vivir en paz!

ón se le escapó de pronto; lo comprendí en seguida y no quise recogerla, pero yo estaba temblando.

-Sabe que lo he perdonado! - exclamó ella de nuevo, como hablándose a sí misma.

ómo ha podido usted perdonarle esa carta? Y cómo podría él saber que usted lo ha perdonado? - exclamé, no reteniéndome ya.

-Cómo? Oh, él lo sabe muy bien! - continuó respondiéndome, pero con el aspécto de olvidarme y hablarse para sí -. Ahora él ha recobrado el sentido. Y cómo no iba a saber que lo he perdonado, cuando se sabe de memoria toda mi alma? Sabe muy bien que soy algo parecida a él:

í, sí, y él lo sabe. Oh!, no soy apasionada, soy tranquila: pero, amigo mío, yo quisiera, lo mismo que él, que todo el mundo fuese bueno... No se enamoró de mí sin alguna razón.

-Entonces, por qué decia él que usted tiene todos los vicios?

-Sólo lo decía; aparte eso, él tiene un secreto muy diferente. Pero, no es verdad que su carta es muy rara?

ía en efecto una crisis de histeria y que quiza no hablaba de ninguna forma para mí; pero no podia evitar el interrogarla.

-Desde luego, rara, y, cuánto me reiría si... si no tuviera tanto miedo! No soy sin embargo tan cobarde, no lo crea. Pero esa carta me impidió dormir aquella noche; estaba escrita con sangre, con sangre de enfermo... Después de una carta así, qué cabía hacer? Me gusta la vida, temo enormemente por mi vida, en ese punto soy enormemente cobarde... Ah, escuche! - exclamó de repente -, vaya a buscarlo! Está solo, seguramente no está ya en casa, sin duda se habrá ido a alguna parte, descúbralo usted pronto, inmediatamente, corra a su lado, demuéstrele que es usted un hijo cariñoso, pruébele que es usted un muchacho bueno y agradable, mi estudiante, al que yo... Oh! Que Dios le otorgue a usted toda clase de felicidades! Yo no quiero a nadie, y más vale así, pero a todos les deseo felicidad, a todos, y a él el primero, que lo sepa... a incluso que lo sepa inmediatamente; eso me resultaría tan agradable...

ó y desapareció repentinamente detrás de la cortina; en aquel instante había lágrimas brillando en su rostro (lágrimas histéricas, después de la risa). Me quedé solo, conmovido y turbado. Ignoraba verdaderamente a qué atribuir una emoción semejante, que yo nunca habría supuesto en ella. Algo se apretó en mi corazón.

é cinco minutos, luego diez; un profundo silencio me impresionó de pronto y decidí mirar por la puerta y llamar. A mi llamada se mostró María, que me declaró con el tono más tranquilo del mundo que su ama se había vestido hacía mucho tiempo y había salido por la escalera de servicio.

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Segunda parte: 1 2 3 4 5 6 7 8 9
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Notas
Indice de los personajes