Dostoevsky. Los hermanos Karamazov (Spanish. Братья Карамазовы).
Cuarta parte. Libro XII. Un error judicial.
Capitulo VII. Resumen histórico

CAPITULO VII

RESUMEN HISTÓRICO

-Los peritos-médicos pretenden demostrarnos que el acusado no está en su cabal juicio. Yo sostengo lo contrario, pero lo considero una desgracia para él, pues si no hubiera estado cuerdo, habría procedido de un modo menos disparatado. Acepto que sea un maníaco; pero sólo sobre un punto de los señalados por el peritaje: el de su furor cuando piensa en los tres mil rublos que, según él, le ha quitado su padre. Sin embargo, este furor puede tener una explicación mucho más lógica que la de la propensión a la locura. Comparto enteramente la opinión del más joven de los doctores, el cual afirma que el acusado goza y ha gozado siempre de sus facultades mentales y no es más que un hombre amargado y exasperado. Considero que su continua excitación no procedía sólo de la supuesta pérdida de tres mil rublos, sino que tenía otra causa: los celos.

ó extensamente de la fatal pasión del acusado por Gruchegnka. Empezó su relato por el momento en que Dmitri Fiodor Pavlovitch se presentó en casa de Gruchegnka "con ánimo de pegarle", según sus propias palabras. Pero, en vez de maltratarla, cayó a sus pies.

ó el fiscal-. Casi al mismo tiempo, el padre del acusado se prenda de Agrafena Alejandrovna. Coincidencia fatidica, y sorprendente, ya que los dos la habían conocido hacía algún tiempo. Los dos corazones se inflamaban de pasión, como es propio de los Karamazov. Nuestra joven ha dicho que se burlaba de uno y otro. De pronto se le ocurrió divertirse así y acabó por subyugarlos a los dos. El viejo, a pesar de su pasión por el dinero, decide entregar tres mil rublos a su amada si acude a su casa, y pronto cifra su felicidad en casarse con ella. Varios testigos nos han confirmado este anhelo. En cuanto al amor del acusado, todos sabemos lo que esta pasión le hizo sufrir. Era lo que ella deseaba. Nuestra sirena no dio ninguna esperanza a su infortunado pretendiente hasta el último momento, hasta que lo vio de rodillas ante ella y tendiéndole los brazos la noche en que lo detuvieron. Entonces exclamó sinceramente arrepentida: " Llevadme a presidio con él! Mía es la culpa! Yo lo he empujado al mal!" El señor Rakitine, ese inteligente joven que ya he citado y que ha descrito el drama que es objeto de nuestra atención, nos ha presentado en pocas y certeras palabras el carácter de la heroina. "Un desengaño prematuro, la traición del novio que la seduce y la abandona, la miseria, la maldición de su familia, y, finalmente, la protección de un viejo rico al que todavía considera su bienhechor... En ese corazón joven, tal vez inclinado al bien, se acumula la cólera y se despierta el deseo de atesorar dinero. Es una mujer calculadora que odia a la sociedad y se mofa de ella." Esto explica que Agrafena Alejandrovna se burlara del padre y del hijo por pura maldad. Durante todo un mes, Dmitri Fiodorovitch está enloquecido por una serie de contrariedades: su amor sin esperanza, el sentimiento de su traición y de su deshonra, y los celos que le inspira su padre. Para colmo de desdichas, el insensato viejo trata de atraerse a su amada por medio de los tres mil rublos que le reclama su hijo como parte de su herencia materna. Convengo en que todo esto es demasiado duro, que el acusado tenía sobrados motivos para enloquecer. No era el dinero en si lo que lo trastornaba, sino el repugnante cinismo con que su padre utilizaba ese dinero para destruir su felicidad.

ón, Hipólito Kirillovitch, basándose en los hechos, abordó la gestación del crimen en el espíritu del acusado.

ón, incluso las más subversivas. Es un hombre expansivo, pero, no se sabe por qué, exige que sus oyentes le testimonien una simpatía sin reservas, participando en sus penas, haciéndole coro, no contradiciéndole en nada. Pobre del que le contradiga!

ó el incidente con el capitán Snieguiriov y prosiguió:

ía a proferir amenazas contra su padre, sino que las cumpliría en un momento de desesperación.

ó la reunión familiar en el monasterio, las conversaciones de Mitia con Aliocha y la escandalosa escena que había provocado Dmitri en casa de Fiodor Pavlovitch, donde había penetrado impetuosamente después de la comida.

ó- de que, antes de esta escena, el acusado estuviera ya decidido a matar a su padre; pero no cabe duda de que había pensado en ello: los hechos, los testigos y su propia declaración lo demuestran. Confieso, señores del jurado, que hasta hoy no he creído enteramente en la agravante de premeditación. Estaba convencido de que el acusado se había enfrentado mentalmente más de una vez con el acto del crimen, pero sin precisar la fecha ni el modo de ejecutarlo. Mis dudas han desaparecido ante ese documento abrumador que la señorita Verkhovtsev ha entregado hoy al tribunal. Se trata de una carta escrita en estado de embriaguez por el acusado, en la que se expone "el plan del crimen" , como ha dicho (ya lo habéis oído) la señorita Verkhovtsev. Es indudable que esta carta demuestra la existencia de la premeditación. Está escrita dos días antes del crimen y por ella sabemos que el acusado, cuarenta y ocho horas antes de la realización de su espantoso proyecto, juró que, si no conseguía un préstamo al día siguiente, mataría a su padre para apoderarse del dinero que el viejo tenía debajo de la almohada, en un sobre atado con una cinta de color de rosa, y precisó que lo haría cuando Iván se hubiera marchado. O sea, que lo tenía previsto, ya que todo ocurrió tal como se decía en su carta. Por lo tanto, no hay la menor duda de que existe la premeditación. El móvil del crimen fue el robo. Dmitri Fiodorovitch lo confiesa por escrito y con su firma. El acusado no ha negado que la firma sea suya. Tal vez se me diga que la carta está escrita por un hombre ebrio. Pero esto no importa. Ese hombre escribió borracho lo que pensó en perfecto estado de lucidez. De lo contario, esa carta no tendría fundamento. Otra objeción que se me puede hacer es la de que Dmitri Fiodorovitch iba pregonando sus planes por las tabernas, cosa que no es propia del hombre que va a cometer un acto delictivo con premeditación, el cual se calla y guarda en secreto. Esto es verdad; pero hay que tener en cuenta que entonces el plan estaba en gestación en la mente del acusado: no había madurado todavía. Después, Dmitri Fiodorovitch se mostró más reservado. Una vez hubo escrito esa carta en la taberna "La Capital", en estado de embriaguez, permaneció silencioso y aislado, sin jugar al billar. Lo único que hizo fue zarandear a un empleado de la casa, pero inconscientemente, cediendo a una costumbre inveterada. Cierto que cuando se decidió a obrar debió de advertir que había cometido un error al pregonar sus intenciones, ya que su imprudencia sería una prueba contra él tras la ejecución de su criminal proyecto. Pero, qué le iba a hacer? No podía retirar sus palabras. Sin embargo, confió en que su suerte lo sacaría del apuro. Esta confianza es corriente en el ser humano, señores.

"Hay que reconocer que el acusado hizo grandes esfuerzos para evitar el parricidio. "Pediré dinero a todo el mundo -escribe con su estilo pintoresco- y, si no me lo dan, correrá la sangre." Y, en efecto, lo que dice estando borracho, lo cumple cuando la lucidez es completa.

ólito Kirillovitch describió entonces con todo detalle las tentativas de Mitia para procurarse dinero y no verse obligado a cometer el crimen. Refirió sus visitas a Samsonov y a Liagavi.

á desfallecido, defraudado, hambriento. Ha vendido su reloj para poder atender a los gastos del viaje (aunque lleva encima, según dice, mil quinientos rublos) y le atormentan los celos, pues teme que su amada, a la que ha dejado en la ciudad, haya ido, aprovechando su ausencia, a reunirse con Fiodor Pavlovitch. Se siente feliz al ver que su pretendida no ha ido a ver a su padre y la acompaña a casa de Samsonov, su protector y amante, sin sentir celos (observen ustedes este extraño detalle). Después se dirige a su puesto de observación y se entera de que Smerdiakov está en cama, presa de un ataque de epilepsia, y de que también el otro criado está enfermo. Tiene, pues, el campo libre. Conoce la contraseña que le permitirá entrar en la casa. Qué tentación! Pero consigue sobreponerse a ella y se dirige a casa de una dama que todos respetamos: la señora de Khokhlakov. Esta señora, que lo compadece desde hace tiempo, lo aconseja prudentemente: debe renunciar a sus calaveradas, a su vergonzoso amor, a sus visitas a las tabernas, donde despilfarra inútilmente sus energías juveniles, y partir para las minas de oro de Siberia. Le dice que allí encontrará una válvula de escape para los impulsos que hierven en su ánimo, para su carácter novelesco y ávido de aventuras.

és de explicar el resultado de la conversación, el momento en que el acusado supo que Gruchegnka no estaba en casa de Samsonov, y el furor que se apoderó del celoso Dmitri ante la idea de que su amada Grucha lo engañaba y estaba en casa de Fiodor Pavlovitch, Hipólito Kirillovitch continuó:

ía ocurrido. Pero la pobre chica estaba trastornada, y si Dmitri Fiodorovitch no la mató, fue porque se lanzó inmediatamente en busca de la infiel. Pero observen ustedes este detalle: a pesar de estar fuera de sí, se apodera, al pasar, de una mano de mortero. Esto sólo puede hacerlo el que lleva muchos días planeando una agresión y sabe qué objetos puede utilizar como armas. O sea, que el acusado sabía muy bien lo que hacía al coger la mano de mortero.

"Ya está en casa de su padre, en el jardín. Nada se opone a sus planes: no hay testigos, una profunda oscuridad lo rodea. Los celos lo devoran; sospecha que ella está en la casa, en brazos de su rival. La sospecha se convierte en convencimiento: ya no le cabe duda de que ella está allí, detrás del biombo. El desgraciado se acerca a la ventana, dirige una mirada al interior, se resigna al infortunio y se aleja prudentemente, huyendo de la violencia, a fin de no cometer un disparate... He aquí lo que pretende hacernos creer, a nosotros que conocemos el carácter del acusado y el estado de ánimo en que se hallaba en aquellos momentos, a nosotros que sabemos que conocía la contraseña que le permitiría entrar en la casa sin ningún impedimento!

éntesis en la acusación para hablar de Smerdiakov y terminar de una vez con las sospechas que recaían en el epiléptico. No se olvidó de ningún detalle, y, precisamente por esta minuciosidad, comprendió todo el mundo que daba gran importancia a la hipótesis que refutaba con aparente desdén.