Dostoevsky. El adolecente (Spanish. Подросток).
Tercera parte. Capítulo XIII

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Segunda parte: 1 2 3 4 5 6 7 8 9
Tercera parte: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13
Notas
Indice de los personajes

ÍTULO XIII

I

í ha empezado una vida nueva... Pero voy a liberar, también yo, al lector.

í al menos, la primera pregunta, tanto entonces como mucho tiempo después, fue ésta: cómo pudo Versilov áliarse con un Lambert y qué meta tenía entonces a la vista? Poco a poco, llegué a una cierta explicación: a mi juicio, Versilov, en aquel momento, es decir, durante toda aquella última jornada y la víspera, no podía tener en absoluto ningún propósito firme e incluso, lo creo a pies juntillas, no razonaba en absoluto, sino que se encontraba bajo la influencia de no sé qué torbellino de sentimientos. Por lo demás, no admito en él verdadera locura, tanto más cuanto que tampoco hoy está loco en lo más mínimo. Pero la existencia del "doble", la admito sin vacilar. Qué es en el fondo el doble? El doble, a lo menos según el libro de medicina de un experto que, más tarde, he leído expresamente, no es otra cosa sino el primer grado de un serio desarreglo mental que puede conducir a un final bastante lamentable. El mismo Versilov, cuando la escena en casa de mamá, nos había explicado, con una espantosa sinceridad, aquel "desdoblamiento" de sus sentimientos y de su voluntad. Pero, lo repito una vez más, aquella escena en casa de mamá, aquel icono roto, todo eso se produjo indiscutiblemente bajo el influjo de un verdadero doble, y sin embargo siempre me pareció desde entonces que allí se mezclaba una cierta alegoría malévola, una especie de odio hacia la espera de las mujeres, una especie de maldad respecto a sus derechos y a su juicio, y fue entonces cuando, de acuerdo con el doble, rompió la imagen. Una manera de decir: " Así quedará rota vuestra esperanza! " En una palabra, había el doble, había también una simple picada... Pero todo esto no es más que mi conjetura; es difícil de decidir a ciencia cierta.

él siempre había conservado una desconfianza sincera y profunda con respecto a sus cualidades morales. Creo que lo que él esperaba entonces, detrás de la puerta, era que ella se humillase delante de Lambert. Pero, aun esperándolo, lo deseaba? Lo repito una vez más: creo firmemente que él no deseaba nada en absoluto y que ni siquiera razonaba. Tenía ganas simplemente de estar allí, de lanzarse a continuación, de decirle no importa qué... quizá de ultrajarla, quizá también de matarla... En aquel momento, todo era posible; solamente que, al llegar con Lambert, él no sabía nada de to que iba a pasar. Añadiré que el revólver pertenecía a Lambert y que él, por su parte, había venido sin armas. Viendo la orgullosa dignidad de ella y, sobre todo, no pudiendo soportar la grosería de Lambert que la amenazaba, se lanzó, y fue entonces cuando perdió la razón. Quería él tirar sobre ella en aquel momento? A mi entender, él mismo no sabía nada de aquello, pero seguramente habría tirado si nosotros no le hubiésemos sujetado el brazo.

ó, pero después de estar mucho tiempo en cama, naturalmente en casa de mamá. Ahora que escribo estas líneas, estamos en primavera. Es a mediados de. mayo, el día es espléndido, y nuestras ventanas están abiertas. Mamá está sentada al lado de él, él le acaricia las mejillas y los cabellos y la mira a los ojos con enternecimiento. No es más que una mitad del Versilov de otros tiempos; ahora no deja nunca a mamá y ya no la dejará más. Incluso ha recibido " el don de lágrimas", según la expresión del inolvidable Makar Ivanovitch en su historia del comerciante; por lo demás, me parece que Versilov vivirá mucho tiempo. Con nosotros, es ahora totalmente sencillo y sincero como un niño, sin perder por otra parte la mesura ni la reserva, y sin decir nada de más. Ha conservado toda su inteligencia y todo su carácter moral, aunque todo lo que había en él de ideal se haya hecho todavía más saliente. Diré con franqueza que nunca lo he querido tanto como hoy que lamento no tener tiempo ni ocasión para hablar de él más extensamente. Sin embargo contaré una historia reciente (hay muchísimas): Cuando llegó la cuaresma, estaba ya curado y a la sexta semana dijo que comulgaría (l49). No lo hacía desde unos treinta años atrás, creo, o más. Mamá era dichosa; no se preparaban más que platos de vigilia, pero bastante caros y delicados. Desde la habitación vecina, yo lo oía cantar, el lunes y el martes: "He aquí el novio que viene", y entusiasmarse con la tonada y con la letra. Aquellos dos días habló admirablemente y en varias ocasiones de la religión; pero el miércoles todo quedó interrumpido. Fue asaltado por una brusca irritación, "un contraste divertido", como él decía riendo. Algo le había desagradado en la actitud del sacerdote, en el ambiente; en todo caso, al volver a casa, dijo de repente, con una dulce sonrisa: "Amigos míos, yo amo mucho a Dios, pero no estoy preparado para eso." El mismo día, en la comida, se sirvió carne asada. Pero yo sé que con frecuencia, ahora todavía, mamá se sienta a su lado, y con voz dulce, con una dulce sonrisa, aborda con él los temas más abstractos: ahora está poseída de no sé qué audacia frente a él; cómo haya sucedido esto, lo ignoro. Se sienta a su lado y le habla, por lo general en voz baja. Él escucha con una sonrisa, le acaricia los cabellos, le besa las manos, y la más perfecta felicidad brilla en su rostro. Tiene algunas veces crisis casi histéricas. Entonces coge su fotografía, la que besaba aquella famosa noche, la mira con lágrimas, la besa, se acuerda y nos llama a todos, pero en esos momentos habla poco... Parece haber olvidado completamente a Catalina Nicolaievna, no la ha nombrado ni una sola vez. De su casamiento con mamá no se ha tratado todavía. Se quería, durante el verano, llevarlo al extranjero; pero Tatiana Pavlovna insistió para que no se hiciera nada de eso, y por otra parte tampoco él ha querido. Pasarán el verano en el campo, en algún sitio del distrito de Petersburgo. A propósito, de momento vivimos todos a costa de Tatiana Pavlovna. Añadiré una cosa: a lo largo de todas estas memorias me he desesperado por haberme permitido con frecuencia tratar a esta persona con irreverencia y altivez. Pero he escrito describiéndome demasiado exactamente tal como yo era en cada uno de los momentos relatados. Después de haber terminado, escrita la última línea, he sentido de pronto que me había reeducado a mí mismo, precisamente por este proceso de rememoración y registro de mis recuerdos. Reniego de no pocas de las cosas que he escrito,. y sobre todo del tono de ciertas frases o páginas, pero no quiero borrar ni corregir una sola palabra.

él no habla ya en absoluto de Catalina Nicolaievna; creo incluso que está completamente curado. De Catalina Nicolaievna, los únicos que hablamos a veces somos Tatiana Psvlovna y yo, y, para eso, en secreto. Catalina Nicolaievna está ahora en el extranjero; la vi antes de su marcha y estuve varias veces en su casa. Del extranjero he recibido ya dos cartas de ella, las cuales he contestado. Del contenido de estas cartas y de los temas que tratamos al despedirnos antes de su partida, no diré nada: es una historia distinta, completamente á todavía del todo en el porvenir. Incluso con Tatiana Paviovna hay ciertos temas que no abordo; pero basta. Añadiré solamente que Catalina Nicolaievna no se ha casado y que viaja con Pelitchev. Su padre ha muerto, y ella es la más rica de las viudas. Se encuentra actualmente en París. Su ruptura con Bioring se produjo rápidamente y por sí misma, es decir, de la manera más natural del mundo. Por lo demás, contaré esto.

ñana de la terrible escena, el picado de viruelas, aquel mismo en cuya casa habían estado Trichatov y su amigo, había tenido tiempo de advertir a Bioring de la trampa que se preparaba. He aquí cómo se hizo eso: a pesar de todo, Lambert lo había convencido para que tomara parte y, ya en posesión del documento, le había comunicado todos los detalles y todas las circunstancias de la empresa, y por fin los últimos detalles de su plan, es decir, la combinación imaginada por Versilov para engañar a Tatiana Pavlovna. Pero, en el momento decisivo, el picado de viruelas prefirió traicionar a Lambert, porque aquél era el más razonable de todos y preveía en estos otros proyectos la posibilidad de un crimen. Y sobre todo, iuzgaba el agradecimiento de Bioring infinitamente más seguro que el plan fantástico de un Lambert, acalorado y torpe, y de un Versilov casi loco de pasión. De todo esto me he enterado más tarde por Trichatov. A propósito, ignoro y no comprendo las relaciones que existían entre Lambert y el picado de viruelas y por qué Lambert no podía pasarse sin él. Pero para mí, la pregunta más curiosa es ésta: Qué necesidad tenía Lambert de Versilov, siendo así que, poseyendo ya el documento, podía prescindir perfectamente de su concurso? Ahora, la respuesta está clara: tenía necesidad de Versilov primeramente porque éste conocía las circunstancias, y sobre todo tenía necesidad de él en caso de alarma o de desgracia, para echarle encima todas las responsabilidades. Ahora bien, como Versilov no tenía necesidad de dinero, Lambert juzgó su concurso extremadamente útil. Pero Bioring no llegó en el momento deseado. Llegó solamente una hora después del disparo, cuando el apartamiento de Tatiana Pavlovna presentaba ya un aspecto completamente distinto. En efecto, cinco minutos después de haber caído Versilov sobre la alfombra todo ensangrentado, Lambert se incorporó y se levantó, cuando todos lo creíamos muerto. Con asombro, lanzó una ojeada circular, lo comprendió todo inmediatamente y se dirigió a la cocina sin decir palabra, se puso la pelliza y desapareció para siempre. El "documento" había quedado sobre la mesa. He oído decir que ni siquiera estuvo enfermo, apenas un poco molesto; el golpe lo había derribado y había provocado un derramamiento de sangre, sin entrañar ningún daño. Sin embargo, Trichatov había corrido ya a llamar al médico; pero antes de la llegada del doctor, Versilov había recobrado el sentido, y, todavía antes que él, Tatiana Pavlovna había conseguido volver a la vida a Catalina Nicolaievna y la había llevado a su casa. Así, pues, cuando Bioring hizo irrupción allí, en casa de Tatiana Pavlovna no estábamos más que yo, el doctor, Versilov herido y mamá enferma, pero llegaba fuera de sí, avisado por el mismo Trichatov. Bioring nos miró con asombro y en cuanto se enteró de que Catalina Nicolaievna se había ido ya, se dirigió a casa de ella sin haber pronunciado una sola palabra ante nosotros.

ía claramente que a continuación el escándalo y la publicidad eran casi inevitables. Sin embargo, no hubo gran escándalo, sólo corrieron algunos rumores. Desde luego fue imposible ocultar lo del disparo; pero toda la historia, en su parte esencial, permaneció poco más o menos ignorada; la encuesta estableció solamente que un cierto V..., enamorado, por lo demás casado y casi cincuentón, en un acceso de pasión y en el momento en que declaraba esa pasión a una persona digna del mayor respeto, pero que no compartía en forma alguna sus sentimientos, se había disparado un tiro en un ataque de locura. No se supo nada más, y en esa forma la noticia pasó oscuramente por los periódicos, sin nombres. con sólo las iniciales. Sé por ejemplo que a Lambert no lo molestaron lo más mínimo. Sin embargo, Bioring, que sabía la verdad, concibió gran temor. Como por casualidad, se había enterado de pronto de la entrevista que había tenido lugar entre Catalina Nicolaievna y Versilov, enamorado de ella, dos días antes de la catástrofe. Se enfureció por eso y se permitió bastante imprudentemente hacerle la observación a Catalina Nicolaievna de que, después de aquello, no le asombraba que pudiesen ocurrirle historias tan fantásticas. Catalina Nicolaievna lo despidió inmediatamente, sin cólera pero sin vacilación. Todo su prejuicio sobre la conveniencia de un matrimonio con aquel hombre se desvaneció como humo de paja. Quizá, mucho tiempo antes, había ya calado quién era el individuo; quizá también, después de la sacudida experimentada, algunos de sus puntos de vista y de sus sentimientos habían cambiado bruscamente. Pero, en cuanto a eso, también me callo. Añadiré tan sólo que Lambert desapareció de Moscú y que me he enterado de que lo han cogido en otro asunto. En cuanto a Trichatov, hace ya muchísimo tiempo, casi desde aquella época, que lo he perdido de vista, a pesar de todos los esfuerzos que continúo haciendo para encontrar su rastro. Desapareció después de la muerte de su amigo "el gran tonto": éste se saltó la tapa de los sesos.

II

íncipe Nicolás Ivanovitch. Este bondadoso y simpático anciano murió poco despues del acontecimiento, aproximadamente un mes después, de noche, en su cama, de un ataque de apoplejía. Desde el día que había pasado en mi alojamiento, yo no lo había vuelto a ver. Se contaba de él que en el curso de aquel mes se había hecho infinitamente más sensato, incluso más serio, que no tenía ya miedo y no lloraba más, y hasta que no había pronunciado en todo ese tiempo una sola palabra sobre Ana Andreievna. Todo su amor se había volcado sobre su hija. Catalina Nicolaievna, justamente una semana antes de la muerte de él, le había propuesto mandarme a buscar, para distraerlo, pero él había fruncido las cejas: registro el hecho sin otra explicación. Sus tierras se encontraron en buen estado y, además, había un capital muy importante. Una tercera parte aproximadamente de este capital se debía, de acuerdo con el testamento del anciano, distribuir entre sus innumerables ahijadas; pero pareció muy asombroso a todo el mundo que Ana Andreievna no fuera ni siquiera mencionada en ese testamento: su nombre estaba ausente. He aquí sin embargo lo que sé, como un hecho absolutamente cierto: unos días sólo antes de su muerte, el anciano, que había hecho llamar a su hija y a sus amigos, Pelitchev y el príncipe V..., ordenó a Catalina Nicolaievna que, en el caso posible de su muerte próxima, cediera de ese capital a Ana Andreievna una parte de sesenta mil rublos. Expresó su voluntad de manera clara, breve y precisa, sin permitirse una sola exclamación ni rángún comentario. Después de su muerte, cuando todo fue puesto en claro, Catalina Nicolaievna informó a Ana Andreievna, por mediación de su procurador, que podía cobrar esos sesenta mil cuando quisiera; pero Ana Andreievna, secamente y sin palabras inútiles, rehusó el ofrecimiento: se negó a cobrar el dinero, a pesar de todas las aseveraciones de que tal era efectivamente la voluntad del príncipe. El dinero está siempre esperándola, a incluso ahora Catalina Nicolaievna confía en que cambiará de parecer; pero no habrá nada de esto, y lo sé con toda seguridad, pues soy hoy uno de los pocos conocidos y amigos más íntimos de Ana Andreievna. Su negativa ha hecho algún ruido y se ha hablado de ella. Su tía Fanariotova, al principio descontenta por su escándalo con el viejo príncipe, ha cambiado de pronto de opinión y, después de su negativa a aceptar el dinero, le ha manifestado solemnemente su respeto. Por el contrario, su hermano se ha enfadado definitivamente con ella a causa de esa misma negativa. Pero aunque yo vaya con frecuencia a casa de Ana Andreievna, no podría decir que tengamos una gran intimidad. Del pasado no hablamos en absoluto; me recibe con mucho gusto, pero me habla un poco abstraída. Entre otras cosas me ha declarado con firmeza que se iría con mucho gusto a un convento; de esto no hace mucho tiempo; pero no la creo y no veo en eso más que una frase amargada.

"amargada" debo pronunciarla sobre todo a propósito de mi hermana Lisa. La suya sí que es desgracia, y qué son todos mis fracasos al lado de su amargo destino? Primero, el príncipe Sergio Petrovitch no se curó y, antes del juicio, murió en el hospital. Murió antes que el príncipe Nicolás Ivanovitch. Lisa se quedó sola, con su hijo por venir- No lloraba y parecía incluso tranquila; se hizo dulce, sumisa; pero todo el antiguo ardor de su corazón estaba como enterrado en el fondo de ella misma. Ayudaba humildemente a mamá, cuidaba a Andrés Petrovitch enfermo, pero se hizo terriblemente taciturna, no queriendo mirar a nada ni a nadie, como si todo le diese igual, como si pasara indiferente junto a todo. Cuando Versilov estuvo mejor, ella comenzó a dormir mucho. Yo le traía libros, pero ella no los leía; enflaqueció hasta causar miedo. No me atrevía a consolarla, aunque con frecuencia fuese con aquella intención; pero en su presencia sentía una especie de dificultad en aproximarme a ella y no me acudían las palabras para tratar de aquel tema. Aquello duró casi hasta que ocurrió un terrible accidente: se cayó por la escalera, no de muy alto, de tres peldaños solamente, pero abortó y su enfermedad se arrastró durante casi todo el invierno. Ahora ya está levantada, pero su salud tardará mucho en recuperarse del todo después de semejante golpe. Con nosotros, como siempre, se muestra silenciosa y pensativa, pero con mamá ha empezado de nuevo a hablar un poco. Todos estos últimos días hemos tenido un maravilloso sol de primavera, alto y claro; me acordaré siempre de aquella mañana soleada, en el otoño último, en que los dos, Lisa y yo, nos paseábamos juntos, los dos gozosos y llenos de esperanza, encariñadísimos el uno con el otro. Ay!, qué ha pasado después? Yo no me quejo, para mí ha empezado una vida nueva, pero y ella? Su porvenir es un enigma, y no puedo mirarla sin dolor.

í sin embargo ínteresarla al hablarle de Vassine. Por fin lo han soltado y lo han puesto definitivamente en libertad. Se dice que este hombre lleno de sentido común ha proporcionado las explicaciones más detalladas y los datos más interesantes, que lo han justificado por entero en la opinión de la gente de la que dependía su suerte. Por lo demás, su famoso manuscrito no ha resultado ser más que una traducción del francés, materiales que él reunía exclusivamente para su uso, contando con sacar de eso más tarde un documentado artículo para una revista. Ahora se ha marchado para la provincia de... En cuanto a su suegro Stebelkov, está todavía en prisión por su asunto, que, por lo que sé, no hace más que crecer y complicarse. Lisa se ha enterado de esas noticias sobre Vassine con una sonrisa extraña, y me ha hecho observar que eso era lo que tenía que pasarle. Pero por lo visto está contenta: sin duda, de que la intervención del difunto príncipe Sergio Petrovitch no haya perjudicado a Vassine. De Dergatchev y de los demás, no tengo nada que decir aquí.

ían tal vez saber un poco más:. qué ha pasado con mi "idea", cuál es esta nueva vida que ha empezado para mí y de la que hablo tan misteriosamente? Pero esta nueva vida, esta vía nueva que se abre ante mí, es justamente mi "idea", la misma que antiguamente, pero bajo una forma completamente distinta, hasta el punto de que ya no se la puede reconocer. Todo esto no puede entrar en estas memorias, porque es una cosa completamente diferente. La vida antigua ha acabado y la nueva no hace más que empezar. Añadiré sin embargo lo indispensable. Tatiana Pavlovna, mi amiga sincera y querida, me insta casi todos los días a que ingrese a toda costa y lo antes posible en la Universidad: "Luego, cuando hayas terminado tus estudios, decidirás lo que has de hacer. De momento, termina tus estudios." Confieso que esta proposición me da qué pensar, pero ignoro totalmente la decisión que tomaré. Le he objetado sin embargo que ahora ni siquiera tengo derecho a estudiar, porque debo trabajar para mantener a mamá y a Lisa; pero ella me ofrece su fortuna y me asegura que eso será suficiente para todo el tiempo que duren mis estudios. He resuelto finalmente pedirle consejo a alguien. Después de haber mirado atentamente en torno, he escogido a ese hombre con cuidado y crítica. Se trata de Nicolás Semenovitch, mi antiguo maestro en Moscú, el marido de María Ivanovna. No es que yo tenga una necesidad tal de consejos; pero he tenido sencillamente unas ganas irresistibles de conocer la opinión de ese egoísta absolutamente fuera de todo a incluso un poco frío, pero indiscutiblemente inteligentísimo. Le he enviado todo mi manuscrito, pidiéndole el secreto, porque todavía no se to había enseñado a nadie, desde luego en forma alguna a Tatiana Pavlovna. El manuscrito me ha sido devuelto quince días más tarde, acompañado por una carta bastante larga. Daré solamente algunos extractos de esa carta, porque encuentro en ella una cierta opinión general que tiene un valor explicativo. He aquí esos extractos.

III

"... Mi inolvidable Arcadio Makarovitch, nunca ha podido usted emplear más útilmente sus ocios pasajeros que como lo ha hecho ahora escribiendo esas memorias. Por decirlo así, se ha equipado de esa forma con un reflexivo ajuste de cuentas de sus primeros pasos, tormentosos y arriesgados, en la carrera de la vida. Creo firmemente que esa exposición le ha permitido en efecto, en muchos puntos, "rehacer su educación", como usted mismo dice. No me permitiré la menor crítica verdadera, aunque cada página suscite reflexiones... por ejemplo, el hecho de que haya conservado consigo tanto tiempo y tan tercamente el "documento" es característico hasta el más alto grado... Pero ésta no es más que una observación entre ciento, que me he permitido. Aprecio mucho, igualmente, que se haya usted decidido a comunicarme, y sin duda a mí solo, "el misterio de su Idea", según su propia expresión. Pero cuando usted me pide que le haga conocer mi opinión sobre esa "idea", me veo obligado a negarme categóricamente: ante todo, no cabría en una carta; por otra parte, no estoy dispuesto a responder y todavía tengo necesidad de digerir todo eso. Observaré solamente que su "idea" se distingue por su originalidad, mientras que la gente joven de la generación actual se lanza la mayoría de las veces a ideas totalmente hechas, que no proceden de ellos mismos, cuyo número es extremadamente reducido y que a menudo son peligrosas. Su " idea" le ha preservado, por ejemplo, al menos durante algún tiempo, de las de los señores Dergatchev y Cía., que son seguramente menos originales. En fin, estoy completamente de acuerdo con la opinión de la muy honorable Tatiana Pavlovna, a la que he conocido personalmente, pero que hasta ahora no había tenido ocasión de apreciar como ella se lo merece. Su idea de hacerle a usted ingresar en la Universidad le resultará enormemente provechosa. Sin duda alguna, la ciencia y la vida ampliarán aún más, dentro de tres o cuatro años, el horizonte de sus pensamientos y de sus aspiraciones, y si, después de la Universidad, quiere usted todavía volver a su "idea", nada se lo impedirá.

"Permítame ahora, sin que usted me lo haya pedido, exponerle francamente ciertas reflexiones o impresiones que me han sido sugeridas por la lectura de estas memorias tan sinceras. Sí, estoy de acuerdo con Andrés Petrovitch en que verdaderamente había motivo para concebir temores por usted y por su juventud aislada. No faltan jóvenes como usted, y su talento se ve siempre amenazado con la posibilidad de desarrollarse por el mal camino: servilismo a lo Moltchaline (150), o bien deseo oculto de desorden. Este deseo de desorden proviene, a incluso tal vez con la mayor frecuencia, de una sed secreta de orden y de "belleza" (empleo la palabra de usted). La juventud es pura, sólo por el hecho de ser juventud. Quizás esos impulsos tan precoces de locura encierran justamente esta sed de orden y esta búsqueda de la verdad. De quién es la falta, si ciertos jóvenes de nuestra época ven esa verdad y ese orden en cosas tan estúpidas y tan ridículas que ni siquiera se comprende cómo han podido creer en ellas? Diré a este propósito que antiguamente, en una época que no está tan lejana, el espacio solamente de una generación, se habría podido sentir menos lástima por esos interesantes jóvenes, puesto que entonces acababan casi siempre por sumarse con éxito a la capa superior de nuestra sociedad cultivada y no formar más que un conglomerado con ella. Si, por ejemplo, al iniciarse el camino, se daban cuenta del desorden y de la absurdidad, de la ausencia de nobleza de su ambiente familiar, de la ausencia de tradiciones y de bellas formas, pues bien, era muchísimo mejor, puesto que en seguida aspiraban conscientemente a todas esas cosas y por eso mismo se acostumbraban a apreciarlas. Ahora, sucede un poco de otra manera, porque ya no se sabe a qué sumarse.

"Me expiicaré. con la ayuda de una comparación o, si se quiere, de una similitud. Si yo fuera novelista y tuviese talento, elegiría siempre mis héroes en la vieja nobleza rusa, porque solamente en aquel ambiente de hombres cultivados se puede encontrar el bello orden y la bella impresión que son tan necesarios en una novela para dar al lector el sentimiento de lo exquisito. Al hablar así no bromeo, aunque yo mismo no sea noble; como, por lo demás, usted lo sabe. Pushkin había indicado ya los temas de sus futuras novelas en éalo, hay allí realmente todo lo que hasta ahora hemos tenido de hermoso. Hay allí, por lo menos, todo lo que hemos tenido de un poco acabado. Si hablo así, no es porque yo esté absolutamente de acuerdo con la exactitud y la verdad de esa belleza; pero había allí, por ejemplo, formas acabadas de honor y de deber que, fuera de la nobleza, no están en ninguna parte en Rusia no solamente acabadas, sino ni siquiera esbozadas. Hablo como hombre tranquilo y que busca la tranquilidad.

"Lo de si este honor es bueno y este deber es verdadero, es otra cuestión. Pero to importante para mí es el carácter acabado de esas formas, es un cierto orden, no prescrito, sino emanando de la vida de esa nobleza. Dios mío, lo que nos importa más, es tener por fin un orden, cualquiera que sea, pero realmente nuestro! En eso reside la esperanza y, por así decirlo, el reposo: algo construido en fin, que no sea ya esta eterna demolición, estas virutas que vuelan por todas partes, estos escombros y estas basuras de los que no sale nada desde hace doscientos años.

"No me acuse de eslavofilia; hablo únicamente por misantropía, pues tengo mucha en el corazón! Desde hace algún tiempo asistimos a un movimiento absólutamente opuesto al que acabo d'e describir. No es ya la basura to que sube hasta la capa superior de la sociedad, son por el contrario trozos y bloques que se separan, con una prisa alegre, del tipo de la belleza para no hacer más que un mismo montón con los hombres del desorden y del odio. No son aislados los casos en que los padres y los jefes de antiguas familias cultas se burlan ahora de cosas en las cuales, tal vez, sus hiios querrían creer aún. Además, se tiene buen cuidado de ocultar a sus hijos su ávida alegría por haber adquirido súbitamente el derecho al deshonor, derecho que se han apropiado de pronto, en masa, y no sé cómo. No quiero hablar de los verdaderos progresistas, mi muy querido Arcadio Makacovitch, sino de esa gentuza, innumerable hoy, a propósito de la cual se ha dicho: éalo, los verdaderos liberales, los verdaderos y generosos amigos de la humanidad, están lejos de ser tan numerosos en nuestra patria como nos ha parecido de pronto.

"Pero esto no es más aún que filosofía; volvamos a nuestro imaginario novelista. La situación de nuestro novelista, en ese caso, estaría bien determinada: no podría escribir más que cosas del género histórico, pues la belleza tipo no existe ya en nuestra época, y, si quedan restos, según la opinión dominante hoy día, no han conservado su belleza. Ciertamente, también en el género histórico se puede representar una multitud de pormenores todavía extremadamente agradables y consoladores! Se puede incluso cautivar tan bien al lector que éste tomará un cuadro histórico por una realidad posible aún hoy. Esa obra, a condición de tener un gran talento, pertenecerá menos a la literatura rusa que a la historia. Será un cuadro, estéticamente acabado, del milagro ruso, el cual ha existido realmente hasta hoy en que se han dado cuenta de que era un milagro. El nieto de los héroes del cuadro que representa una. familia rusa de mediana cultura durante tres generaciones y en relación con la historia rusa, ese descendiente de sus antepasados no podría figurar, en su tipo contemporáneo, más que como un misántropo, un solitario y un melancólico. Debéría ser hasta una especie de hombre original, de quien el lector podría pensar, a primera vista, que se ha apartado del camino hollado y que le falta el suelo que pisar. Un poco más, y este nieto misántropo desaparecerá a su vez; vendrán nuevos personajes, todavía desconocidos, y un nuevo milagro; pero qué personaje? Si no son bellos, no hay novela rusa posible. Pero ay!, es que entonces solamente sería imposible la novela?

"Sin ir a buscar más lejos, volveré a su manuscrito. Mire por ejemplo a las dos familias del señor Versilov (permítame, por esta vez, ser completamente franco). Primeramente, no me extenderé sobre el mismo Andrés Petrovitch; a pesar de todo, es siempre un jefe de familia. Es un noble de raza muy vieja y al mismo tiempo un comunero parisiense. Es un verdadero poeta y que ama a Rusia, pero por otra parte la niega. No tiene religión, pero casi está dispuesto a morir por yo no sé qué cola indeterminada que él es incapaz de nombrar, pero en la que cree apasionadamente, siguiendo el ejemplo de una multitud de nuestros civilizadores europeos del período Petersburgués de la historia de Rusia. Pero ya basta en cuanto a él; tomemos su verdadera familia: de su hijo, no hablaré, no merece este honor. Los que tienen ojos saben anticipadamente cómo acabarán esos insensatos y adónde podrán conducir a los demás. Pero tomemos a su hija, Ana Andreievna; he ahí una muchacha de carácter, no es así? Es un personaje que tiene las dimensiones de la madre Metrofania (151), naturalmente sin predecirle nada de criminal, lo que sería verdaderamente injusto por mi parte. Dígame ahora, Arcadio Makarovitch, que esa familia es una excepción, y me alegraré de eso. Pero, por el contrario, no será más justo sentar la conclusión de que hay ya una multitud de estas familias rusas, indiscutiblemente nobles, que se transforman, en masa, con una fuerza irresistible, en familias del azar y que se mezclan con estas últimas en el caos y en el desorden general? En su manuscrito usted esboza el tipo de una de esas familias del azar. Sí, Arcadio Makarovitch, usted es un miembro de una familia del azar, en oposición a los tipos aún recientes de hijos nobles que han tenido una infancia y una adolescencia tan diferentes de las de usted.

"Lo confieso, no quisiera ser el novelista de un héroe de una familia del azar!

"Labor ingrata y sin belleza. Estos tipos, de todas formal, pertenecen aún a la vida corriente y en consecuencia no pueden estar estéticamente acabados. Son posibles graves errores, exageraciones, olvidos. De todas formas, uno se vería obligado a adivinar demasiado. Qué debe hacer, a pesar de todo, el escritor que no quiera limitarse al género histórico, que esté poseído por el deseo de to actual? Adivinar y... equivocarse.

"Sin embargo, memorias como las de usted podrían, creo, servir de materiales para una futura obra de arte, para un futuro cuadro, desordenado, pero de una época ya pasada.

á fotmas bellas incluso para hacer figurar el desorden y el caos pasados. Entonces es cuando serán necesarias memorias como las de usted; suministrarán materiales, con tal. de que lean sinceras, a pesar de su carácter caótico y fortuito... Subsistirán al menos algunos rasgos verídicos que permitirán adivinar lo que haya podido ocultarse en el alma de tal o cual adolescente del tiempo de los disturbios, investigación que de ninguna forma resulta despreciable, puesto que son los adolescentes los que forman una generación..."

FIN

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