Поиск по творчеству и критике
Cлово "REPLICO"
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Часть текста: Catalina Ivanovna la idea insensata de aquella comida. En ella había invertido la mitad del dinero que le había entregado Raskolnikof para el entierro de Marmeladof. Tal vez se creía obligada a honrar convenientemente la memoria del difunto, a fin de demostrar a todos los inquilinos, y sobre todo a Amalia Ivanovna, que él valía tanto como ellos, si no más, y que ninguno tenía derecho a adoptar un aire de superioridad al compararse con él. Acaso aquel proceder obedecía a ese orgullo que en determinadas circunstancias, y especialmente en las ceremonias públicas ineludibles para todas las clases sociales, impulsa a los pobres a realizar un supremo esfuerzo y sacrificar sus últimos recursos solamente para hacer las cosas tan bien como los demás y no dar pábulo a comadreos. También podía ser que Catalina Ivanovna, en aquellos momentos en que su soledad y su infortunio eran mayores, experimentara el deseo de demostrar a aquella "pobre gente" que ella, como hija de un coronel y persona educada en una noble y aristocrática mansión, no sólo sabía vivir y recibir, sino que no había nacido para barrer ni para lavar por las noches la ropa de sus hijos. Estos arrebatos de orgullo y vanidad se apoderan a veces de las más míseras criaturas y cobran la forma de una necesidad furiosa e irresistible. Por otra parte, Catalina Ivanovna no era de esas personas que se aturden ante la desgracia. Los reveses de fortuna podían abrumarla, pero no abatir su moral ni anular su voluntad. Tampoco hay que olvidar que Sonetchka afirmaba, y no sin razón, que no estaba del todo cuerda. Esto no era cosa probada, pero últimamente, en el curso de todo un año, su pobre...
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Часть текста: Crimen y castigo (Spanish. Преступление и наказание). Cuarta parte. Capítulo I CUARTA PARTE CAPÍTULO I Debo de estar soñando todavía -volvió a pensar Raskolnikof, contemplando al inesperado visitante con atención y desconfianza- Svidrigailof! Qué cosa tan absurda!" -No es posible -dijo en voz alta, dejándose llevar de su estupor. El visitante no mostró sorpresa alguna ante esta exclamación. -He venido a verle -dijo- por dos razones. En primer lugar, deseaba conocerle personalmente, pues he oído hablar mucho de usted y en los términos más halagadores. En segundo lugar, porque confío en que no me negará usted su ayuda para llevar a cabo un proyecto relacionado con su hermana Avdotia Romanovna. Solo, sin recomendación alguna, sería muy probable que su hermana me pusiera en la puerta, en estos momentos en que está llena de prevenciones contra mí. En cambio, contando con la ayuda de usted, yo creo... -No espere que le ayude -le interrumpió Raskolnikof. -Permítame...
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Часть текста: secretos de la medicina, me atrevo a exponer la hipótesis de que, mediante un extraordinario esfuerzo de voluntad, había conseguido retrasar la explosión del mal, con la esperanza, desde luego, de vencerlo definitivamente. Sabía que estaba enfermo, pero no quería entregarse a su enfermedad en aquellos días decisivos en que debía obrar y hablar resueltamente, "justificándose a sus propios ojos". Había visitado al médico traído de Moscú por Catalina Ivanovna. Éste, después de escucharlo y reconocerlo, diagnosticó un trastorno cerebral, y no se sorprendió de cierta confesión que el paciente le hizo contra su voluntad. -Las alucinaciones -dijo el doctor- son muy posibles en su estado, pero hay que controlarlas. Además, debe cuidarse mucho. De lo contrario, se agravará. Pero Iván Fiodorovitch desoyó este prudente consejo. "Todavía tengo fuerzas para andar -se dijo-. Cuando caiga, que me cuide quien quiera." Dándose cuenta, aunque de un modo vago, de que sufría una alucinación, miraba con obstinada fijeza aquello que estaba en el...
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Часть текста: и наказание). Cuarta parte. Capitulo II CAPÍTULO II Eran cerca de las ocho. Los dos jóvenes se dirigieron a paso ligero al edificio Bakaleev, con el propósito de llegar antes que Lujine. -Quién era ese señor que estaba contigo? -preguntó Rasumikhine apenas llegaron a la calle. -Es Svidrigailof, ese hacendado que hizo la corte a mi hermana cuando la tuvo en su casa como institutriz. A causa de esta persecución, Marfa Petrovna, la esposa de Svidrigailof, echó a mi hermana de la casa. Esta señora pidió después perdón a Dunia, y ahora, hace unos días, ha muerto de repente. De ella hemos hablado hace un momento. No sé por qué temo tanto a ese hombre. Inmediatamente después del entierro de su mujer se ha venido a Petersburgo. Es un tipo muy extraño y parece abrigar algún proyecto misterioso. Qué es lo que proyectará? Hay que proteger a Dunia contra él. Estaba deseando poder decírtelo. -Protegerla? Pero qué mal puede él hacer a Avdotia Romanovna? En fin, Rodia, te agradezco esta prueba de confianza. Puedes estar tranquilo, que protegeremos a tu hermana. Dónde vive ese hombre? -No lo sé. -Por qué no se lo has preguntado? Ha sido una lástima. Pero te aseguro que me enteraré. -Te has fijado en él? -preguntó Raskolnikof tras una pausa. -Sí, lo he podido observar perfectamente. -De veras lo has podido examinar bien? -insistió Raskolnikof. -Sí, recuerdo todos sus rasgos. Reconocería a ese hombre entre mil, pues tengo buena memoria para las fisonomías. Callaron nuevamente. -Oye -murmuró Raskolnikof-, sabes que...? Mira, estaba pensando que... no habrá sido todo una ilusión? -Pero qué dices? No lo entiendo. Raskolnikof...
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Часть текста: en tales momentos, incluso con Grigori. En esta ocasión, Fiodor PavIovitch se hallaba de un humor excelente y experimentaba una despreocupación sumamente agradable. Después de haber escuchado a Grigori, saboreando su copa de coñac, dijo que se debería canonizar al soldado y enviar su piel a un monasterio. -El pueblo la cubriría de dinero. Grigori frunció las cejas al ver que, lejos de enmendarse, Fiodor Pavlovitch seguía burlándose de las cosas santas. En este momento, Smerdiakov, que estaba cerca de la puerta, sonrió. Ya hacia tiempo que se le admitía en el comedor en el momento de los postres, y, desde la llegada de Iván Fiodorovitch, no faltaba casi ningún día. -Qué te pasa? -le preguntó Fiodor Pavlovitch, comprendiendo que su sonrisa iba dirigida a Grigori. Y Smerdiakov dijo de pronto, levantando la voz: -Estoy pensando en ese valiente soldado. Su heroísmo es sublime, pero, a mi modo de ver, no habría cometido ningún pecado si, en un caso como éste, hubiese renegado del nombre de Cristo y del bautismo, para salvar la vida y poder dedicarse a hacer buenas obras, que le redimirían de su momentánea debilidad. -De modo que crees que eso no sería pecado? -replicó Fiodor Pavlovitch-. Irás al infierno y te asarán como a un cordero. En ese momento apareció Aliocha, lo que, como se ha visto, produjo gran satisfacción a...
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Часть текста: edad, movimientos pausados y fisonomía reservada y severa. Se detuvo en el umbral y paseó a su alrededor una mirada de sorpresa que no trataba de disimular y que resultaba un tanto descortés. "Dónde me he metido?", parecía preguntarse. Observaba la habitación, estrecha y baja de techo como un camarote, con un gesto de desconfianza y una especie de afectado terror. Su mirada conservó su expresión de asombro al fijarse en Raskolnikof, que seguía echado en el mísero diván, vestido con ropas no menos miserables, y que le miraba como los demás. Después el visitante observó atentamente la barba inculta, los cabellos enmarañados y toda la desaliñada figura de Rasumikhine, que, a su vez y sin moverse de su sitio, le miraba con una curiosidad impertinente. Durante más de un minuto reinó en la estancia un penoso silencio, pero al fin, como es lógico, la cosa cambió. Comprendiendo sin duda -pues ello saltaba a la vista que su arrogancia no imponía a nadie en aquella especie de camarote de trasatlántico, el caballero se dignó humanizarse un poco y se dirigió a...
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Часть текста: ni sabía nada de él. Iván Fiodorovitch había regresado de Moscú sólo cinco días después de la muerte de su padre y al siguiente de su entierro. Aliocha ignoraba la dirección de su hermano en Moscú y, para darle la noticia, había recurrido a Catalina Ivanovna, la cual había telefoneado a sus padres, creyendo que Iván Fiodorovitch los habría ido a visitar el mismo día de su llegada. Pero Iván no fue a verlos hasta cuatro días después. Entonces había leído el telegrama y regresado a toda prisa. Con el primero que habló del crimen fue con Aliocha, y se asombró de oírle decir que Mitia era inocente y que el asesino era Smerdiakov, afirmación contraria a la opinión general. Después visitó al ispravnik , y cuando se hubo informado con todo detalle de los interrogatorios y de los motivos en que se basaba la acusación, le pareció aún más inexacta la...
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Часть текста: del diván. "Ya las dos? Es posible?" Se sentó y, de pronto, acudió a su memoria todo lo ocurrido. En los primeros momentos creyó volverse loco. Sentía un frío glacial, pero esta sensación procedía de la fiebre que se había apoderado de él durante el sueño. Su temblor era tan intenso, que en la habitación resonaba el castañeteo de sus dientes. Un vértigo horrible le invadió. Abrió la puerta y estuvo un momento escuchando. Todo dormía en la casa. Paseó una mirada de asombro sobre sí mismo y por todo cuanto le rodeaba. Había algo que no comprendía. Cómo era posible que se le hubiera olvidado pasar el pestillo de la puerta? Además, se había acostado vestido e incluso con el sombrero, que se le había caído y estaba allí, en el suelo, al lado de su almohada. "Si alguien entrara, creería que estoy borracho, pero..." Corrió a la ventana. Había bastante claridad. Se inspeccionó cuidadosamente de pies a cabeza. Miró y remiró sus ropas. Ninguna huella? No, así no podía verse. Se desnudó, aunque seguía temblando por efecto de la fiebre, y...
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Часть текста: -empezó a decir emocionado-, ese dinero... Voy a contarlo todo... Ese dinero era mío. El juez y el procurador se irguieron: esta revelación era la que menos esperaban. -Cómo podía ser suyo -dijo Nicolás Parthenovitch-, cuando a las cinco de la tarde, según usted mismo ha declarado...? -Al diablo esas cinco de la tarde, al diablo mi propia declaración! Todo eso poco importa... El dinero era mío... Bueno, no lo era, porque lo robé... Siempre llevaba encima mil quinientos rublos. -De dónde los había cogido? -Los llevaba en el pecho señores, en una bolsita pendiente de mi cuello. Desde hacía bastante tiempo, lo menos un mes, los llevaba conmigo como un testimonio de mi infamia. -Pero de quién era ese dinero que usted se apropió? -Usted quiere decir "robó". Dígalo francamente. Sí, no cabe duda de que es como si lo hubiera robado. Pero si usted prefiere la otra expresión, le diré que, en efecto, me los había "apropiado". Ayer por la tarde los robé definitivamente. -Ayer...
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Часть текста: Segunda tribulación CAPÍTULO IV SEGUNDA TRIBULACIÓN -No puede usted imaginarse, Dmitri Fiodorovitch -dijo Nicolás Parthenovitch, cuyos ojos, de un gris claro, ojos de miope, brillaban de satisfacción-, hasta qué punto nos complace su buena voluntad. Acepto su opinión de que una confianza mutua es indispensable en asuntos tan importantes como éste, cuando el inculpado desea, espera y puede justificarse. Por nuestra pane, haremos todo cuanto nos sea posible. Ya ha visto usted cómo llevamos este asunto. Está usted de acuerdo, Hipólito Kirillovitch? -Desde luego -aprobó el procurador, aunque en un tono un tanto seco. Hay que advertir que Nicolás Parthenovitch, desde su reciente entrada en funciones, miraba al procurador con simpatía y respeto. Era casi el único que creía ciegamente en el talento psicológico y oratorio de Hipólito Kirillovitch, del que había oído hablar en Petersburgo. En compensación, el joven Nicolás Parthenovitch era el único hombre en el mundo que contaba con el afecto sincero de nuestro infortunado procurador. Por el camino se habían puesto de acuerdo acerca del asunto en que iban a intervenir, y, durante el interrogatorio, la aguda percepción del juez cazaba al vuelo cualquier señal o gesto, por insignificantes que fuesen, de su colega. -Señores -dijo Mitia-, permítanme referir las cosas sin interrumpirme con trivialidades. Les aseguro que seré breve. -De acuerdo. Pero antes de escuchar su relato, le ruego que explique un detalle sumamente interesante para nosotros. Ayer por la tarde, a las cinco, usted tomó en préstamo diez rublos de su amigo Piotr Ilitch Perkhotine, dejando en prenda dos pistolas. -Cierto, señores; empeñé mis pistolas por diez rublos al regresar de mi viaje....