Dostoevsky. Los hermanos Karamazov (Spanish. Братья Карамазовы).
Primera parte. Libro III. Los sensuales.
Capítulo V. Confesión de un corazón ardiente. La cabeza baja

CAPÍTULO V

CONFESIÓN DE UN CORAZÓN ARDIENTE.

LA CABEZA BAJA

-Bien -dijo Aliocha-; ya conozco la primera parte de la historia.

ó allá lejos. La segunda parte será una tragedia y se desarrollará aquí.

-No comprendo en absoluto lo que puede ser esa segunda parte.

-Crees que yo comprendo algo?

ía su novio?

-Yo no me puse en relaciones con ella en seguida, sino tres meses después. Al día siguiente, me dije que el asunto estaba liquidado, que no tendría continuación. Ir a pedirla en matrimonio me pareció una bajeza. Ella, por su parte, no dio señales de vida en las seis semanas que todavía pasó en nuestra ciudad. Sólo al día siguiente de su visita, su doncella vino a mi casa y, sin decir palabra, me entregó un sobre dirigido a mí. Lo abrí y vi que contenía el sobrante de los cinco mil rublos. Se habían restituido los cuatro mil quinientos, y las pérdidas en la venta de la obligación rebasaban los doscientos. Me devolvió... creo que doscientos sesenta, no lo recuerdo exactamente, y sin una sola palabra explicativa. Busqué en el sobre un signo cualquiera, una señal en lápiz, pero no había nada. Me gasté alegremente las sobras de mi dinero, tan alegremente, que el nuevo jefe del batallón me tuvo que reprender. El teniente coronel había presentado la caja intacta, ante el estupor general, pues nadie creía que esto fuera posible. Después cayó enfermo, estuvo tres semanas en cama y, finalmente, murió en cinco días a causa de un reblandecimiento cerebral. Se le enterró con todos los honores militares, pues aún no se le había retirado. Diez días después de los funerales, Catalina Ivanovna se fue a Moscú con su hermana y con su tia. Yo no había vuelto a ver a ninguna de ellas. El día de la partida recibí un billete azul, con esta única línea escrita en lápiz:

" "Le escribiré. Espere. C."

"En Moscú se le arreglaron las cosas de un modo rápido a inesperado, como en un cuento de La principal pariente de Catalina Ivanovna, una generala, perdió en una sola semana, a consecuencia de la viruela, a dos sobrinas que eran sus herederas más próximas. Trastornada por el dolor, empezó a tratar a Katia como si fuera su propia hija, viendo en ella su única esperanza. Rehizo el testamento en su favor y le entregó en mano ochenta mil rublos como dote, para que dispusiera de ellos a su antojo. Es una mujer histérica: tuve ocasión de observarla más adelante en Moscú.

"Una mañana recibí por correo cuatro mil quinientos rublos, lo que me sorprendió sobremanera, como puedes suponer. Tres días después llegó la carta prometida. Todavía la tengo y la conservaré mientras viva. Quieres que te la enseñe? No dejes de leerla. Katia se ofrece espontáneamente a compartir mi vida.

"Te amo locamente, me dice. Si tú no me amas, no me importa: me basta con que seas mi marido. No temas, que no te causaré molestia alguna. Seré uno de tus muebles, la alfombra que pisas. Quiero amarte eternamente y salvarte de ti mismo.

"Aliocha -continuó Dmitri-, no soy digno de transmitirte estas líneas en mi vil lenguaje y en el tono del que jamás he podido corregirme. Desde entonces esta carta no ha cesado de traspasarme el corazón, y ni siquiera hoy me siento tranquilo. Le contesté en seguida, pues me era imposible trasladarme entonces a Moscú. Le escribí con lágrimas. Me avergonzaré eternamente de haberle dicho que entonces ella era rica y yo estaba sin recursos. Debí contenerme, pero mi pluma me arrastró. Escribí también a Iván, que entonces estaba en Moscú, y le expliqué todo lo que me fue posible en una carta de seis páginas, en la que le pedía que fuera a verla. Por qué me miras? Ya sé que Iván se enamoró de Katia y que sigue enamorado de ella. Hice una tontería desde el punto de vista de la gente, pero tal vez esa tontería nos salve a todos. No ves que ella le admira y le aprecia? Crees que ahora que nos ha comparado puede querer a un hombre como yo, y menos después de lo que pasó aquí?

-Estoy seguro -dijo Aliocha- de que es a ti a quien ella debe amar, y no a un hombre como Iván.

-Es a su propia virtud a quien ella ama y no a mí -dijo Dmitri como a pesar suyo, irritado.

Se echó a reir y sus ojos empezaron a brillar de súbito. Enrojeció y descargó en la mesa un fuerte puñetazo.

ó en un arrebato de sincero furor contra si mismo-. Puedes creerme o no creerme, pero, tan verdad como Dios es santo y Cristo es Dios, y aunque yo me haya burlado de sus nobles sentimientos..., tan verdad como esto es que yo no dudo de su angelical sinceridad, y que sé que mi alma es un millón de veces más vil que la suya. En esta certidumbre estriba la tragedia. Una bella desgracia que se presta al tono declamatorio. Yo declamo y, sin embargo, soy completamente sincero. En cuanto a Iván, tan inteligente, creo que debe de estar maldiciendo a la naturaleza... Quién ha sido el preferido? Un monstruo como yo, que no he podido corregirme del libertinaje, siendo el blanco de todas las miradas, y cuando sabía que mi propia prometida lo observaba todo. Sí yo he sido el preferido. Por qué? Porque esa joven, llevada de su gratitud, quiere sacrificarse a mí para toda su vida! Esto es absurdo. Yo no he hablado nunca de esto a Iván, y él tampoco ha hecho a ello la menor alusión. Pero el destino se cumplirá. Cada cual tendrá lo que merece: el réprobo se hundirá definitivamente en el cieno que le atrae. Estoy diciendo muchos desatinos, mis palabras no responden a mis pensamientos, pero lo que pienso se realizará: yo me hundiré en el lodo y Katia se casará con Iván.

-Escucha, Dmitri -dijo Aliocha en un estado de agitación extraordinario-. Hay un punto que tú no me has explicado todavía. Sigues siendo su prometido. Cómo puedes romper si ella se opone?

-Cierto que soy su prometido. Ya hemos recibido la bendición oficial en Moscú, con gran ceremonia, ante los iconos. La generala nos bendijo a inclusó felicitó a Katia. "Has elegido bien -le dijo-. Leo en su corazón." Iván no le fue simpático: no le dirigió ningún cumplido. En Moscú tuve largas conversaciones con Katia. Me describía a mi mismo tal como era, con toda sinceridad. Ella me escuchó atentamente.

"Fue una turbación encantadora.

"También hubo palabras altivas. Me arrancó la promesa de que me corregiría. Y a esto se redujo todo.

-Bueno, y ahora qué?

-Acuérdate de que lo he llamado y lo he traído aquí para enviarte hoy mismo a casa de Catalina Ivanovna y...

é?

-Para decirle que no volveré a ir a verla nunca y la saludes de mi parte.

-No, es imposible: me es imposible ir yo mismo. Por eso te ruego que vayas tú en mi lugar.

ú adónde irás?

-Volveré a mi cenagal.

-Es decir, a Gruchegnka! -exclamó tristemente Aliocha, enlazando las manos-. O sea, que Rakitine tenía razón. Y yo que creia que esto era solamente un capricho pasajero!

í a Gruchegnka dejé de ser novio y hombre honesto: me di de ello perfecta cuenta. Por qué me miras? La primera vez que fui a su casa iba con el propósito de pagarle. Me había enterado, y ahora sé positivamente que era verdad, de que aquel capitán que representaba a mi padre había enviado a Gruchegnka un pagaré firmado por mí. Pretendían perseguirme judicialmente, con la esperanza de asustarme y obtener mi renuncia. Yo ya sabía algo de Gruchegnka. Es una mujer que no impresiona desde el primer momento. Conozco la historia de ese viejo mercader que es su amante. No vivirá mucho tiempo y le dejará una bonita suma. Yo sabía que era codiciosa, que prestaba dinero con usura, que era una trapacera y una bribona sin corazón. Fui, pues, a su casa con ánimo de darle su merecido... y me quedé. Esa mujer es la peste. Yo me he contaminado de ella y siento como si la llevara en la piel. Todo ha terminado para mí; no tengo otro camino. El ciclo del tiempo está trastornado. Ya ves mi situación. Como hecho expresamente, yo tenía entonces tres mil rublos en el bolsillo. Nos fuimos a Mokroie, que está a veinticinco verstas de aquí. Llamé a una orquesta y obsequié con champán a los campesinos y a todas las mujeres del lugar. Tres días después no me quedaba un céntimo. Crees que obtuve alguna compensación de ella? Ninguna. Es una mujer todo repliegues, palabra. La muy bribona! Su cuerpo recuerda el de una culebra. Hasta el dedo meñique de su pie izquierdo lleva este sello. Lo vi y lo besé, pero esto fue todo, te lo juro. Entonces ella me dijo: "Quieres que me case contigo porque eres pobre? Pues bien, si me prometes no pegarme y dejarme hacer todo lo que quiera, tal vez me decida." Y se echó a reír. Hoy todavía se ríe.

ón. Tenía el aspectó de estar bebido. Sus ojos estaban rojos de sangre.

-En serio, estás decidido a casarte con ella?

-Si accede, me casaré en seguida; si me rechaza, seguiré con ella, aunque sea como criado. En cuanto a ti, Aliocha...

Se detuvo ante él, lo cogió por los hombros y empezó a sacurdirlo violentamente.

é nunca un estafador ni un vulgar ratero. Pues bien, Aliocha, he sido una vez un estafador, un vulgar ratero. Cuando me disponía a ir a casa de Gruchegnka para vapulearla, Catalina Ivanovna me llamó y me pidió secretamente, aunque no sé por qué, que fuera a la capital del distrito y enviara tres mil rublos a su hermana, que estaba en Moscú. En la localidad nadie debía saberlo. Me fui a casa de Gruchegnka con los tres mil rublos en el bolsillo, y me sirvieron para pagar nuestra excursión a Mokroie. Después fingí que me trasladaba a la capital del distrito. En cuanto al recibo, "me olvidé" de llevárselo, a pesar de que se lo había prometido. Qué te parece? Tú irás a decirle:

" -Un saludo de parte de mi hermano.

"Ella te preguntará:

"-Envió el dinero?

"Y tú le contestarás:

"-Es un hombre vil, sensual, incapaz de contenerse. En vez de mandar su dinero, no pudo resistir la tentación de malgastarlo.

"Si tú pudieras añadir:

"-Pero Dmitri Fiodorovitch no es un ladrón y le devuelve los tres mil rublos. Envíelos usted misma a Ágata Ivanovna y reciba las gracias de mi hermano...

"Si pudieras decirle esto, el mal no sería tan grave. En cambio, si ella te pregunta:

"-Dónde está el dinero?

ó:

-Dmitri, has tenido una desgracia, pero no tan irremediable como crees. No te desesperes.

ún modo: no tengo la resolución necesaria para hacer una cosa así. Más adelante, tal vez. Pero, por el momento, voy a casa de Gruchegnka, donde me dejaré hasta la piel.

-Pero qué harás allí?

-Hacerla mi esposa si ella quiere. Y cuando lleguen sus amantes, pasaré a la habitación de al lado. Estaré en la casa para dar cera a sus botas, para preparar el samovar, para hacer los recados...

á todo -afirmó gravemente Aliocha-. Comprenderá tu profundo pesar y te perdonará. Es un alma generosa y verá que no hay en el mundo ser más desgraciado que tú.

á: he hecho algo que ninguna mujer perdona. -Sabes qué sería lo mejor?

-Qué? -Que devolvieras los tres mil rublos.

-Pero de dónde los puedo sacar?

-Escucha: yo tengo dos mil. Iván te dará mil, y habrás reunido la cantidad completa.

ándo tendría en mi poder el dinero? Eres todavía un chiquillo... Aliocha, es preciso que rompas con ella en mi nombre hoy mismo, pueda o no pueda yo devolver el dinero. A tal extremo han llegado las cosas, que esa ruptura no admite retraso. Mañana sería demasiado tarde. Ve a casa del viejo.

-De nuestro padre?

-Sí, ve primero a verle a él y pídele los tres mil rublos.

-Nunca te los dará, Dmitri.

é. Pero sabes tú lo que es la desesperación?

í.

-Escucha: legalmente, el viejo no me debe nada. He recibido ya mi parte, bien lo sé. Pero acaso no tiene una deuda moral conmigo? Los veintiocho mil rublos de mi madre le sirvieron para ganar cien mil. Que me dé tres mil rublos, nada más que tres mil, y habrá salvado mi alma del infierno, y a él se le perdonarán muchos pecados. Te juro que me conformaré con esta cantidad y que el viejo ya no volverá a oír hablar de mí. Le ofrezco por última vez la oportunidad de ser un padre. En realidad, es Dios quien se la ofrece: díselo así.

-Dmitri, de ningún modo te dará ese dinero.

é, estoy seguro. Y menos ahora. Estos días se ha enterado por primera vez en serio íjate bien en esta palabra) de que Gruchegnka no bromeaba cuando dejó entrever que podía volverle la espalda y casarse conmigo. Conoce muy bien el carácter de esa gata. Cómo puede darme un dinero que favorecería mis planes, estando él loco por ella? Y esto no es todo. Escucha: hace cinco días que tiene apartados tres mil rublos en billetes de cien en un gran sobre lacrado con cinco sellos y atado con una cinta de color de rosa. Ya ves que estoy bien enterado. En el sobre hay esta inscripción: "Para Gruchegnka, mi ángel, si se decide a venir a mi casa." Él mismo ha garabateado estas palabras a escondidas, y nadie sabe nada de este dinero, excepto Smerdiakov, su sirviente, del que está tan seguro como de si mismo. Ya hace tres o cuatro días que espera que Gruchegnka acuda a buscar el sobre. Ella le ha dicho que tal vez vaya. Y si Gruchegnka va a casa del viejo, yo no podré casarme con ella. Comprendes ahora por qué me oculto aquí y a quién acecho?

-Sí. Esas desgraciadas han cedido un cuartucho a Foma , que fue soldado de mi batallón. Foma está al servicio de ellas: monta guardia por la noche y tira a los gallos silvestres durante el día. Yo soy su huésped. Tanto él como esas mujeres ignoran mi secreto, o sea, que estoy aquí para vigilar.

-Sí. Y me advertirá si Gruchegnka visita al viejo.

-Lo del sobre, lo sabes por Smerdiakov?

í. Pero esto es un gran secreto. Ni siquiera Iván lo sabe. El viejo va a enviar a nuestro hermano a Tchermachnia para dos o tres días. Le ha salido un comprador para el bosque y le ofrece ocho mil rublos. El viejo ha pedido a Iván que le ayude, que vaya a ver al comprador en su nombre. Lo que en realidad desea es alejarlo para recibir a Gruchegnka.

-No, hay ciertos indicios de que hoy no vendrá -repuso Dmitri-. Así lo cree también Smerdiakov. El viejo está ahora en la mesa, bebiendo en compañía de Iván. Ve a pedirle los tres mil rublos, Alexei.

Aliocha se levantó de un salto al ver el semblante extraviado de Dmitri. En el primer momento creyó que su hermano se había vuelto loco.

-Qué te pasa, Mitia?

ó Dmitri, mirándole grave y fijamente-. No temas: sé muy bien lo que digo. Creo en los milagros, Aliocha.

-En los milagros?

-Sí, en los milagros de la Providencia. Dios lee en mi corazón, ve que estoy desesperado. Crees que puede consentir que se realice tal monstruosidad? Ve, Aliocha. Creo en los milagros.

-Iré. Me esperarás aquí?

í. Sin duda, tardarás. No se puede abordar la cuestión de buenas a primeras. Ahora está bebido. Esperaré aquí tres, cuatro, cinco horas. Pero te advierto que hoy mismo, aunque sea a medianoche, has de ir a casa de Catalina Ivanovna, con el dinero o sin él, para decirle: "Dmitri Fiodorovitch me ha rogado que la salude en su nombre. " Deseo que repitas estas palabras exactamente.

é piensas hacer si Gruchegnka viene hoy, o mañana, o pasado mañana?

-Si viene Gruchegnka? Como vigilo, la veré. Entonces forzaré la puerta a impediré que el viejo se salga con la suya.

-Pero si él...

é: no lo podré resistir.

-A quién matarás?

é.

-Qué dices, Mitia?

é, no lo sé. Quizá la mate, quizá no. Pero temo no poder soportar la expresión de su cara en esos momentos. Odio su nuez, su nariz, sus ojos, su sonrisa impúdica. Todo eso me repugna. Ésta es la razón de mi inquietud: temo no poder contenerme.

-Voy a verlo, Mitia. Creo que Dios lo arreglará todo lo mejor posible y nos evitará todos estos horrores.

-Yo espero un milagro. Pero si no se produce...

ó, pensativo, a casa de su padre.