Dostoevsky. Los hermanos Karamazov (Spanish. Братья Карамазовы).
Cuarta parte. Libro X. Los muchachos.
Capítulo VI. Desarrollo precoz

CAPÍTULO VI

DESARROLLO PRECOZ

-Qué dirá el doctor? -preguntó Kolia-. Tiene una cara repelente, verdad? La medicina es algo que no puedo sufrir.

-Mucha no tiene salvación: esto es lo que estoy temiendo que diga el doctor -repuso Aliocha con profunda tristeza.

édicos son unos charlatanes... Oye, Karamazov: me alegro de haberte conocido; hace mucho tiempo que lo deseaba. Lo que me apena es que esta amistad haya empezado en circunstancias tan tristes.

Kolia habría deseado decir algo más expresivo, más afectuoso, pero estaba un poco turbado. Aliocha lo advirtió y le tendió la mano.

-Hace tiempo que te considero como un ser raro, pero respetable -siguió diciendo Kolia, aturdido-. Me han dicho que eres un místico, que has vivido en un monasterio. Pero esto no me importa. El contacto con la realidad te curará. Así les ocurre siempre a los que son como tú.

-A qué llamas un místico? De qué me he de curar? -preguntó Aliocha un tanto sorprendido.

-Pues te has de curar de Dios y... de todo eso.

ú no crees en Dios?

-No tengo nada contra Él. En verdad, Dios no es más que una hipótesis. Sin embargo, reconozco que... que es necesario para ordenar la vida... y para otras cosas... Tanto -terminó Kolia, empezando a enrojecer-, que si Dios no existiera, habría que inventarlo.

De pronto, pensó que Aliocha podía creer que hablaba para darse importancia, para exhibir su erudición. "Sin embargo -se dijo, irritado-, nada más lejos de mi ánimo que alardear de cultura ante él." Se sentía profundamente contrariado.

-Estas discusiones me repugnan -declaró-. Se puede amar a la humanidad sin creer en Dios. Lo dudas? Voltaire no creía en Dios y amaba a la humanidad.

Y pensó: "Otra vez, otra vez!"

ía en Dios, aunque un poco friamente. Y, al parecer, del mismo modo amaba a la humanidad -repuso Aliocha con toda naturalidad, como si hablara con una persona que tuviera la misma edad que él, o incluso que fuera mayor.

A Kolia le impresionó la falta de seguridad que demostraba Aliocha en su juicio sobre Voltaire, y también le llamó la atención que dejara en manos de él, que no era más que un muchacho, la solución de un asunto tan importante.

-Por lo visto -dijo Aliocha-, has leído a Voltaire.

-Sí, pero... sólo Candide ón antigua, pésima...

"Otra vez, otra vez!"...

-Lo entendiste?

í todo... Por qué dudas de que lo comprendiera? Hay pasajes graciosos... Puedes estar seguro de que soy capaz de entender una novela filosófica escrita para exponer una idea... Soy socialista, Karamazov -dijo de pronto, embrollándose definitivamente-, un socialista recalcitrante.

Aliocha se echó a reír.

ónde has sacado el tiempo para estudiar y adoptar el socialismo? Sólo tienes trece años.

Estas palabras hirieron a Kolia.

-En primer lugar, no tengo trece años, sino que dentro de quince días cumpliré los catorce -dijo impetuosamente-. Además, no comprendo qué relación tiene mi edad con lo que estamos discutiendo. Son mis convicciones y no mi edad lo que importa. No es así?

-Cuando seas mayor verás la influencia que tiene la edad en las ideas. Eso no puede haber salido de ti.

Aliocha dijo esto con toda calma. Kolia, en cambio, le contestó, nervioso:

Óyeme, tú eres partidario de la obediencia y del misticismo. No me negarás que el cristianismo sólo ha sido útil a los acaudalados, a los poderosos, para mantener a las clases inferiores en la eselavitud.

-Ya sé dónde has leido eso, ya sé quién te lo ha enseñado.

-Por qué crees necesario que lo haya leido? Nadie me ha inculcado estas ideas. Tengo capacidad para juzgar por mí mismo... Y te advierto que no soy enemigo de Cristo. Cristo tenía una personalidad enteramente humana. Si hubiera existido en nuestra época, estaría al lado de los revolucionarios y habría desempeñado un papel visible. De esto no cabe duda.

-Pero de dónde te has sacado todo eso? A qué imbécil has escuchado? -exclamó Aliocha.

-No se puede ocultar la verdad. He tenido más de una ocasión para charlar con Rakitine. Y se dice que esta idea la ha expresado también el viejo Bielinski.

-Tal vez no lo haya escrito, pero lo ha manifestado. Se lo he oído decir a... Bueno, eso no importa.

-Has leído a Bielinski?

-No, en verdad no lo he leido, ya que sólo conozco de él el pasaje en que comenta por qué Tatiana no parte con Onieguine.

-Por qué no parte con Onieguine? Acaso lo has comprendido?

ó Kolia con una sonrisita que era una mueca de irritación-. Además, no vayas a creer que soy un gran revolucionario. A veces no estoy de acuerdo con Rakitine. No soy partidario de la emancipación de la mujer. Reconozco que la mujer es una criatura inferior nacida para la obediencia. Les femmes tricotent, dijo Napoleón, y por lo menos en este punto -Kolia sonrió- comparto la opinión del seudo gran hombre. También considero que es una cobardía emigrar a América, y más que una cobardía: una estupidez. Para qué irnos a América cuando podemos trabajar en nuestra casa por el bien de la humanidad? Sobre todo ahora, tenemos a nuestra disposición un amplio campo de fecunda actividad. Esto es lo que respondí.

-Lo que respondiste? A quién? Es que alguien te ha propuesto ir a América?

-Sí, me lo han propuesto, pero yo no he aceptado. Te lo digo confidencialmente, Karamazov. Ni una palabra a nadie, entiendes? Sólo tú lo sabes. No tengo el menor deseo de caer en las garras de la Tercera Sección para aprender las lecciones que se dan en el puente de las Cadenas.

" Te acordarás del edificio
óximo al puente de las Cadenas.

"Te acuerdas? Es magnífico! De qué te ríes? Supongo que no creerás que estoy hablando en broma.

Y Kolia se estremeció al pensar: " Si se enterase de que éste es el único número de La Campana ún otro... !"

- Oh, no, no me río! -respuso Aliocha-. Y no puedo pensar que me hayas mentido, por la sencilla razón de que sé que lo que me has dicho es la pura verdad... Dime: has leído "Eugenia Onieguine", el poema de Pushkin? Has hablado de Tatiana.

-No, aún no lo he leido, pero quiero leerlo. No tengo prejuicios, Karamazov; lo miraré por las dos caras. Por qué me lo preguntas?

-Por nada.

Kolia se irguió ante Aliocha. Quería saber a qué atenerse.

é que me hables con franqueza.

Aliocha lo miró estupefacto.

-Despreciarte? Por qué? No, no; me limito a lamentar que un chico que vale tanto como tú y que está en la aurora de la vida, se haya dejado descarriar, dando crédito a semejantes disparates.

-Dejemos a un lado mi valía -replicó Kolia con cierta arrogancia-. Soy suspicaz, estúpida y groseramente suspicaz. Hace un momento, me ha parecido que tu sonrisa...

-Bah! He sonreído por otra cosa. Te voy a explicar el motivo. No hace mucho leí la opinión de un extranjero, de un alemán establecido en Rusia, sobre la juventud actual. Este hombre ha escrito: "Si prestáis a un colegial ruso un mapa del firmamento, él, aunque sea el primero que ha visto en su vida, os lo devolverá al día siguiente corregido." Ningún conocimiento y una presunción sin límites: esto es lo que el alemán reprocha a nuestros estudiantes.

ó Kolia echándose a reír-. La pura verdad! Bravo por el alemán! Sin embargo, ese cabeza cuadrada no se ha detenido a observar el lado favorable de nuestra conducta. No lo ves tú así? Admito nuestra presunción, ya que es propia de la juventud. Pero esto se corrige, si verdaderamente hay que corregirlo. En compensación, ahí está el espíritu de independencia desde la más tierna infancia, la audacia de las ideas y las convicciones en vez del servilismo rastrero ante la autoridad de toda índole. No cabe duda de que el alemán ha dicho la verdad. Bravo por el alemán! Sin embargo, hay que apretar los tornillos a los alemanes. Aunque sean unos sabios en las cuestiones científicas, hay que apretarles los tornillos.

-Por qué? -preguntó Aliocha con una sonrisa.

-Admito que soy un osado, una especie de enfant terrible, que no me detengo ante nada cuando una cosa me gusta y que digo las mayores tonterías... Pero, oye: estamos charlando desde hace un buen rato y ese doctor no termina su visita. A lo mejor, está reconociendo también a "mamá" y a Nina. Te confieso que Nina me ha encantado. Cuando he pasado junto a ella al salir de la habitación, me ha susurrado en un tono de reproche: "Por qué no has venido antes?" Me ha parecido que esa chica es toda bondad.

-Desde luego, tiene un gran corazón. Como desde ahora vendrás con frecuencia, ya la conocerás a fondo. Necesitas conocer personas así para aprender muchas cosas que sólo su compañía te puede enseñar.

Y Aliocha añadió calurosamente:

-Qué arrepentido estoy de no haber venido antes! -exclamó Kolia amargamente.

-Sí, ha sido un error. Ya has visto la alegría que le has dado al pobre Iliucha. No puedes imaginarte cómo lo consumía el deseo de que vinieras.

-Calla: no aumentes mi pena... Pero lo tengo bien merecido. No he venido antes por culpa de mi orgullo, de mi egoísmo, de un bajo despotismo que nunca he podido acallar, pese a mi empeño en dominarlo. Ahora me convenzo de que soy un miserable en muchos aspectos.

ón y sensibilidad enfermiza.

írte decir eso -declaró Kolia-. Desde que he llegado aquí, he pensado más de una vez que me despreciabas. Si supieras lo mucho que me importa tu opinión...

-Cómo es posible que seas tan desconfiado a tu edad? Hace un momento, viéndote y oyéndote hablar, me decía precisamente que debías de ser muy desconfiado.

-Lo creo. Eres tan sagaz! Sin duda, ha sido cuando estaba refiriendo lo del ganso. Entonces me he dicho que debías de despreciarme profundamente al notar que me esforzaba por aparecer como un desalmado. Entonces te he detestado y he empezado a discursear. Después, cuando ya estábamos aquí y he dicho que si Dios no existía habría que inventarlo, me ha parecido que mi exhibición de cultura ha sido demasiado precipitada, ya que he leído esta frase en alguna parte. Pero te aseguro que no me ha impulsado la vanidad; lo he hecho no sé por qué, dejándome llevar de mi alegría... Sí, creo que mi alegría ha sido la culpable de todo. Claro que no es correcto molestar a las personas porque uno esté contento; esto ya lo sé. Pero también sé, y esto es una compensación para mí, que no me desprecias, que mis temores han sido falsos. Oh, Karamazov! Soy profundamente desgraciado. A veces me imagino, sabe Dios por qué, que todo el mundo se burla de mi, y entonces me siento impulsado a trastornarlo todo.

-Y atormentas a los que te rodean -dijo Aliocha sin dejar de sonreír.

-Cierto, y sobre todo a mi madre. Verdad, Karamazov, que te parezco ridículo?

ó Aliocha-. Además, qué es el ridículo? Nadie sabe cuándo un hombre es ridículo o lo parece. Además, actualmente casi todas las personas capacitadas temen demasiado al ridículo, y este temor las hace desgraciadas. Pero me asombra que tú padezcas de este mal que observo desde hace mucho tiempo sobre todo en los adolescentes. Es una especie de locura. El diablo se ha transformado en amor propio para apoderarse de la generación actual. Sí, el diablo -repitió Aliocha sin ironía, aunque Kolia, que lo miraba fijamente, creyó lo contrario-. Tú eres como todos, mejor dicho, como la mayoría. Y no hay que ser como todos.

í...

-Aunque todos sean así, tú debes procurar no ser como ellos. Bien mirado, tú no eres como todos, ya que no has vacilado en confesar un defecto, incluso un defecto ridículo. Quién es hoy capaz de eso? Nadie, porque nadie siente la necesidad de condenarse a sí mismo. No seas como nosotros, aunque te quedes solo.

-Así lo haré... Te juzgué certeramente: sabes consolar. Si supieras hasta. qué punto me sentía atraído hacia ti, Karamazov! Hacía mucho tiempo que deseaba conocerte. De veras deseabas también tú conocerme a mí? Hace un momento lo has dicho.

-Sí, oía hablar de ti y pensaba en ti... Y si es el amor propio el que te ha llevado a hacer esa pregunta, no importa.

ón de amor? -preguntó Kolia en voz baja y como avergonzado-. No es esto ridículo?

-De ningún modo -repuso Aliocha firmemente y con una radiante sonrisa-. Y aunque fuera ridículo no importaría, puesto que estamos obrando bien.

-Reconoce, Karamazov, que también tú estás un poco avergonzado. Lo veo en tus ojos.

Kolia sonreía, ladino y feliz.

é por qué he de avergonzarme -dijo Aliocha.

-Porque tú me has hecho enrojecer! -exclamó Aliocha riendo y, en efecto, sonrojado. Un tanto aturdido, añadió-: En verdad, estoy un poco avergonzado, pero no sé por qué...

-En este momento te aprecio y te quiero mucho más -exclamó Kolia con vehemencia-, precisamente porque te sonrojas como yo, porque eres como yo.

-Oye, Kolia -dijo de pronto Aliocha-,vas a ser muy desgraciado en la vida.

é, lo sé -respondió Kolia en el acto-. Todo lo adivinas.

-Sin embargo, la vida, el conjunto de la vida, merecerá tu bendición.

ífico! Eres un profeta! Qué bien vamos a entendernos, Karamazov! Sabes lo que más me gusta de ti? Que me trates como a un igual. Sin embargo, no somos iguales: tú eres superior a mí. Pero nos entenderemos. Hace un mes que me venía diciendo: "O nos haremos amigos en seguida y para siempre, o nos separaremos como enemigos para toda la vida."

-Pensabas así porque ya me querias.

-Sí, sentía un gran afecto por ti, hasta soñaba contigo. Todo, todo lo adivinas... Mira, ya viene el doctor. Está diciendo algo al capitán. Dios mío, qué cara pone!