Dostoevsky. Los hermanos Karamazov (Spanish. Братья Карамазовы).
Cuarta parte. Libro XI. Iván Fiodorovitch.
Capítulo IV. El himno y el secreto

CAPÍTULO IV

EL HIMNO Y EL SECRETO

Era ya tarde (y los días son cortos en noviembre) cuando Aliocha llamó a la puerta de la cárcel. Anochecía, pero él estaba seguro de que le permitirían entrar. En nuestra pequeña ciudad ocurría lo que ocurre en todas. Al principio, una vez instruido el sumario, las entrevistas de Mitia, tanto con sus familiares como con los demás visitantes, se celebraban con arreglo a las normas establecidas. Pero pronto se exceptuaron de estas formalidades a algunos de los que iban a verlo asiduamente. Éstos llegaron a poder conversar con el preso sin trabas de ninguna índole. Bien es verdad que eran sólo tres los que gozaban de estas licencias: Gruchegnka, Aliocha y Rakitine.

El ía hablado en Mokroie. Después, cuando estuvo bien informado de todo, su juicio sobre la joven había cambiado por completo. Por otra parte, aunque parezca extraño, aun estando seguro de que Mitia era culpable, lo trataba con cierta indulgencia desde que estaba encarcelado. Se decía: "Tal vez no tenga mal fondo; puede ser que el alcohol y la disipación lo hayan perdido." En su alma había sucedido la piedad al horror. El ispravnik tenía gran afecto a Aliocha, al que conocía desde hacia mucho tiempo. Rakitine, otro de los que visitaban con frecuencia al preso, tenía gran amistad con las "señoritas del ", como él las llamaba. Además, daba lecciones en casa del inspector de la cárcel, viejo bonachón, aunque militar riguroso. Aliocha conocía desde hacía tiempo a este inspector, para el que no había nada mejor que él acerca de la "suprema sabiduría". El viejo respetaba, a incluso temía, a Iván Fiodorovitch, y especialmente a sus razonamientos, aunque también él era un gran filósofo... a su manera. Por Aliocha sentía una simpatía profunda. Llevaba un año estudiando los Evangelios apócrifos y daba cuenta de sus impresiones a su joven amigo. Cuando Aliocha estaba en el monasterio, iba a verle y estaba horas enteras conversando con él y con los religiosos. O sea, que si Aliocha llegaba demasiado tarde a la cárcel, pasaba antes por casa del inspector, y todo arreglado. Por otra parte, todo el personal, hasta el último guardián, estaba acostumbrado a verlo. El centinela, por supuesto, no le ponía ninguna dificultad: sabía que tenía el pase reglamentario, y esto le bastaba. Cuando alguien preguntaba por Mitia, éste bajaba al locutorio.

ía y el otro parecía malhumorado. Sobre todo últimamente a Rakitine le desagradaba encontrarse con Aliocha. Hablaba poco con él a incluso lo saludaba con cierta frialdad. Al verlo entrar, frunció el entrecejo, desvió la vista y fingió absorberse en la tarea de abrocharse el abrigo de cuello de piel. Después empezó a buscar su paraguas.

-No sé si se me olvida algo -dijo, no sabiendo qué decir.

ándose a reír.

Rakitine se enfureció.

-Eso recomiéndaselo a los Karamazov, familia de explotadores! -exclamó, temblando de cólera.

í. Ha sido una broma.

ñadió, dirigiéndose a Aliocha y señalando a Rakitine, que se dirigía a la puerta a toda prisa:

-Todos son iguales. Se reía, estaba contento, y, de pronto, ya ves cómo se pone... Ni siquiera te ha saludado. Estáis reñidos?... Por qué has tardado tanto? Te he estado esperando todo el día con impaciencia. Pero no importa: ahora nos desquitaremos.

-Por qué viene a verte con tanta frecuencia Rakitine? Os habéis asociado?

-No. Es un bribón. Y me cree un miserable. No comprende las bromas. No hay nada en su alma; me recuerda las paredes de esta cárcel cuando las vi por primera vez. Pero no es tonto... Oye, Alexei: estoy perdido!

ó en un banco a invitó a Aliocha a que se sentara a su lado.

ñana se celebrará el juicio. De veras no tienes ninguna esperanza?

-El juicio? -preguntó Dmitri como si no comprendiera-.

Ah, sí; el juicio! Bah, eso no tiene importancia! Hablemos de lo que importa. Aunque me juzguen mañana, no pensaba en eso cuando he dicho que estoy perdido. No temo por mi cabeza, sino por lo que hay dentro. Por qué me miras con ese gesto de desaprobación?

é lo que has querido decir, Mitia.

ética! Qué es la ética, Aliocha?

Alexei miró a Dmitri, desconcertado.

-La ética?

í; sé que es una ciencia, pero qué ciencia?

-Desde luego, hay una ciencia que lleva ese nombre. Pero te confieso que no puedo decirte de ella nada más.

í que la conoce. Ese granuja es un sabio. No profesará. Piensa irse a Petersburgo y dedicarse a la crítica, una crítica de tendencia moral... Puede hacerse valer, llegar a ser alguien. Con lo ambicioso que es!... Bueno, al diablo la ética!... Estoy perdido, Alexei, varón de Dios! Te quiero como no te quiere nadie; cuando pienso en ti, mi corazón se acelera... Oye, quién es Carlos Bernard?

-Carlos Bernard?

-He oído decir que es un sabio, pero esto es todo lo que sé de él.

-Yo tampoco sé nada. Que se vaya al diablo! Seguramente está en la miseria. Todos los sabios están en la miseria. Pero Rakitine irá muy lejos. Se mete en todas partes. Es un Bernard en su género. Estos Bernard abundan.

é tienes que ver con Rakitine?

ón como escritor con un articulo sobre mí. Por eso viene a verme: él mismo me lo ha dicho. Un artículo de tesis. "Tenía que matar: es una víctima del medio...", etcétera. Según me ha dicho, escribirá con cierta tendencia socialista. Me tiene sin cuidado. Detesta a Iván. Y tú no le eres simpático. Yo lo soporto porque tiene ingenio. Pero qué orgulloso es! Hace un momento le he dicho: "Los Karamazov no somos cualquier cosa; somos filósofos, como todos los verdaderos rusos. Sin embargo, tú, con todo tu saber, no eres un filósofo, sino un patán." Él ha sonreído, sarcástico. Y yo he añadido: De opinionibus non est disputandum. También yo conozco a los clásicos -terminó, echándose a reír.

-Pero por qué dices que estás perdido?

-No sé lo que quieres decir.

ás. En la cabeza, mejor dicho, en el cerebro, hay nervios... Estos nervios tienen fibras, y cuando estas fibras vibran... Oye, cuando miro una cosa, las fibras empiezan a vibrar, y, apenas vibran, se forma una imagen. Bueno, no se forma en seguida, sino al cabo de un momento, de un segundo... Entonces aparece en la imaginación un momento..., no un momento, qué disparates digo!..., aparece un objeto, una escena. Así se realiza la percepción. Y no podemos menos de decirnos que esto ocurre porque tenemos fibras, y no porque tenemos alma y estamos hechos a imagen y semejanza de Dios... Ayer mismo me habló de esto Mikhail. Y desde entonces me tortura esta idea. La ciencia es magnífica, Alexei! El hombre progresa; esto es natural... Sin embargo, echo de menos a Dios.

-Eso es bueno -dijo Aliocha.

ímica, hermano, la química! Perdóneme su reverencia, pero tendrá que apartarse un poco para dejar el paso libre a la química... Rakitine no ama a Dios; no, no lo ama. A todos los que son como él les ocurre lo mismo; pero lo disimulan, mienten. "Expondrás esas ideas en tus artículos?", le he preguntado. Y él me ha respondido, riendo: "No, no me lo permitirían." Entonces yo le he dicho: " Qué será del hombre sin Dios y sin inmortalidad? Se dirá que, como todo se tolera, todo es licito." Y él me ha contestado: "Al hombre inteligente, todo se le permite. No lo sabías? Con su inteligencia, sale siempre del paso. En cambio, a ti, por haber matado, lo prendieron y ahora estás pudriéndote en una cárcel." Esto me ha disho ese villano. Antes, a semejantes cerdos los mandaba al diablo; ahora los escucho. Además, Rakitine dice cosas acertadas y escribe bien. Hace ocho días me leyó un artículo suyo y anoté tres líneas. Las tengo aquí. Voy a leértelas.

ó del bolsillo un papel y leyó:

-"Para resolver esta cuestión hay que poner la propia persona frente a la propia actividad."

"Comprendes esto? -preguntó Mitia.

Aliocha escuchaba atentamente a su hermano y lo miraba con curiosidad.

á claro. Pero es ingenioso. Él dice que todos escriben así ahora, que este modo de escribir es un producto del medio. También compone versos. Ha cantado los pies de la señora de Khokhlakov. Ja, ja!

-Lo había oído decir.

-No.

-Te los leeré; los tengo aquí. Alrededor de esto hay una historia interesante. El muy canalla! Hace tres semanas me dijo para mortificarme: "Te has hecho encarcelar como un imbécil por tres mil rublos, y yo voy a tener ciento cincuenta mil. Estoy dando pasos para casarme con una viuda. Compraré una casa en Petersburgo. " Me explicó que hacía la corte a la señora de Khokhlakov, de la que dijo que en su juventud tenía poca cabeza y que a los cuarenta años la había perdido por completo. "Es muy sensible; de esto me valdré para conquistarla. Me casaré con ella, nos iremos a Petersburgo y alli fundaré un periódico." Se relamia de gusto, claro que no porque iba a ser dueño de la señora de Khokhlakov, sino porque iba a disponer de sus ciento cincuenta mil rublos. Estaba muy seguro de si mismo. Venía a verme todos los días. "Su resistencia se va debilitando", me decía radiante. Y de pronto le echan de la casa. Perkhotine le puso una zancadilla. Bien hecho! De buena gana daría un abrazo a esa viuda tonta por haberle puesto en la puerta. Entonces escribió la poesía. Me dijo: "Por primera vez me rebajo a componer versos para cautivar a una mujer, pero lo hago con una finalidad útil. Una vez en posesión de la fortuna de esa cabeza vacía, podré ser útil a la sociedad." La utilidad pública es un buen pretexto para esos tipos. También me dijo que escribía mejor que Pushkin, ya que sabía expresar "en versos alegres su tristéza civica". Comprendo que censure a Pushkin, pues, si verdaderamente tenía talento, no debió limitarse a describir los pies. Qué orgulloso estaba de sus versos ese perfecto truhán! El amor ropio de los poetas! "Por la curación del pie del objeto amado." Éste es el título que puso a sus versos ese loco de Rakitine. Escúchalos:

"Le produce gran dolor


los doctores que pretenden curarlo.
No me dan lástima los pies,
aunque los cante Pushkin;

las cabezas rebeldes a las ideas.
Ella empezaba a comprender


á!

Rakitine es un villano, pero estos versos tienen gracia. Y, en verdad, ha mezclado con el humor una tristeza "cívica". Estaba furioso; sus dientes rechinaban.

-Ya se ha vengado -dijo Aliocha-. Ha publicado un articulo contra la señora de Khokhlakov.

ódico Rumores.

él -dijo Mitia, ceñudo-. Seguro que ha sido él! Esas informaciones... Cuántas infamias ha escrito! Contra Gruchegnka..., contra Katia...

Iba y venía por la habitación con semblante sombrío.

ás tiempo contigo. Mañana es un día de gran importancia para ti. Se cumplirá el juicio de Dios. Por eso me asombra que, en vez de hablar de cosas serias, hables de nimiedades.

-Pues no te debía sorprender. Para qué hablar del asesino, de ese perro sarnoso? Ya he hablado bastante de él. No quiero oír nombrar a Smerdiakov, ese hijo hediondo de una mujer hedionda. Dios lo castigará! Ya verás como lo castiga.

Se acercó a Aliocha y lo abrazó. Su emoción era sincera; sus ojos llameaban.

ía esto, pero tú sí que lo comprenderás. Por eso lo esperaba con tanta impaciencia. Hace tiempo que quería decirte muchos cosas entre estas inhóspitas paredes; pero cada vez que he hablado contigo me he callado lo principal, por parecerme que no había llegado aún el momento de sincerarme. He esperado hasta el último día para abrirte mi corazón. En este encierro, hermano mío, he sentido nacer en mí un nuevo ser. En mí existía un hombre nuevo que sólo podía manifestarse bajo el azote del infortunio. Qué puede importarme trabajar hasta la extenuación en las minas durante veinte años? Esto no me asusta; lo que temo es otra cosa: que el hombre que acaba de nacer en mí me abandone... En las minas, en un forzado, en un asesino, podemos encontrar un hombre de corazón con el que entendernos; sí, también allá lejos podemos amar, vivir y sufrir; despertar el corazón dormido de un forzado y cuidarlo con solicitud; sacar de su oscura guarida y llevar a la luz a un alma grande regenerada por el sufrimiento; resucitar a un héroe. Hay centenares de seres así y todos somos culpables ante ellos. No soñé en vano con el "pequeñuelo": fue una profecía. Por él iré a presidio. Todos somos culpables ante todos. Son muchos los niños desgraciados como aquél, aunque unos sean realmente niños y otros personas mayores. Iré a presidio por ellos; es necesario que se sacrifique uno por todos. No he matado a mi padre, pero acepto la expiación. Hasta que no he estado aquí, entre estas degradantes paredes, no me he dado cuenta de lo que te acabo de revelar. En el mundo hay centenares de hombres que empuñan el martillo. Nosotros viviremos encadenados, privados de libertad, pero, por obra de nuestro dolor, resucitaremos a la alegría, esa alegría sin la que el hombre no puede vivir ni Dios existir, ya que es Él quien nos la da, porque éste es su sublime privilegio. Señor, que el hombre se dedique a la oración en alma y vida. Cómo podría yo vivir sin Dios en las profundas galerías de las minas? Rakitine miente. Si echan a Dios de la tierra, nosotros lo encontraremos bajo tierra. El hombre libre no puede pasar sin Dios; el forzado, menos aún. Los hombres subterráneos elevaremos un himno trágico a Dios y a su alegría. Viva Dios y la alegría divina! Amo a Dios!

és de este extraño discurso, Mitia jadeaba. Estaba pálido, los labios le temblaban, las lágrimas fluían de sus ojos.

-Todo está lleno de vida; la vida es desbordante incluso bajo tierra... No puedes figurarte, Alexei, cómo anhelo la vida ahora, hasta qué extremo se ha apoderado de mí la sed de vivir, precisamente desde que estoy encerrado entre estas siniestras paredes. Rakitine no comprende esto; sólo piensa en construir una casa y llenarla de inquilinos. Pero yo te esperaba a ti. El sufrimiento? No le temo, por cruel que sea. Antes le temía, pero ahora no le temo. Tal vez mañana no diga nada ante el tribunal. Siento en mí una energía que me permitirá hacer frente a todos los sufrimientos, con tal que pueda decirme a cada momento: "Existo!" Incluso en el tormento, aun en las convulsiones de la tortura, existo. Y atado a la picota, sigo existiendo; veo el sol, y si no lo veo, sé que brilla. Y saber esto es vivir plenamente. Oh Aliocha, mi buen Aliocha; la filosofía es mi perdición! Al diablo la filosofía! Nuestro hermano Iván...

Aliocha trató de cortar su discurso, pero Mitia no pareció oirlo y prosiguió:

-Antes no me asaltaban estas dudas. Las tenía bien encerradas en mi interior. Y tal vez precisamente por eso, porque dentro de mí hervían ideas ignoradas, me embriagaba, reñía con todos, me encolerizaba: era un modo de acallar esas ideas, de aplastarlas... Iván no es como Rakitine; Iván oculta sus pensamientos, no despega los labios, es una esfinge... Dios llena mi pensamiento, y esta idea me atormenta. Qué ocurriría si Dios no existiera, si, como afirma Rakitine, fuera sólo un concepto creado por la humanidad? En este caso el hombre sería el rey de la tierra, del universo. Perfectamente. Pero puede ser el hombre virtuoso sin Dios? A quién amará? A quién cantará himnos de agradecimiento? Rakitine se ríe de esto; dice que se puede amar a la humanidad sin Dios. Pero esto es algo que yo no puedo comprender. La vida es fácil para Rakitine. Hoy me ha dicho: "Lucha por la extensión de los derechos cívicos o por impedir que se eleve el precio de la carne. De este modo demostrarás más amor a la humanidad y le prestarás mejores servicios que con toda la filosofía." A lo que yo he replicado: "Tú, al no creer en Dios, elevarás el precio de la carne y, si se te presenta la ocasión, ganarás un rublo por un copec." Él se ha enojado. Pero dime, Alexei: qué es la virtud? Yo no la concibo como los chinos. Es una cosa relativa? Contesta: lo es o no lo es? Es una pregunta inquietante. Te puedo asegurar que me ha quitado el sueño las dos noches últimas. No creo que se pueda vivir sin pensar en ello... Para Iván no hay Dios. Esta negación se funda en una idea que está fuera de mi alcance. Pero él no me dice qué idea es. Debe de ser masón. Se lo he preguntado y no me ha respondido. Me habría gustado poder beber en la fuente de su pensamiento, pero él lo oculta, se calla. Sólo una vez habló.

é dijo?

-Yo le pregunté: "Entonces, todo está permitido?" Y él me contestó: "Nuestro padre, Fiodor Pavlovitch, era un inmoral, pero también un hombre justo en sus razonamientos." Éstas fueron sus palabras. Sin duda, es más franco que Rakitine.

-Cierto -dijo Aliocha amargamente-. Cuándo vino?

-Ya hablaremos de eso. Hasta ahora apenas había mencionado a Iván ante ti. Ya te lo contaré todo cuando haya terminado el juicio y se haya pronunciado el fallo. Hay en esto algo terrible que tendrás que juzgar tú. Pero ahora, ni una palabra sobre esto. Me has hablado del juicio de mañana. Aunque te parezca mentira, no sé nada de él.

ás hablado con tu abogado defensor.

í, y no he adelantado nada. Es un fino bribón de capital, un Bernard. Supone que soy culpable; esto se ve a la legua. "Entonces, por qué se ha encargado usted de mi defensa?", le he preguntado. Me gusta zaherir a estos tipos. Los médicos quieren hacerme pasar por loco, pero yo no lo permitiré. Catalina Ivanovna se propone cumplir con su deber hasta el fin. Es inflexible. -Mitia sonrió amargamente-. Es cruel como una gata. Sabe que dije en Mokroie que es propensa a los arrebatos de cólera. Alguien se lo ha contado. Las declaraciones se han multiplicado hasta el infinito. Grigori mantiene la suya. Es honrado, pero tonto. Hay muchas personas que son honradas por necedad. Así lo ha dicho Rakitine. Grigori va en contra de mí. En cambio, esa mujer quiere demostrarme su amistad y yo preferiría tenerla por enemiga. Me refiero a Catalina Ivanovna. Temo que explique en el juicio que se inclinó ante mí hasta casi besar el suelo cuando le presté los cuatro mil quinientos rublos. Querrá pagarme hasta el último céntimo. No quiero ver sus sacrificios. Me avergonzará en la sala de la audiencia. Ve a verla, Aliocha, y suplícale que no diga nada sobre esto. Tal vez no lo consigamos, pero entonces pasaré el bochorno y allá ella... El ladrón recibirá su merecido. Haré un discurso digno de escucharse, Alexei... -De nuevo sonrió amargamente-. Pero en todo esto, Señor, está mezclada Gruchegnka! No merece sufrir como está sufriendo! No puedo pensar en ella sin sentirme morir!

Dmitri tenía los ojos llenos de lágrimas.

-Estaba aquí hace un momento.

é -dijo Aliocha-. Ella misma me lo ha contado. Estaba muy apenada.

-Sí, y la culpa ha sido mía, de mi maldito carácter. Le he hecho una escena de celos. Cuando se ha marchado, me he arrepentido. Le he dado un beso, pero no le he pedido perdón.

é?

Mitia se echó a reír alegremente.

ón a la mujer amada. Por muy mal que te hayas portado con ella, no le pidas perdón. Tú no sabes cómo son las mujeres. Yo sí que lo sé. Si reconoces tus errores y les dices: "Pérdóname; me he equivocado", en el acto recibirás una granizada de reproches. Nunca obtendrás el perdón sencilla y francamente. Primero, la mujer te humillará, te reprochará faltas que no has cometido, y sólo entonces te dará el perdón. La mejor de ellas no pasará por alto tus más insignificantes errores. Hasta ese extremo llega la ferocidad de las mujeres, de todas de todos esos ángeles sin los cuales no podemos vivir. Oye, querido; no olvides esto: todo hombre decente ha de vivir bajo la zapatilla de una mujer. Estoy convencido de ello, mejor dicho, siento que es así. El hombre ha de ser generoso. Esto no es humillante ni siquiera para un héroe de la altura de César. Pero no pidas nunca perdón a una mujer; nunca, por ningún pretexto! Recuerda siempre este consejo de tu hermano Mitia, al que han perdido las mujeres. Repararé los errores que he cometido con Gruchegnka, pero no le pediré perdón. La venero, Alexei, aunque ella no sabe verlo. A su juicio, nunca la quiero lo suficiente. Su amor es para mí un sufrimiento. Antes me atormentaban sus pérfidos desvíos. Ahora tenemos una sola alma para los dos y, gracias a ella, soy un hombre de verdad. Permaneceremos unidos? Si nos separamos, me moriré de celos... Qué te ha dicho de mí?

Aliocha le repitió las palabras de Gruchegnka. Mitia lo escuchó atentamente y quedó satisfecho.

-O sea, que no se ha enfadado por mis celos? Así son las mujeres. Gruchegnka te ha querido demostrar que también ella sabe ser dura. Me gustan estos caracteres, áunque los celos me amargan la vida. Tal vez lleguemos a las manos, pero siempre la querré... Se permite casarse a los presidiarios, Aliocha? Hermano mío, no puedo vivir sin ella.

ía por el locutorio, con un pliegue entre las cejas. De pronto, se mostró inquieto.

ón contra ella, de "Katka" y otras dos personas? Pues no es así. Gruchegnka se ha equivocado como una tonta... Aliocha, mi querido Aliocha, voy a revelarte nuestro secreto.

Mitia miró en todas direcciones, se acercó a su hermano y empezó a hablar, a susurrar, aunque nadie podía oírlos. El viejo guardián dormitaba en un banco y los soldados de servicio estaban demasiado lejos.

-Sí, voy a revelarte nuestro secreto -dijo, hablando precipitadamente-. Estaba deseando hacerlo, pues no puedo tomar una resolución sin que tú me aconsejes. Tú lo eres todo para mí. Iván es superior a nosotros, pero tú eres mejor que él. E incluso es posible que seas superior a Iván. Quiero que la decisión sea sólo tuya. Es un caso de conciencia, un problema tan importante, que no puedo resolverlo sin tu ayuda. Sin embargo, no es todavía el momento de que dictamines. Mañana, inmediatamente después del juicio, decidiré mi suerte. Te voy a exponer únicamente la idea; prescindiré de los detalles. Pero ni preguntas ni gestos, entendido? Ah!, me olvidaba de tus ojos: aunque no hables, leeré en ellos tu decisión... Oh Aliocha; estoy asustado! Escucha: Iván me ha propuesto huir. Como te he dicho, prescindo de los detalles. El caso es que todo está previsto y el proyecto se puede realizar. Calla. Se trata de huir a América, con Grucha, ya que no puedo vivir sin ella... Hay que pensar en que tal vez no le permitan que me siga al penal. Pueden casarse los forzados? Iván dice que no. Qué haría yo sin Grucha bajo tierra y con el pico en la mano? El pico sólo me serviría para abrirme la cabeza... Pero frente a todo esto está la conciencia. Eludiría el sufrimiento, me alejaría del camino purificador que se me ofrece. Iván dice que un hombre de buena voluntad puede ser más útil en América que trabajando en las minas. Pero qué será entonces de nuestro himno subterráneo? América es también vanidad, la huida a América es un acto innoble, porque significa renunciar a la expiación. He aquí, Aliocha, por qué lo he dicho que sólo tú me podías comprender. Cualquier otro me hubiera mirado como a un loco o a un necio cuando le hubiera hablado del himno subterráneo. Y no soy un loco ni un imbécil. Estoy seguro de que Iván si que comprende lo del himno, pero no cree en él y se calla. No, no digas nada. Ya veo en tus ojos que has tomado una decisión. Perdóname, pero no puedo vivir sin Gruchegnka. Espera hasta después del juicio.

Cuando terminó, Mitia tenía una expresión de extravío en la mirada. Había apoyado las manos en los hombros de Aliocha y lo miraba ávidamente.

ó una vez más, con acento suplicante.

Aliocha estaba sorprendido a impresionado.

án en que huyas? De quién ha sido esta idea?

-Suya, y no cesa de repetirme que debo huir. Llevaba mucho tiempo sin verlo. Hace ocho días, se presentó aquí y empezó por hablarme de la fuga. No propone, ordena. Está seguro de que lo obedeceré, aunque le he abierto mi corazón y le he hablado del himno. Me ha expuesto su plan. Volveremos a hablar de esto. Desea ardientemente que huya. Incluso me ofrece una suma considerable: diez mil rublos para huir y veinte mil cuando esté en América. Dice que con diez mil rublos se puede organizar una huida perfecta.

í, me ha dicho que no le hable a nadie, y menos a ti. Teme que puedas ser algo así como la encarnación de mi conciencia. Te ruego que no le digas que te lo he contado todo.

-Has dicho bien: no se puede tomar ninguna decisión antes de qué se pronuncie la sentencia. Cuando conozcas el fallo, habrá en ti un hombre nuevo capaz de tomar por sí mismo la determinación más conveniente.

-Un hombre nuevo o tal vez Bernard que tomará la decisión propia de un Bernard.

ñadió con una amarga sonrisa:

-Me parece que también yo soy un vil Bernard.

ó:

ómo es posible que no esperes justificarte mañana?

ó la cabeza negativamente. De pronto, dijo:

-Aliocha, es hora de que te vayas. Oigo los pasos del inspector en el patio. Pronto estará aquí y verá que hemos faltado al reglamento, ya que a estas horas están prohibidas las visitas. Despídete de mi ahora mismo. Dame un beso y haz ante mí la señal de la cruz para que me sea posible hacer frente al calvario de mañana.

án, que me propone huir, cree que he cometido el crimen.

ía tristemente.

-No; me propuse hacerlo, pero no me atreví. Lo sé porque lo he leido en sus ojos. Bueno, adiós.

Se besaron de nuevo. Cuando Aliocha se dirigía a la puerta, Mitia lo llamó.

í; así.

Volvió a apoyar las manos en los hombros de Aliocha. Su cara se cubrió de una palidez mortal, sus labios se contrajeron, su mirada sondeó la de su hermano.

-Dime la verdad, Aliocha; habla como si estuvieras ante Dios. Crees que he cometido el crimen? No mientas; quiero saber la verdad.

ía como si le estrujasen el corazón. Tan impresionado estaba, que apenas pudo murmurar:

é dices?

ás, en ningún momento he creído que seas un asesino -respondió Aliocha, levantando la mano como si tomara a Dios por testigo.

El semblante de Mitia reflejó una infinita felicidad.

ñadió-: Me has vuelto a la vida. Incluso a ti, a ti!, temía hacerte esta pregunta. Vete, vete ya! Me has dado fuerzas para mañana. Que Dios te bendiga. Vete!... Y quiere a Iván!

ó con los ojos llenos de lágrimas. La desconfianza de Mitia, incluso hacia él, revelaba que su desgraciado hermano era presa de una desesperación sin límites. Una infinita compasión se apoderó de él... "Quiere a Iván!" De pronto, acudieron a su memoria estas palabras de Mitia. Precisamente iba a casa de Iván, al que todo el día había estado deseando ver. Iván le inquietaba tanto como Mitia, y más ahora, después de su entrevista con Dmitri.