Dostoevsky. Los hermanos Karamazov (Spanish. Братья Карамазовы).
Segunda parte. Libro VI. Un religioso ruso.
Capitulo II. Biografía del starets Zósimo, que descansa en el señor, escrita, según sus propias palabras, por Alexei Fiodorovitch Karamazov

CAPITULO II

BIOGRAFÍA DEL STARETS ZÓSIMO, QUE DESCANSA EN EL SEÑOR, ESCRITA, SEGÚN SUS PROPIAS PALABRAS, POR ALEXEI FIODOROVITCH KARAMAZOV

a) El hermano del starets ósimo

ósimo

ósimo. El duelo

én víctima del pecado. La corrupción aumenta visiblemente de día en día. El mal del aislamiento invade al pueblo; aparecen los acaparadores y las sanguijuelas. El comerciante experimenta una avidez creciente de honores. Pretende mostrar una instrucción que no posee, y lo hace desdeñando los usos antiguos y avergonzándose de la fe de sus padres. Va a casa de los príncipes, aunque no es más que un mujik depravado. El pueblo ha perdido la moral por efecto del alcohol y no puede dejar este vicio. Cuántas crueldades han de sufrir las esposas y los hijos por culpa de la bebida! Yo he visto en las fábricas niños de nueve años, débiles, atrofiados, hundido el pecho y ya corrompidos. Un local asfixiante, el fragor de las máquinas, el trabajo incesante, la obscenidad, las bebidas... Es esto lo que conviene al alma de un muchacho? El niño necesita sol, los juegos propios de su edad, buenos ejemplos y un poco de simpatía. Es preciso que esto termine. Religiosos, hermanos míos, hay que poner fin a los sufrimientos de los niños. Orad para que así sea.

á a Rusia, pues el bajo pueblo, aunque pervertido y agrupado en torno al pecado, sabe que el pecado repugna a Dios y se siente culpable ante Él. Así, nuestro pueblo no ha cesado de creer en la verdad: admite a Dios y derrama ante Él lá rimas de ternura. No ocurre lo mismo entre los privilegiados. Éstos son adictos a la ciencia y quieren organizarse equitativamente sin más guía que la de su razón, prescindiendo de Cristo. Ya han proclamado que no existe el pecado ni el crimen. Desde su punto de vista tienen razón, pues, si no hay Dios, cómo puede existir el delito? En Europa, el pueblo se levanta ya contra los ricos. En todas partes, sus jefes lo incitan al crimen y le dicen que su cólera es justa. Pero "maldita sea su cólera por ser cruel. El Señor salvará a Rusia, como la ha salvado tantas veces. La salvación vendrá del pueblo, de su fe, de su humildad. Padres míos, preservad la fe del pueblo. No estoy soñando. Siempre me ha impresionado la noble dignidad de nuestro gran pueblo. He visto esa dignidad y puedo atestiguarla. Nuestro pueblo no es servil, aun habiendo sufrido dos siglos de esclavitud. Es desenvuelto en su porte y en sus ademanes, pero sin ofender a nadie con esta desenvoltura. No es ni vengativo ni envidioso. Piensa: "Eres distinguido, rico, inteligente... Que Dios te bendiga. Te respeto, pero has de saber que también yo soy un hombre. El hecho de que te respete sin envidiarte te revelará mi dignidad humana." El pueblo no lo dice así (todavía no sabe decirlo), pero obra de este modo. Lo he visto, lo he experimentado. Creedme: cuanto más pobre y humilde es el ruso, más claramente se observa en él esta noble verdad, pues los ricos, los acaparadores, por lo menos en su mayoría, han caído en la inmoralidad, y nuestra negligencia, nuestra indiferencia han contribuido a ello en buena parte. Pero Dios salvará a los suyos, porque Rusia es grande, y su grandeza es hija de su humildad. Pienso en nuestro porvenir y me parece estar viendo lo que ocurrirá. El rico más depravado acabará por avergonzarse de su riqueza ante el pobre, y el pobre, conmovido por este rasgo de humildad, será comprensivo y responderá generosamente, amistosamente, a semejante prueba de noble confusión. No les quepa duda de que ocurrirá así, pues se progresa en esa dirección. La igualdad sólo existe en la dignidad espiritual, y esto únicamente nosotros lo comprenderemos. Cuando haya hermanos, reinará la fraternidad, y sin fraternidad, jamás podremos compartir nuestros bienes. Conservamos la imagen de Cristo, que resplandecerá a los ojos del mundo entero como un magnífico diamante... Así sea!

ó algo emocionente. Durante mis peregrinaciones, y cuando ya llevaba ocho años separado de mi antiguo asistente Atanasio, me encontré con él en la ciudad de K... Esto ocurrió en el mercado. Al verme, me reconoció y corrió hacia mi lleno de alegría. "Pero es usted, padre? Qué feliz encuentro! " Me llevó a su casa. Al terminar el servicio se había casado y tenía ya dos niños pequeños. Su mujer y él vivían de una pequeña industria de cestería. Su vivienda era pobre, pero alegre y limpia. Me obligó a sentarme, preparó el samovar y envió en busca de su esposa, como si mi visita fuese una solemnidad. Me presentó a sus dos hijos.

ígalos, padre.

én para bendecirlos -repuse-, pues sólo soy un humilde religioso. Lo que haré es orar por ellos. A ti, Atanasio Paulovitch, te he tenido siempre presente en mis oraciones desde aquel día inolvidable, pues tú fuiste la causa de todo.

é lo ocurrido. Él me miraba como si no pudiese creer que su antiguo dueño, un oficial, estuviera ante él vestido de monje. Incluso lloraba.

é lloras? -le pregunté-. No te he dicho que no puedo olvidarte? Alégrate conmigo, querido, pues mi camino está lleno de luz de felicidad.

Él no hablaba apenas, pero suspiraba y movía la cabeza enternecido.

é ha hecho usted de su fortuna?

és del té me despedí de ellos. Atanasio me entregó cincuenta copecs para el monasterio y luego me puso otros cincuenta en la mano.

é la limosna, me despedí del matrimonio y me fui con el alma llena de alegría. Por el camino iba pensando: "Sin duda, él está haciendo en su casa lo que yo hago en el camino: suspirar y reír lleno de júbilo. Somos felices al recordar que Dios hizo que nos encontrásemos. Yo era su dueño, él era mi servidor, y ahora, al abrazarnos llenos de emoción, un noble lazo nos ha unido."

ás, pero me he acordado muchas veces de todo esto, y ahora me digo que no es imposible que esta profunda y franca unión se llegue a realizar en todas partes entre los rusos. Yo creo que se realizará, y muy pronto.

ñadir algo acerca de ellos. Cuando era joven, me irritaba frecuentemente contra los de mi casa. Que si la cocinera había servido la comida demasiado caliente, que si el ayuda de cámara no me había cepillado el traje... Pero mucho tiempo después, el recuerdo de unas palabras que oí pronunciar a mi hermano cuando era niño me abrieron los ojos. "Soy digno de que otros hombres me sirvan? Tengo derecho a explotar su miseria y su ignorancia?" Entonces me asombré de que ideas tan sencillas y claras tardaran tanto en llegar a nuestra comprensión. No se puede pasar sin servidores en este mundo, pero tratadlos de modo que se sientan moralmente incluso más libres que si no fueran servidores. Por qué no he de ser yo el servidor del mío? Por qué no ha de ver él este gesto sin desconfianza y sin considerarlo hijo de mi superioridad y mi altivez? Por qué no he de mirar a mi servidor como a un pariente que se admite con alegría en el seno de la familia? Esto es ya realizable y servirá de base para la magnífica unión que se cumplirá en el porvenir, cuando el hombre no pretenda convertir en servidores a sus semejantes, como ocurre ahora, sino que desee ardientemente ser el servidor de todos los demás, como nos enseñan los Evangelios. Por qué ha de ser un sueño creer que, al fin, el hombre se sentirá feliz de realizar las obras que nos dictan la caridad y la cultura, y no, como sucede en nuestros días, al dar satisfacción a instintos brutales, a la glotonería, la fornicación, el orgullo, la jactancia, el afán, hijo de los celos, del dominio sobre los demás? Estoy seguro de que esto no es un sueño y se realizará muy pronto. Algunos se rien y preguntan: " Cuándo sucederá esto? Es posible que suceda? " Yo creo que realizaremos esta obra con la ayuda de Cristo. En la historia de la humanidad, cuántas ideas que parecían irrealizables diez años antes, se cumplieron de pronto, al llegar su misterioso término, y se difundieron por toda la tierra! Así ocurrirá en nuestro suelo. Nuestro pueblo resplandecerá ante el mundo y todos dirán: "La piedra que los arquitectos desecharon se ha convertido en la piedra angular." A los que nos dicen que soñamos podríamos preguntarles si no es un sueño la realización de su propia obra, el propósito de organizarse equitativamente sin más guía que la de su razón y prescindiendo de Cristo. Afirman que aspiran también a la unión, pero esto sólo pueden creerlo los más cándidos, aquellos cuya ingenuidad llega a los limites más inauditos. En realidad, hay más fantasía en sus cabezas que en las nuestras. Esos hombres pueden organizarse de acuerdo con la justicia, pero, al haberse separado de Cristo, inundarán el mundo de sangre, pues la sangre llama a la sangre, y el que ha desenvainado la espada, por herida de espada morirá. Sin la creencia en Cristo se exterminarán hasta quedar sólo dos. Y estos dos, dejándose llevar por su soberbia, lucharán hasta que uno de ellos elimine al otro, y luego, muy pronto, desaparecerá él mismo. Esto es lo que sucederá si no se cree en la promesa de Cristo de evitar esta lucha por amor a la bondad y a la humildad.

és de mi duelo, cuando llevaba todavía el uniforme, tuve ocasión de hablar en sociedad de los servidores. Recuerdo que asombré a todo el mundo.

ún usted -dijo uno-, habrá que sentar a nuestros sirvientes en un sillón y servirles el té.

é no? Sólo habría que hacerlo alguna que otra vez.

ír. La pregunta había sido ligera y mi respuesta no fue clara. Pero creo que en esta contestación había algo de verdad.

ón, el amor y el contacto con los otros mundos

ón. Toda oración, si es sincera, expresa un nuevo sentimiento; es la fuente de una idea nueva que ignorabas y que te reconfortará. Entonces comprenderás que el rezo es un medio de educación. Acuérdate, además, de repetir todos los días y tantas veces como puedas estas palabras: "Señor, ten piedad de todos los que comparecen ante Ti." Pues, hora tras hora, termina la existencia terrestre de algunos de los seres humanos de más alta valía espiritual y sus almas llegan ante Dios. Cuántos de ellos han dejado este mundo en la soledad más completa, ignorados por todos, tristes y amargados de la indiferencia general! Y tal vez, aunque no conozcas al que muere, porque vive en el otro extremo del mundo, el Señor oiga tu plegaria. El alma temerosa que llega a la presencia de Dios se conmoverá al saber que hay sobre la tierra alguien que le ama a intercede por ella. Y Dios os mirará a los dos con más misericordia, pues si tú te compadeces del alma de otro, Él se compadecerá mucho más, pues su caudal de piedad y amor es inagotable. Así, Él perdonará por ti.

íos, no temáis al pecado; amad al hombre aunque sea un pecador, pues así seguiréis el ejemplo del amor divino, al que no se puede comparar ningún amor de la tierra.

ón en conjunto y a cada uno de sus elementos: amad a cada hoja del ramaje, a cada rayo de luz, a los animales, a las plantas... Amando a las cosas comprenderéis el misterio divino de todas ellas. Y una vez comprendido, penetraréis en esta comprensión cada vez más. Y terminaréis por amar al mundo entero con un amor universal. Amad a los animales, ya que Dios les ha dado un principio de pensamiento y una alegría apacible. No los molestéis, no los atormentéis quitándoles esta alegría, pues ello sería oponerse a los propósitos de Dios. Hombre, no hagas sentir tu superioridad a los animales, que están exentos de pecado, mientras tú manchas la tierra, dejando a tus espaldas un rastro de podredumbre. Así proceden casi todos los hombres, por desgracia. Amad sobre todo a los niños, pues también ellos desconocen el pecado, como los ángeles. Están en el mundo para llegarnos al corazón y purificarlo. Son para nosotros como un aviso. Maldito sea el que ofenda a estas criaturas! El hermano Antimio me ha enseñado a amarlas. Sin decir palabra, empleaba los copecs que nos daban de limosna para comprar golosinas y regalarlas a los niños. Se conmovía cuando estaba junto a ellos.

"Hay que recurrir a la fuerza o a la humildad del amor?" Emplead siempre el amor: con él podréis dominar al mundo entero. El ser humano lleno de amor es una fuerza temible con la que ninguna otra se puede igualar. No os descuidéis en ningún momento de guardar una actitud digna. Suponed que pasáis por el lado de un niño presas de cólera y blasfemando. Vosotros no habéis visto al niño, pero él os ha visto a vosotros, y es muy probable que conserve el recuerdo de vuestra baja actitud. Sin saberlo habréis sembrado un mal germen en el alma de ese niño, un germen que puede desarrollarse, y todo por haber cometido un olvido ante ese muchacho, por no haber cultivado en vuestro ser el amor activo, hijo de la reflexión. Hermanos míos, el amor es un buen maestro, pero hay que saber adquirirlo, pues no se obtiene fácilmente, sino a costa de largos esfuerzos. Hay que amar no momentáneamente, sino hasta el fin. Hasta el más detestable malvado es capaz de sentir un amor circunstancial.

ía perdón a los pájaros. Esto parece absurdo, pero tiene su lógica, pues todas las cosas se parecen al océano, donde todo resbala y se comunica. Se toca en un punto y el toque repercute en el otro extremo del mundo. Admitamos que sea una locura pedir perdón a los pájaros. Sin embargo, lo mismo los niños que los pájaros y que todos los animales que nos rodean vivirán más a sus anchas si vosotros os comportáis dignamente. Entonces rogaréis a los pájaros. Entregados enteramente al amor, en una especie de éxtasis, les pediréis que os perdonen vuestros pecados. Alabad este éxtasis, por muy absurdo que parezca a los hombres.

íos, pedid a Dios alegría; sed tan alegres como los niños, como los pájaros bajo el cielo. No permitáis que el pecado obstruya vuestra acción; no temáis que empañe vuestra obra y os impida cumplirla. No digáis: "El pecado, la impiedad, el mal ejemplo son poderosos, y nosotros, en cambio, somos débiles y estamos solos. El mal triunfará sobre el bien." No os descorazonéis, hijos míos. No hay más que un medio de hallar la salvación: el de cargar con todos los pecados de los hombres. Desde el momento en que respondáis por todos y por todo, veréis que es justo que obréis así, ya que sois culpables por todos y por todo. En cambio, si arrojáis vuestra pereza y vuestra debilidad sobre vuestros semejantes, acabaréis por entregaros a un orgullo satánico y murmuraréis contra Dios. He aquí lo que yo pienso de este orgullo: es difícil comprenderlo aquí abajo, y por eso caemos en él tan fácil y erróneamente, creyendo que realizamos alguna obra noble a importante. Entre los sentimientos y los impulsos más violentos de nuestra naturaleza hay muchos que no podemos comprender aquí abajo, pero no creas, hermano, que esto pueda servirte siempre de justificación, pues el Juez soberano te pedirá cuentas de todo lo que puedes comprender, aunque no te las pida de lo demás. Vamos errantes por la tierra y, si no tuviésemos como guía la preciosa imagen de Cristo, nos extraviaríamos, como ya sucedió al género humano antes del diluvio, y acabaríamos por sucumbir. En este mundo somos ciegos para muchas cosas. En cambio, tenemos la sensación misteriosa del lazo de vida que nos liga al mundo de los cielos. Las raíces de nuestras ideas y de nuestros sentimientos no están aquí, sino allí. Por eso los filósofos dicen que en la tierra es imposible comprender la esencia de las cosas. Dios ha tomado semillas de los otros mundos y las ha sembrado aquí abajo para tener en la tierra su jardín. Lo ha formado con todo lo que podía crecer, pero nosotros somos plantas que sólo vivimos por la sensación del contacto con esos mundos. Cuando esta sensación se debilita o se extingue, lo que había brotado en nosotros perece. Llega un momento en que la vida nos es indiferente a incluso la miramos con aversión. Por lo menos, así me parece.

él es tan criminal como el acusado, y tal vez más culpable de su crimen que todos. Cuando haya comprendido esto, podrá ser juez: es una gran verdad, por absurdo que parezca. Pues si yo soy un hombre justo, nadie será un criminal ante mi. Si puedes cargar con el crimen del acusado al que juzgas, hazlo inmediatamente, sufre por él y déjalo marcharse sin hacerle ningún reproche. Incluso si eres juez de profesión, haz todo lo posible por desempeñar tu cargo con este criterio, pues, una vez que se haya marchado, el culpable se condenará a sí mismo más severamente que podría hacerlo ningún tribunal de justicia. Si se va sin que tu conducta le haya producido efecto y burlándose de ti, no te desanimes: ese hombre obra así porque todavía no ha llegado para él el momento de la revelación; pero ya llegará. En el caso contrario, el acusado comprenderá, sufrirá, se condenará a si mismo: se le habrá revelado la verdad. Cree en esto firmemente: es la base de la esperanza y de la fe de los santos.

ún deber, levántate en el acto y cúmplelo. Si los que te rodean se niegan a escucharte, por malicia o por indiferencia, arrodíllate y pídeles perdón, pues en realidad tuya es la culpa de que no quieran escucharte. Si se niegan a oírte los irascibles, sírvelos en silencio y humildemente, sin perder jamás la esperanza. Si todos se apartan de ti y algunos te rechazan con violencia, permanece solo, arrodíllate, besa la tierra, riégala con tus lágrimas, aunque nadie te vea ni te oiga. Estas lágrimas darán fruto. Cree hasta el fin, incluso en el caso de que todos los hombres se hubieran descarriado y fueses tú el único que permanecieras fiel. Aporta tu ofrenda y alaba a Dios por haberte permitido conservar la fe en tu aislamiento. Y si te reúnes con otro hombre como tú, obtendrás la plenitud del amor vivo. Daos entonces un fuerte abrazo y alabad al Señor por haberos permitido, aunque sólo a vosotros dos, cumplir la verdad de su palabra.

ón te abruma, alégrate por otro que sea justo, alégrate de que éste, al contrario que tú, haya permanecido fiel y no haya pecado.

ón que despierta en ti un deseo de venganza, rechaza este sentimiento por encima de todo: impónte a ti mismo idéntica pena que si la falta la hubieses cometido tú. Acepta este dolor, súfrelo y tu corazón se calmará, pues comprenderás que también tú eres culpable, ya que, aunque hubieras sido el único hombre justo, habrías podido hacer entrar en razón a ese malvado con tu buen ejemplo. Si hubieses iluminado su mente, él habría visto otro camino, y el criminal acaso no habría cometido su crimen al obtener gracias a ti la clarividencia. Si los hombres permanecen insensibles a esta luz mental a pesar de tus esfuerzos y desprecian su salvación, manténte firme y no dudes del poder de la luz celestial: puedes estar seguro de que si no se han salvado todavía, se salvarán en adelante. Y si no se salvan ellos, se salvarán sus hijos, pues su luz no se apagará nunca, ni aun después de tu muerte. La humanidad se salvó después de la muerte del Salvador. El género humano rechaza a sus profetas, los aniquila, pero los hombres aman a sus mártires, veneran a quienes han dado muerte ellos mismos. Trabajas para la colectividad, obras para el porvenir. No busques recompensas, pues ya tienes una, y muy grande, en la tierra: tu alegría espiritual, de la que sólo pueden participar los justos. No temas a los grandes ni a los poderosos, no te excedas en nada; instrúyete sobre esto. Retirate a la soledad y reza. Prostérnate con amor y besa la tierra. Ama incansablemente, insaciablemente, a todos y a todo; procura alcanzar este éxtasis, esta exaltación. Riega la tierra con lágrimas de alegría y ama estas lágrimas. No te avergüences de este éxtasis, adóralo, pues es un gran don que Dios sólo concede a los elegidos.

ísticas 

íos, qué es el infierno? Yo lo defino como el sufrimiento de no poder amar. En un punto, en un instante del espacio y del tiempo infinitos, un ser espiritual tiene la posibilidad, mediante su aparición en la tierra, de decirse: "Existo y amo." Sólo por una vez se le ha concedido un momento de amor activo y viviente. Para este fin se le ha dado la vida terrestre, de tiempo limitado. Pues bien, este ser feliz ha rechazado el inestimable don; ni le da valor ni lo mira con afecto: lo observa irónicamente y permanece insensible ante él. Este ser, cuando deja la tierra, ve el seno de Abraham, charla con él como se refiere en la parábola de Lázaro y del rico de mal corazón; contempla el paraíso y puede elevarse hasta el Señor. Pero le atormenta la idea de llegar sin haber amado, de entrar en contacto con los que han prodigado su amor, habiéndolo desdeñado él. Ahora ve las cosas claramente y se dice: "En este momento poseo la clarividencia y comprendo que, pese a mi sed de amor, mi amor no tendrá valor alguno, ya que no representará ningún sacrificio, por haber terminado mi vida terrestre. Abraham no vendrá a calmar, ni siquiera con una gota de agua, mi sed ardiente de amor espiritual, este amor que ahora me abrasa, después de haberlo desdeñado en la tierra. La vida y el tiempo han terminado. Ahora daría de buena gana mi vida por los demás, pero esto es imposible, pues la vida que yo quisiera sacrificar al amor ya ha pasado y entre ella y mi existencia actual hay un abismo."

ón en su sentido literal. No me atrevo a sondear este misterio, pero me parece que si hubiese verdaderas llamas, los condenados se regocijarían, pues el tormento físico les haría olvidar, aunque sólo fuera por un instante, la tortura moral, mucho más horrible que la del cuerpo. Es imposible librarlos de este dolor, pues está dentro de ellos, no fuera. Pero yo creo que si se les pudiera librar del sufrimiento físico, se sentirían aún más desgraciados. Pues aunque los justos del paraíso los perdonaran al advertir su tormento y, llevados de su amor infinito, los llamaran a su lado, sólo conseguirían aumentar el mal, avivando en ellos la sed ardiente de un amor activo, que corresponde a otro y lo agradece, amor que ya no es posible en esos desgraciados. Yo creo, sin embargo, que el convencimiento de esta imposibilidad acabará por descargar sus conciencias, pues, al aceptar el amor de los justos sin poder corresponderles, sentirán una humilde sumisión que creará una especie de imagen, de imitación del amor activo que desdeñaron en la tierra... Me parece, hermanos y amigos, que no he podido expresar claramente estos pensamientos. Pero malditos sean aquellos que se han destruido a si mismos, malditos sean esos suicidas. No creo que haya seres más desdichados que ellos. Se dice que es un pecado rogar a Dios por estas almas, y, al parecer, la Iglesia los repudia, pero yo creo que se puede orar por ellas también. El amor no puede irritar en ningún caso a Cristo. Toda mi vida he rogado desde el fondo de mi corazón por esos infortunados, y les confieso, padres, que sigo haciéndolo todavía.

entregados enteramente a Satanás y a su orgullo, mártires voluntarios que no se sacian de infierno, que se han maldecido a sí mismos,por haber maldecido a Dios y a la vida. Se alimentan de su feroz soberbia, comb el hambriento caminante del desierto se bebe su propia sangre. Pero son y serán siempre insaciables y rechazan el perdón. Maldicen a Dios, que les llama. Y querrían que Dios y toda su Creación desaparecieran. Arderán eternamente en el incendio de su cólera y siempre tendrán sed de muerte y de exterminio...

í termina el manuscrito de Alexei Fiodorovitch Karamazov. Repito que es incompleto y fragmentario. Por ejemplo, los datos biográficos sólo abarcan la primera juventud del ñanzas y sus opiniones se han reunido manifestaciones hechas por él en épocas y ocasiones diversas. La alocución del últimas horas es imprecisa: para comprender el espíritu y el fondo de esta exposición hay que recurrir a los extractos de otras lecciones que figuran en el manuscrito de Alexei Fiodorovitch.

él se daban cuenta de que se acercaba su fin, nadie se podía imaginar que muriera tan repentinamente. Por el contrario, como ya hemos dicho, viéndole tan animado, tan locuaz, creyeron en una notable mejoría, aunque fuese pasajera. Cinco minutos antes de su muerte, nadie podía prever lo que iba a ocurrir. Sintió de pronto un dolor agudo en el pecho y se llevó las manos a él. Todos se apresuraron a socorrerlo. Sonriendo a pesar de su dolor, se deslizó de su sillón, quedó de rodillas y se inclinó hasta tocar el suelo con la frente. Después, como en éxtasis, abrió los brazos, besó la tierra murmurando una oración (eran sus propias enseñanzas) y entregó su alma a Dios alegremente, dulcemente...

ó con gran rapidez por el recinto de la ermita y llegó al monasterio. Los íntimos del difunto y los que por su jerarquía eclesiástica estaban obligados a ello, lo amortajaron de acuerdo con los ritos tradicionales. La comunidad se reunió en la iglesia. Antes de la salida del sol, la nueva llegó a la ciudad y fue el tema de todas las conversaciones. Gran número de vecinos acudió al monasterio. Ya hablaremos de esto en el libro siguiente. Ahora nos limitaremos a decir que aquel día se produjo un acontecimiento'inaudito que causó gran impresión entre los monjes y los habitantes de la ciudad, un acontecimiento tan extraño y desconcertante, que todavía, después de tantos años, se conserva en nuestra localidad un vivido recuerdo de aquella jornada llena de emociones...