Dostoevsky. Los hermanos Karamazov (Spanish. Братья Карамазовы).
Cuarta parte. Libro XI. Iván Fiodorovitch.
Capítulo X. "El me lo ha dicho"

CAPÍTULO X

"ÉL ME LO HA DICHO"

Aliocha explicó a Iván que, hacia aproximadamente una hora, María Kondratievna se había presentado en su casa para decirle que Smerdiakov se acababa de suicidar. Al entrar en su habitación con el samovar, lo había visto colgado de un clavo. Aliocha le preguntó si había denunciado el hecho, y ella le respondió que no había hablado con nadie antes de verle a él. Temblaba como una hoja. Aliocha la acompañó a su casa y vio a Smerdiakov colgado del clavo. En la mesa había un papel con estas palabras: "Pongo fin a mi vida por mi propia voluntad. Que no se culpe a nadie de mi muerte." Aliocha dejó el papel en la mesa y se dirigió a casa del .

í he venido aquí -terminó, mirando a Iván fijamente.

La expresión del rostro de su hermano le preocupaba. De pronto dijo:

-Tú estás enfermo, Iván. Me miras como si no comprendieras lo que te estoy diciendo.

án, pensativo y como si no hubiera oído las últimas palabras de Aliocha-. Sabía que Smerdiakov se había ahorcado.

-Por quién lo has sabido?

é, pero lo cierto es que lo sabía... Ah, ya sé por quién lo he sabido! Me lo ha dicho él. Sí, él me lo acaba de decir.

Iván estaba en medio de la habitación, abstraído, con la vista en el suelo.

én es él? -preguntó Aliocha, mirando involuntariamente en todas direcciones.

án levantó la cabeza y sonrió dulcemente.

-Ha huido de ti porque te teme. Eres un querubín. Así te llama Dmitri: querubín. Ah, el grito ensordecedor de los serafines!... Qué es un serafin? Tal vez toda una constelación. Y una constelación acaso no sea más que una molécula química... Oye, sabes si existen las constelaciones del León y del Sol?

-Siéntate, Iván -dijo Aliocha, inquieto-, siéntate en el diván, haz el favor. Estás delirando. Échate y apoya la cabeza en el cojín. Así. Quieres que te ponga una toalla húmeda en la cabeza? Esto te aliviará.

-Dame el paño que hay en la silla. Lo he echado hace un momento.

í no hay nada. Pero no te preocupes, que aquí veo uno.

ía a un paño limpio y seco que había visto junto al lavabo.

Iván lo cogió y lo observó atentamente, con una extraña expresión en los ojos. De pronto dijo, incorporándose:

-Hace un rato me he puesto en la cabeza este paño humedecido. Después lo he echado allí. Cómo se explica que esté seco? No había otro.

ás seguro de que te has puesto este paño en la cabeza?

í, y me he paseado por la habitación. Cómo es que se han consumido las bujias? Qué hora es?

-Pronto serán las doce.

ño! -exclamó Iván-. Estaba aquí, en ese diván. Cuando tú has llamado a la ventana, le he arrojado un vaso, ese mismo que está en la mesa. Escucha, no ha sido la primera vez. Pero no son sueños, es realidad. Aunque estoy como dormido, ando, hablo, veo... Él estaba aquí, en ese diván... Qué tonto es, Aliocha! Es tonto de remate!

án se echó a reir y empezó a pasear por la habitación.

-Quién es ese tonto? -preguntó ansiosamente Aliocha-. De quién hablas?

á molesto conmigo. Cree que yo le desprecio por ser un simple diablo y no Satanás, el de las alas rojas, que aparece entre truenos y relámpagos. No es más que un impostor, un diablo de ínfima categoría. Va a los baños. Estoy seguro de que, si lo desnudaramos, le veríamos una cola leonada de un metro de largo y tan pelada como la de un perro danés... Estás helado, Aliocha; la nieve ha caído sobre ti. Quieres un poco de té? Está frío; voy a preparar el samovar... C'est à ne pas mettre un chien dehors...

ó el paño en el lavabo a toda prisa, convenció a Iván de que volviera a sentarse y le puso el paño en la cabeza. Luego se sentó a su lado.

é me decías hace un rato de Lise? -preguntó Iván, cuya locuacidad aumentaba por momentos-. Lise me gusta. Pienso en mañana con temor, sobre todo por Katia, por el porvenir. Mañana me aplastará y me abandonará. Cree que voy a perder a Mitia por celos. Lo cree, pero no es verdad. Mañana habrá una cruz, no una horca. No, no me ahorcaré. Bien sabes, Aliocha, que yo no me ahorcaré jamás. Por cobardía? No; no soy un cobarde. No me mataré porque amo la vida. Cómo sabía yo que Smerdiakov se había ahorcado? Ah, sí; me lo ha dicho él!

ás seguro de que ha venido alguien aquí?

í; estaba sentado en ese diván. Sin duda, lo has echado tú. Sí, tú lo has hecho huir: ha desaparecido cuando tú has llegado... Me gusta tu cara, Aliocha. Lo sabías?... Oye, él soy yo, yo mismo; él í de despreciable, de mezquino, de vil. Él ántico; me lo dice como un insulto. Tiene la cabeza vacía; pero por eso mismo triunfa. Es astuto, brutalmente astuto, y sabe sacarme de mis casillas. Me ha herido diciéndome que creo en él, y así ha conseguido que lo escuchen. Me ha engañado como a un niño. Sin embargo, ha dicho por mi muchas verdades cosas que yo no me atreví a decirme a mí mismo jamás.

Iván bajó la voz y terminó, confidencialmente:

él y no yo.

-Te ha fatigado -dijo Aliocha, compadecido.

"Qué es la conciencia? La conciencia la he inventado yo. Por qué se siente remordimiento? Por costumbre, una costumbre que tiene la humanidad desde hace siete mil años. Librémonos de esta costumbre y seremos dioses." Así lo ha dicho.

-Pero no lo has dicho tú, no lo has dicho tú! -exclamó Aliocha con ojos resplandecientes-. En fin, no pienses en eso, olvídalo. Que se lleve consigo todo lo que ahora estás maldiciendo y que no vuelva más!

án, estremeciéndose al recordar la ofensa-. Me ha calumniado de mil modos. Me ha calumniado en mi propia cara. "Vas a realizar una noble acción -me ha dicho-; vas a declarar que has sido tú el culpable del asesinato, que Smerdiakov mató a tu padre instigado por ti..."

álmate, Iván! Eso no es cierto. Tú no eres culpable.

él, y él lo sabe. "Vas a realizar una acción virtuosa y, sin embargo, no crees en la virtud: esto es lo que lo irrita y lo atormenta." Así lo ha dicho.

-Lo has dicho tú y no él. Estás delirando.

él, y él sabe lo que dice. "El orgullo va a dictar tus palabras. Dirás: "He sido yo quien lo ha matado. Ustedes mienten porque están horrorizados. Pero a mi no me importa la opinión de ustedes y me río de su horror"." También me ha dicho: "Quieres atraerte la admiración pública, quieres que se diga: "Es un asesino, pero qué nobleza de sentimientos la suya! Por salvar a su hermano se acusa a sí mismo"." Y eso no es verdad, Aliocha! -exclamó Iván con ojos centelleantes-. No quiero la admiración del vulgo. Te aseguro que ha mentido. Por eso le he arrojado el vaso a la cara!

álmate, cálmate!

án continuó, como si no le hubiera oído:

y enviado a presidio, de que Mitia quedara en libertad y de que a mí me condenaran unos, pero sólo moralmente, y otros me admirasen. Y al decir esto se reía. " Pero Smerdiakov se ha suicidado -ha añadido-. Te has quedado solo. Quién te creerá ahora? Sin embargo, irás al juicio, has decidido ir. Con qué fin, después de lo ocurrido?" Qué extraño es todo esto, Aliocha! No puedo soportar semejantes preguntas...

-Óyeme, Iván -le interrumpió Aliocha, aterrado aunque sin perder la esperanza de que su hermano volviera a la razón-. Cómo es posible que él te haya hablado de la muerte de Smerdiakov antes de mi llegada, cuando nadie lo sabía aún y él no había tenido tiempo de enterarse?

-Me ha hablado de ello, a incluso ha insistido! -afirmó Iván-. También ha repetido que yo no creía en la virtud, pero que obraría así por principio. "Eres un puerco que te mofas de la virtud, como se mofaba Fiodor Pavlovitch. Para qué te has de sacrificar si tu sacrificio va a ser inútil? Es algo que ignoras tú mismo y que darías cualquier cosa por saber. Al parecer, estás decidido, pero no es así: pasarás la noche sopesando el pro y el contra. Sin embargo, irás, bien lo sabes, y también sabes que cualquier resolución que tomes no saldrá de ti. Irás porque no te atreves a obrar de otro modo. Por qué no te atreverás? Adivínalo: es un enigma." Entonces has llegado tú y él se ha marchado. Me ha llamado cobarde, Aliocha. énigme es que soy un cobarde. Lo mismo me dijo Smerdiakov. Hay que matar a ese ser extraño. Katia me desprecia; hace un mes que lo noto. Lise empieza a despreciarme. "Irás para que te admiren..." Es una detestable mentira! Y tú también me desprecias, Aliocha. Vuelvo a odiarte. Y también odio a ese monstruo. Que se pudra en presidio! Iré mañana a escupirles en la cara a todos.

Iván se levantó, furioso, se quitó el paño húmedo de la cabeza y empezó a ir y venir por la habitación. Aliocha se acordó de que, hacía un momento, el enfermo le había dicho que a veces le parecía dormir despierto. "Ando, hablo, veo y, sin embargo, estoy dormido." Poco después, Iván desvariaba por completo. Hablaba sin cesar. Se expresaba con incoherencia y articulaba mal las palabras. De pronto, su cuerpo vaciló, pero Aliocha llegó a tiempo para sostenerlo. Después de desnudar a su hermano mal que bien, lo metió en la cama. Iván se sumergió en un profundo sueño. La respiración era regular. Aliocha estuvo dos horas a su lado; luego cogió una almohada y se echó en el diván sin desnudarse. Antes de dormirse oró por sus hermanos. Empezó a comprender la enfermedad de Iván. "Son los tormentos de una resolución altiva, de una conciencia exaltada." Iván no creía en Dios, pero la verdad divina se había impuesto en su corazón, todavia rebelde. " Muerto Smerdiakov, nadie creerá a Iván. Sin embargo, irá a declararse culpable: Dios vencerá -se dijo Aliocha con una dulce sonrisa. Y añadió amargamente-: Iván tiene dos caminos: o elevarse a la luz de la verdad, o sucumbir al odio, vengándose de si mismo y de los demás por haber servido a una causa en la que no creía."

ó de nuevo por Iván.