Dostoevsky. Los hermanos Karamazov (Spanish. Братья Карамазовы).
Cuarta parte. Libro X. Los muchachos.
Capítulo III. El colegial

CAPÍTULO III

EL COLEGIAL

Pero Kolia ya no la oía. Al fin estaba libre. Al salir a la calle hundió momentáneamente la cabeza entre los hombros y exclamó: "Vaya frío!", y tomó el camino de la plaza del Mercado. Antes de llegar a la plaza se detuvo ante un edificio, sacó del bolsillo un silbato y lo hizo sonar con todas sus fuerzas. Sin duda, era una señal convenida. Un minutó después salió de su casa un niño de once años, de tez colorada y protegido, como Kolia, por un recio y elegante gabán. Este muchacho era Smurov, alumno de la clase preparatoria (Kolia estaba ya en la sexta) a hijo de un funcionario acomodado, al que sus padres habían prohibido que fuera con Krasotkine, cuya conducta les parecía vergonzosa; de modo que Smurov había tenido que salir de su casa furtivamente.

Como el lector recordará, Smurov formaba parte del grupo que había apedreado a Iliucha hacía dos meses, y él fue el que habló con Aliocha Karamazov.

-He estado una hora esperándote, Krasotkine -dijo sin rodeos Smurov.

Los dos chicos siguieron el camino de la plaza.

-Si me he retrasado -repuso Kolia-, la culpa no ha sido mía, sino de las circunstancias. No te azotarán por haberte reunido conmigo?

-Qué ocurrencia! A mí no me azotan nunca... Ya veo que está aquí Carillón.

-Sí, lo he traído.

-Para que nos acompañe hasta la casa?

-Sí.

-Lástima que no sea Escarabajo!

-Escarabajo no puede ser, porque ha desaparecido. Nadie debe saber dónde está.

Smurov se detuvo de pronto.

-Oye, Kolia: Iliucha dice que Escarabajo tenía el pelo largo y de un gris violáceo, o sea como el de ón. Y si le dijéramos que Carillón es Escarabajo? A lo mejor, lo creía.

-Escucha, colegial: detesta la mentira, incluso la mentira piadosa... Supongo que no le habrás dicho ni una palabra de mi visita.

-A Dios gracias, sé lo que debo hacer -dijo Smurov, y añadió con un suspiro-: No creo que Carillón pueda consolarlo. Su padre, el capitán, nos ha dicho que hoy le regalará un cachorro de moloso auténtico, con el hocico negro. Cree que este animalito consolará a Iliucha, pero yo no opino así.

-Cómo está Iliucha?

-Mal, muy mal. A mí me parece que está tísico. Conserva todo el conocimiento, pero respira con gran dificultad. El otro día pidió que lo llevaran a dar un paseo, le pusieron los zapatos, y el pobre cayó después de dar unos pasos. "Ya te dije, papá, que estos zapatos no me venían bien. Siempre he tenido dificultad para andar con ellos." Creyó que se había caído por culpa de los zapatos, y era la debilidad lo que le había hecho caer. No creo que viva toda esta semana. Herzenstube lo visita. Vuelven a tener dinero en abundancia.

-Los muy canallas!

-Quiénes?

-Los médicos, toda esa chusma doctoral, individual y colectivamente. Detesto la medicina; no sirve para nada. En fin, ya estudiaré a fondo esta cuestión. Oye, os habéis vuelto muy sentimentales los de tu clase: creo que vais todos los días a visitar al enfermo. -Todos no. Somos unos diez los que lo vamos a ver todos los días.

ás me sorprende es la conducta de Alexei Karamazov. Mañana o pasado se va a juzgar a su hermano por un crimen espantoso y esto no le impide ponerse sentimental con los colegiales.

-Aquí nadie se pone sentimental. Piensa que tú mismo vas a reconciliarte con Iliucha.

-A reconciliarme? Es una palabra que me repugna. Por otra parte, no permito a nadie que analice mil actos.

-Ya verás qué contento se pone Iliucha al verte. No sabe nada de tu visita. Por qué has tardado tanto en decidirte? -exclamó con vehemencia Smurov.

-Eso es cosa mía y no tuya. Yo voy por mi propia voluntad; vosotros, en cambio, vais porque os llevó Alexei Karamazov. De modo que no es lo mismo. Además, tú no sabes por qué voy yo. A lo mejor, no pretendo reconciliarme. Qué expresión tan estúpida!

á allí. Desde luego, al principio fuimos con él, pero después nos acostumbramos a ir solos, primero uno y después otro, y todo con la mayor naturalidad, sin sentimentalismos. Su padre se conmovió al vernos. Perderá la razón cuando Iliucha se muera. Se da cuenta de que no time salvación. No puedes figurarte lo que se alegró al ver que nos reconciliábamos con Iliucha. Éste ha preguntado por ti, pero no ha dicho nada más. Su padre acabará loco o se ahorcará. Antes ya tenía el aspecto de un demente. Es un buen hombre, sabes?, que ha sido víctima de un error. Ese parricida no debió maltratarlo como lo hizo dias atrás en la taberna.

-Dmitri Karamazov es para mí un enigma. Hace tiempo que podía haber hecho amistad con él, pero hay momentos en que me alegro de haberlo mantenido a distancia. Además, tengo de él un concepto que quiero comprobar.

ó en un grave silencio, que compartió su amigo. Smurov respetaba a Kolia Krasotkine y no osaba, ni mucho menos, compararse con él. Kolia había despertado su curiosidad al decir que iba a ver a Iliucha espontáneamente. Sin duda, había una razón misteriosa para que Krasotkine hubiera adoptado de pronto esta resolución.

Iban por la plaza del Mercado, sorteando carros y aves de corral. Bajo los sobradillos de las tiendas había mujeres que vendían tortas, hilos y otros muchos géneros. En nuestra ciudad llaman ingenuamente ferias a estos mercadillos domingueros que se celebran en gran número durante el año.

Carillón ía alegremente, desviándose de continuo a derecha e izquierda para olfatear algo. Y cuando se encontraba con algún congénere, le oliscaba también del mejor grado, según las reglas en use entre los perros.

-Me gusta observar la realidad, Smurov -dijo de pronto Kolia-. Te has fijado en que los perros se olfatean cuando se encuentran? Esto es entre ellos una ley natural.

-Una ley ridícula.

-Pues no, te equivocas. No hay nada ridículo en la Naturaleza, aunque el hombre, con sus prejuicios, crea lo contrario. Si los perros pudieran razonar y criticar, verían en nosotros tantas cosas ridículas como nosotros vemos en ellos, tantas o más, pues estoy convencido de que son numerosísimas en las relaciones humanas. Esta idea es de Rakitine y me parece acertadísima. Soy socialista, Smurov.

-Qué es el socialismo? -preguntó Smurov.

ón del matrimonio, la libertad de observar la religión y las leyes que a uno le convengan, etc., etc. Tú eres todavía demasiado joven para comprender estas colas... Hace frío, verdad?

-Sí, doce bajo cero: mi padre acaba de verlo en el termómetro.

-Has observado que en pleno invierno, cuando estamos a quince a incluso a dieciocho grados bajo cero, el frío es más soportable que ahora, al principio, cuando hay todavía poca nieve y hiela de pronto a los doce grados? Esto sucede porque las personas no están todavía habituadas al frío. En nosotros todo es un hábito, incluso la política. Mira qué tipo tan gracioso.

Kolia señalaba a un campesino de considerable estatura, enfundado en una pelliza de piel de cordero, de aire bonachón, que, al lado de su carreta, se calentaba las manos, protegidas por mitones, dando fuertes palmadas. Su barba estaba cubierta de escarcha.

-Tienes la barba helada, amigo -dijo Kolia levantando la voz y en un tonillo mordaz cuando pasó por su lado.

ó el campesino sentenciosamente.

-No te molestes -suplicó Smurov.

-No temas, no se enfadará. Es un buen hombre. Adiós, Mateo!

-Adiós.

-De veras te llamas Mateo? -Sí. No lo sabías?

-Qué casualidad! Eres estudiante?

-Exacto.

-Sí.

-A veces.

-La vida es dura -suspiró el buen hombre.

-Adiós, Mateo.

-Adiós. Eres un muchacho simpático.

-Es una buena persona -dijo Koila-. Me gusta hablar con la gente del pueblo. Hacerle justicia.

-Por qué le has dicho que nos azotan? -preguntó Smurov. -Para darle gusto.

-No lo entiendo.

-Oye, Smurov: no me gusta dialogar con los que no me comprenden desde un principio. Hay cosas imposibles de explicar. A ese hombre se le ha metido en la cabeza que a los colegiales hay que azotarlos, que el colegial que no recibe este castigo no es colegial. Si yo le hubiera dicho que no me azotan, lo habría confundido. En fin, tú no puedes comprender estas cosas. Hay que saber hablar al pueblo.

-Times miedo?

-Sí, Kolia; tengo miedo. Mi padre se pondría furioso si se enterase de estas bromas. Me ha prohibido que vaya contigo.

-No temas: esta vez no ocurrirá nada. Buenos días, Natacha -gritó a una vendedora.

La mujer, todavía joven, respondió a grandes voces:

ía!

-Bonito nombre! Adiós, María!

-El muy granuja! No es más alto que una bola de montar y ya se mete con la gente.

-No tengo tiempo de escucharte. Ya me lo contarás el próximo domingo -dijo Kolia braceando y como si fuera ella la que hubiese empezado a importunarle.

óximo! Eres tú el que me ha tirado de la lengua, mocoso! Una buena azotaina es lo que necesitas! Ya te conozco, bribón!

ía se echaron a reír a coro. De pronto, salió de una arcada un hombre que daba muestras de gran agitación. Tenía el aspecto de un dependiente de comercio y no era de nuestra ciudad. Usaba gorra y llevaba un caftán de largos faldones. Era todavía joven, tenía el cabello castaño y ensortijado, y el rostro pálido y picado de viruelas. Muy excitado, no se sabía por qué, empezó a amenazar a Kolia con el puño.

-Te conozco! -gritó-. Te conozco!

Kolia lo miró atentamente. No se acordaba de haber disputado con aquel hombre. Por otra parte, sus altercados en la calle eran demasiado frecuentes para que pudiera acdrdarse de todos.

-De modo que me conoces? -preguntó irónicamente.

-Sí, te conozco -repitió el forastero.

ós. Tengo prisa.

-Eres un insolente. Ya te he dicho que te conozco.

-Si soy un insolente, amigo, esto no es cuenta tuya -dijo Kolia deteniéndose y mirando fijamente al desconocido.

-Ah! Sí?

-Sí.

én es cuenta?

-De Trifón Nikititch.

-De quién?

El forastero, todavía acalorado, miraba a Kolia con cara estúpida. El muchacho le respondió midiéndolo gravemente con la mirada.

-Has ido á la iglesia de la Ascensión? -preguntó Kolia enérgicamente.

é? -repuso el forastero, desconcertado-. No, no he ido.

-Conoces a Sabaniev? -preguntó Kolia con la misma energía.

-A Sabaniev? No, no lo conozco.

-Entonces, vete al diablo -dijo Kolia. Y, desviándose hacia la derecha, se alejó con paso rápido, como si no se dignase hablar con un hombre tan tonto que ni siquiera conocía a Sabaniev.

-Espera -dijo el forastero, volviendo a ponerse nervioso-. A qué Sabaniev te refieres?

ó a las vendedoras, mirándolas estúpidamente:

-De qué Sabaniev habla?

Las mujeres se echaron a reír.

-Ese rapaz es un tunante -dijo una de ellas.

-Pero de qué Sabaniev habla? -volvió a preguntar el del pelo rizado, haciendo grandes aspavientos.

ó una de las vendedoras-. Sí, ése debe de ser.

El forastero la miró, perplejo.

-Kuzmitchev? -dijo otra-. Entonces no se llama Trifón, sino Kuzma. Y ese chico ha hablado de Trifón Nikititch. O sea que no es él.

-No, no es Trifón, y tampoco Sabaniev, sino Tchijov -dijo una tercera vendedora que había escuchado con toda seriedad-. Sí, es Alexei Ivanovitch Tchijov.

El forastero miraba, aturdido, tan pronto a una como a otra.

é me ha hecho esa pregunta? -exclamó desesperado-. Díganme, amigas mias, por qué me ha preguntado ese chico si conozco a Sabaniev?

-Qué cabeza tan dura tienes! Te hemos dicho que no es Sabaniev, sino Tchijov, Alexei Ivanovitch Tchijov.

-Es alto y lleva el cabello largo. Este verano se le vio mucho por esta plaza.

-Pero para qué quiero yo a ese Tchijov?

-A mí me lo preguntas?

ómo podemos nosotras saber para qué lo quíeres, si no lo sabes tú? -dijo otra-. Tanto gritar y no lo sabes? Te hablaban a ti y no a nosotras, cabeza dura. Lo conoces?

-A quién?

-A Tchijov.

-Que el diablo se lleve a ese Tchijov y a ti! Le daré una paliza, palabra! Se ha burlado de mí!

-Tú pegarle a Tchijov? Él sí que te dará una paliza a ti!

í. Que me lo traigan, que me lo traigan!

ír. Kolia estaba ya lejos y seguía avanzando con humos de vencedor. Smúrov se volvió varias veces para observar al grupo vociferante. También él se divertía, a pesar de su terror a mezclarse en una aventura de Kolia.

-A qué Sabaniev te has referido? -preguntó, sospechando lo que Kolia le iba a contestar.

-A ninguno. Ahora van a estar disputando hasta la noche. Me gusta burlarme de los imbéciles, cualquiera que sea su condición social. Ese hombre es un bobo de remate. Dicen que "no hay peor tonto que un tonto francés", pero hay rusos que no se quedan atrás. Mira la cara de ese infeliz. No lleva escrito en ella que es un imbécil?

-Déjalo tranquilo, Kolia. Sigamos nuestro camino.

ías, buen mozo!

Se dirigía a un hombre robusto, de cara redonda a ingenua y barba gris, que parecía bebido. Levantó la cabeza y miró al colegial.

-Buenos días, si no bromeas -respondió con calma.

-Y si bromeo? -preguntó Kolia echándose a reír.

-Bromea si tal es tu deseo. Siempre se puede bromear. Con eso no se hace mal a nadie.

óname, pero estoy bromeando.

-Entonces, que Dios te perdone.

-Y tú, me perdonas?

-De todo corazón. Sigue tu camino.

-No tienes aspecto de tonto.

ú -repuso el desconocido con perfecta seriedad.

-Lo dudo -dijo Kolia, un tanto desconcertado.

-Sin embargo, es la pura verdad.

-Al fin y al cabo, es muy posible.

-Sé lo que digo.

ós, buen mozo.

-Adiós.

ía imaginar que había tropezado con un hombre inteligente.

Dieron las doce en el reloj de la iglesia. Los colegiales aceleraron el paso y ya no hablaron apenas, aunque todavía tuvieron que andar un buen rato.

Cuando estuvieron a unos veinte pasos de la casa, Kolia se detuvo y dijo a Smurov que fuera delante y llamara a Karamazov.

-Para qué hacer venir a Karamazov? -replicó Smurov-. Entremos en la casa. Te recibirán encantados. A Santo de qué trabar conocimiento con una persona en la calle, haciendo tanto frío?

-Yo ya sé por qué lo hago venir a pesar del frío -dijo Kolia en el tono despótico que solía emplear con los "pequeños".

Smurov corrió a ejecutar la orden de Krasotkine.

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