Поиск по творчеству и критике
Cлово "LAGRIMAS"
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Часть текста: comprendido jamás cómo se puede amar al prójimo. A mi juicio es precisamente al prójimo a quien no se puede amar. Por lo menos, sólo se le puede querer a distancia. No sé dónde, he leído que "San Juan el Misericordioso", al que un viajero famélico y aterido suplicó un día que le diera calor, se echó sobre él, lo rodeó con sus brazos y empezó a expeler su aliento en la boca del desgraciado, infecta, purulenta por efecto de una horrible enfermedad. Estoy convencido de que el santo tuvo que hacer un esfuerzo para obrar así, que se engañó a sí mismo al aceptar como amor un sentimiento dictado por el deber, por el espíritu de sacrificio. Para que uno pueda amar a un hombre, es preciso que este hombre permanezca oculto. Apenas ve uno su rostro, el amor se desvanece. -El starets Zósimo ha hablado muchas veces de eso -dijo Aliocha-. Decía que las almas inexpertas hallaban en ...
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Часть текста: parte. Libro II. Una reunión fuera de lugar. Capitulo III. Las mujeres creyentes CAPITULO III LAS MUJERES CREYENTES Al pie de la galería de madera que se abría en la parte exterior del muro del recinto había unas veinte mujeres del pueblo. Se les había anunciado que el starets iba al fin a salir, y se habían agrupado para esperarle. Las Khokhlakov le esperaban también, pero en una habitación de la galería reservada para las visitantes de calidad. Eran dos: madre a hija. La primera, rica propietaria, vestía con gusto. Tenía un aspecto todavía sumamente agradable y unos ojos vivos y casi negros. Sólo contaba treinta y tres áños y era viuda desde hacía cinco. Su hija, una jovencita de catorce años, tenía las piernas paralizadas. La pobre criatura no andaba desde hacía seis meses y había que tránsportarla en un sillón de ruedas. Tenía una carita encantadora, un tanto enflaquecida por la enfermedad, pero alegre. Sus grandes y oscuros ojos sombreados por largas pestañas brillaban con destellos juguetones. Su madre estaba decidida desde la primavera a llevarla al extranjero, pero ciertos trabajos emprendidos en sus dominios las retenían. Hacía ocho días que estaban en el pueblo, más por cuestiones de negocios que por devoción. Sin embargo, habían visitado ya al starets tres días atrás. Ahora habían vuelto, aun sabiendo...
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Часть текста: Подросток). Tercera parte. Capitulo XI CAPITULO XI I Me dirigí a casa de Lambert. Oh!, en vano quiero dar una apariencia lógica y descubrir una brizna de sentido común en mi conducta de aquella tarde y de toda aquella noche; incluso hoy, que puedo considerar todo el conjunto de los acontecimientos, me veo incapaz de presentarlos con la ilación y la claridad deseadas. Había allí un sentimiento o, por decirlo mejor, todo un caos de sentimientos entre los cuales yo debía naturalmente extraviarme. Sin duda, había uno, esencial, que me aplastaba y dominaba a todos los demás, pero... debo confesarlo? Tanto más cuanto que no estoy seguro... Me colé en casa de Lambert, naturalmente, fuera de mí. Incluso me daba miedo de él y de Alphonsine. He observado siempre que los franceses, incluso los más desatinados, los más libertinos, se muestran extraordinariamente apegados, en su interior, a un cierto orden burgués, a un cierto plan de vida, terriblemente prosaico, rutinario y ritual, adoptado de una vez para siempre. Por lo demás, Lambert comprendió muy pronto que había sucedido algo y se mostró encantadó al ver que me tenía por fin en su casa. No soñaba más que con eso, día y noche, todos aquellos días! Qué necesario le era yo! Y ahora que había perdido toda esperanza, me presentaba de repente, por mis propios pasos, y además poseído de una locura tan ...
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Часть текста: seis y siete de la tarde, Raskolnikof se dirigía a la vivienda de su madre y de su hermana. Ahora habitaban en el edificio Bakaleev, donde ocupaban las habitaciones recomendadas por Rasumikhine. La entrada de este departamento daba a la calle. Raskolnikof estaba ya muy cerca cuando empezó a vacilar. Entraría? Sí, por nada del mundo volvería atrás. Su resolución era inquebrantable. "No saben nada -pensó-, y están acostumbradas a considerarme como un tipo raro." Tenía un aspecto lamentable: sus ropas estaban empapadas, sucias de barro, llenas de desgarrones. Tenía el rostro desfigurado por la lucha que se estaba librando en su interior desde hacía veinticuatro horas. Había pasado la noche a solas consigo mismo Dios sabía dónde. Pero había tomado una decisión y la cumpliría. Llamó a la puerta. Le abrió su madre, pues Dunetchka había salido. Tampoco estaba en casa la sirvienta. En el primer momento, Pulqueria Alejandrovna enmudeció de alegría. Después le cogió de la mano y le hizo entrar. -Al fin! -exclamó con voz alterada por la emoción-. Perdóname, Rodia, que lo reciba derramando lágrimas como una tonta. No creas que lloro: estas lágrimas son de alegría. Te aseguro que no estoy triste, sino muy contenta, y cuando lo estoy no puedo...
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Часть текста: tan hastiado de las angustias y la sombría exaltación de aquel largo mes que acababa de vivir en la más completa soledad, que sentía la necesidad de tonificarse en otro mundo, cualquiera que fuese y aunque sólo fuera por unos instantes. Por eso estaba a gusto en aquella taberna, a pesar de la suciedad que en ella reinaba. El tabernero estaba en otra dependencia, pero hacía frecuentes apariciones en la sala. Cuando bajaba los escalones, eran sus botas, sus elegantes botas bien lustradas y con anchas vueltas rojas, lo que primero se veía. Llevaba una blusa y un chaleco de satén negro lleno de mugre, e iba sin corbata. Su rostro parecía tan cubierto de aceite como un candado. Un muchacho de catorce años estaba sentado detrás del mostrador; otro más joven aún servía a los clientes. Trozos de cohombro, panecillos negros y rodajas de pescado se exhibían en una vitrina que despedía un olor infecto. El calor era insoportable. La atmósfera estaba tan cargada de vapores de alcohol, que daba la impresión de poder embriagar a un hombre en cinco minutos. A veces nos ocurre que personas a las que no conocemos nos inspiran un interés súbito cuando las vemos por primera vez, incluso antes de cruzar una palabra con ellas. Esta impresión produjo en Raskolnikof el cliente que permanecía aparte y que tenía aspecto de funcionario retirado. Algún tiempo después, cada vez que se acordaba de esta primera impresión, Raskolnikof la atribuía a una especie de presentimiento. Él no quitaba ojo al supuesto funcionario, y éste no sólo no cesaba de mirarle, sino que parecía ansioso de entablar...
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Часть текста: abandonó su labor y se apresuró a venir a recibirme a su primera habitación, cosa que nunca había sucedido hasta entonces. Me tendió las manos y se ruborizó rápidamente. En silencio, me condujo a su cuarto, volvió a coger su labor a hizo que me sentara a su lado; pero ya no cosía, continuaba mirándome con un interés caluroso, sin decir palabra. -Me mandó usted a Daria Onissimovna - empecé a quemarropa, un poco molesto además por aquel interés demasiado manifiesto que, por otra parte, resultaba agradable. Ella tomó de pronto la palabra, sin contestar a mi pregunta: -Me lo han contado, lo sé todo. Aquella noche terrible... Cuánto debió usted de sufrir! Es verdad, puede ser verdad que lo encontraron a usted sin conocimiento, expuesto a la helada? -Es que a usted... Lambert...? - farfullé ruborizándome. --Me lo contó todo en aquellos momentos; pero yo lo aguardaba a usted: Vino a mi casa espantado. En casa de usted... donde estaba usted en la cama, enfermo, no quisieron...
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Часть текста: VI CAPÍTULO VI I Mis esperanzas no se realizaron del todo: no las encontré solas. Versilov no estaba allí, pero Tatiana Pavlovna se había instalado en casa de mi madre, y era a pesar de todo una desconocida. La mitad de mis disposiciones generosas se desvanecieron de golpe. Es asombroso lo rápido y cambiante que soy en tales ocasiones: basta una mota de polvo o un cabello para disipar mi buen humor y reemplazarlo por el malo. Y por desgracia mis malas impresiones son menos rápidas en dispersarse, aunque yo no sea rencoroso. Cuando entré, me di cuenta de que mi madre acababa de interrumpir en aquel instante y a toda prisa el hilo de su conversación, por lo visto muy animada, con Tatiana Pavlovna. Mi hermana había vuelto del trabajo apenas un minuto antes que yo y aún no había salido de su habitación. Aquel partido se componía de tres habitaciones: aquella en la que todo el mundo se reunía según la costumbre, la habitación del medio o salón, era bastante espaciosa y hasta conveniente. Se veían allí divanes rojos y blandos, por lo demás pasablemente usados (Versilov no soportaba las fundas), algunos tapices, varias mesas veladores inútiles. Seguidamente, a la derecha, se abría el cuarto de Versilov, estrecho y exiguo, con una sola ventana; había allí una miserable mesa de escritorio sobre la que se arrastraban varios libros abandonados y papeles olvidados, y delante de la mesa un no menos lastimoso sillón blando, cuyos muelles rotos apuntaban al aire, lo que con frecuencia hacía gemir y jurar a Versilov. En aquel...
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Часть текста: varias escenas llenas de violencia y reproches, cerró conmigo una especie de contrato que observó escrupulosamente durante todo el tiempo de nuestra vida conyugal. Ella era mayor que yo. Yo tuve la vileza, y también la lealtad, de decirle francamente que no podía comprometerme a guardarle una fidelidad absoluta. Estas palabras le enfurecieron, pero al mismo tiempo, mi ruda franqueza debió de gustarle. Sin duda pensó: "Esta confesión anticipada demuestra que no tiene el propósito de engañarme." Lo cual era importantísimo para una mujer celosa. "Tras una serie de escenas de lágrimas, llegamos al siguiente acuerdo verbal: "Primero. Yo me comprometía a no abandonar jamás a Marfa Petrovna, o sea a permanecer siempre a su lado, como corresponde a un marido. "Segundo. Yo no podía salir de sus tierras sin su autorización. "Tercero. No tendría jamás una amante fija. "Cuarto. En compensación, Marfa Petrovna me permitiría cortejar a las campesinas, pero siempre con su consentimiento secreto y teniéndola al corriente de mis aventuras. "Quinto. Prohibición absoluta de amar a una mujer de nuestro nivel social. "Y sexto. Si, por desgracia, me enamorase profunda y seriamente, me comprometía a enterar de ello a Marfa Petrovna. "En lo concerniente a este último punto, he de advertirle que Marfa Petrovna estaba muy tranquila. Era lo bastante inteligente para saber que yo era un libertino incapaz de enamorarme en serio. Sin embargo, la inteligencia y los celos no son incompatibles, y esto fue lo malo... Por otra parte, si uno quiere juzgar a los hombres con imparcialidad, debe desechar ciertas ideas preconcebidas y de tipo único y olvidar los hábitos que adquirimos de las personas que nos rodean....
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Часть текста: PALABRAS, POR ALEXEI FIODOROVITCH KARAMAZOV a) El hermano del starets Zósimo b) Las Sagradas Escrituras en la vida del starets Zósimo c) Recuerdos de juventud del starets Zósimo. El duelo Hay que confesar que el pueblo es también víctima del pecado. La corrupción aumenta visiblemente de día en día. El mal del aislamiento invade al pueblo; aparecen los acaparadores y las sanguijuelas. El comerciante experimenta una avidez creciente de honores. Pretende mostrar una instrucción que no posee, y lo hace desdeñando los usos antiguos y avergonzándose de la fe de sus padres. Va a casa de los príncipes, aunque no es más que un mujik depravado. El pueblo ha perdido la moral por efecto del alcohol y no puede dejar este vicio. Cuántas crueldades han de sufrir las esposas y los hijos por culpa de la bebida! Yo he visto en las fábricas niños de nueve años, débiles, atrofiados, hundido el pecho y ya corrompidos. Un local asfixiante, el fragor de las máquinas, el trabajo incesante, la obscenidad, las bebidas... Es esto lo que conviene al alma de un muchacho? El niño necesita sol, los juegos propios de su edad, buenos ejemplos y un poco de simpatía. Es preciso que esto termine. Religiosos, hermanos míos, hay que poner fin a los sufrimientos de los niños. Orad para que así sea. Pero Dios salvará a Rusia, pues el bajo pueblo, aunque pervertido y agrupado en torno al...
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Часть текста: la despedí con cajas destempladas. Por fin, después de las diez, llamaron de nuevo. Me disponía a lanzar otro grito, pero era Lisa. La criada entró con ella, me trajo mi café y se dispuso a encender la estufa. Imposible echarla. Todo el tiempo que Fecla tardó en poner la leña y encender el fuego, paseé por mi habitacioncita a grandes zancadas, sin iniciar la conversación y hasta evitando mirar a Lisa. La criada maniobraba con una lentitud indecible, adrede, como hacen todas las criadas en semejantes casos, cuando notan que a los amos les molesta hablar delante de ellas. Lisa estaba sentada sobre la mesa delante de la ventana y me seguía con la mirada. -El café se te va a enfriar - dijo de repente. La miré: ni la más mínima turbación, una calma perfecta, e incluso una sonrisa en los labios. "He aquí cómo son las mujeres", pensé, encogiéndome de hombros....